El duro camino de la escritura.

Y tan duro.

Tiene sus momentos maravillosos. Como el instante en que abres la caja que contiene tus libros, impresos. Los abres y los hueles y huelen a victoria.

Cuando alguien me dice que piense en las cosas que me hacen feliz, pienso en mi pareja, pienso en mi familia, en mis amigos, pienso en mi gato y pienso en el olor de mi libro recién impreso.

Pienso en aquella vez en la feria del libro de Madrid en que vino un montón de gente y firmé libros hasta que la mano me temblaba. Iba a morir de felicidad.

Pienso en la presentación que hicimos en Vitoria, en la librería Ronin, que se llenó de conocidos y amigos, de personas a las que hacía años que no veía. He presentado muchas veces, pero esa fue de las mejores. Hablé del libro hasta que se me cansó la lengua, y luego nos fuimos todos a tomar algo.

Luego llegan los momentos malos. Las reseñas malas o indiferentes de ese libro que hace nada olía a victoria. La gente al final de la cola que se queja porque dedicas más de tres segundos a cada firma y, claro, la espera se hace larga. Las presentaciones a las que no va nadie. Las tragedias de escritor que nadie más parece entender.

Hay un sesgo cognitivo inevitable hacia todo lo negativo. Tendemos a recordar más lo negativo que lo positivo. Y si eres escritor, hay muchos baches en el camino. Ahí van diez en concreto, que o bien he vivido personalmente o que han vivido personas cercanas a mí. O de las que he leído en internet (ejem). Son experiencias que no le deseo a nadie. Algunas pueden solucionarse, otras no. Pero prevenir es de sabios.

Y, como pasa con casi todo, importa más la actitud que tengamos ante un problema que el problema en sí.

Allá van:

tragedias de escritor

1. El arduo peregrinaje de la novela huérfana

Problema: Has escrito una novela. Tal vez es tu primera novela, tal vez es la quinta. Tal vez no es una novela, sino una antología de relatos o un poemario. La has enviado a cinco editoriales distintas y ninguna te ha contestado. La mandas a cinco más. Una editorial te contesta al cabo de dos meses para decirte que no está interesada. La mandas a cinco más. Dos más te responden, dándote sus razones para no estar interesadas. Sigues trabajando en la novela, haciéndola mejor. La mandas a cinco más.

Ha pasado año y medio y todavía no hay el más mínimo interés por publicar tu novela. Sigues trabajando en la novela, cada vez con menos esperanza.

Solución: El peregrinaje de la novela huérfana es terrible, sobre todo para escritores que empiezan. Cuando llevas un tiempo escribiendo y conoces bien el sector, sabes que esta es una meta a largo plazo. Lo importante, lo fundamental, es que sigas escribiendo otras cosas mientras. Sigue trabajando en esa novela si alguna editorial o algún lector cero da con problemas claros que pueden solucionarse para mejorar la obra. Pero es mucho más eficiente ponerse con un proyecto nuevo mientras sigues moviendo el antiguo. Nada te quita el mal sabor de boca de una novela huérfana como otra que sí consigues colocar.

La huérfana encontrará su sitio algún día. O tal vez no. Tal vez no era lo bastante buena o no encajaba en la línea editorial ni en las expectativas de ninguna de las editoriales a las que la mandaste. Cuando lleves tres libros publicados después de esa, te encogerás de hombros, resignado/a, y decidirás si esa primera novela huérfana sigue mereciendo un padre o si es hora de tirarla a la papelera.

2. El sendero tortuoso de la novela secuestrada

Lo has conseguido. ¡Enhorabuena, una editorial está interesada en tu novela (o poemario, o libro de relatos, o tratado decimonónico sobre tipos de rapé)! Les mandas el manuscrito, hacen algunas sugerencias, te hablan de sus condiciones: empieza la fase luna de miel. Firmas el contrato. Y de repente, dejas de saber de ellos. No contestan al email ni al teléfono.

Tienes una novela parada durante dos años, hasta que expira finalmente tu sujeción a su contrato. Dos años en los que podrías haberla publicado con otra editorial. Y, por supuesto, como Murphy es así de cabrón, en los dos años en los que no puedes moverla, tienes a tres editoriales presionándote para que les mandes un proyecto exactamente así, tres editoriales que desaparecerán en cuanto la novela quede libre.

Hay muchas variaciones sobre este tema: a lo mejor no has firmado ningún contrato, pero la editorial simplemente desaparece y no sabes qué hacer. O peor: sale el libro, todo va horriblemente mal y has perdido la oportunidad de sacarlo con alguna editorial que sabes que habría hecho un trabajo mucho mejor. Sea como sea, quieres mover tu libro, pero está secuestrado en el limbo de los libros infelices.

Solución: Paciencia y seguir escribiendo. Puedes emprender acciones legales si crees que la editorial ha tenido un comportamiento delictivo, pero siempre puede que acabes peor de lo que estabas. El problema real en muchos de estos casos es que le damos una importancia fundamental a una sola obra, cuando deberíamos estar escribiendo hasta borrarnos las huellas digitales de tanto teclear. Si tienes un libro paralizado, deberías tener otros dos o tres en movimiento. Preocúpate por lo que estás haciendo ahora. Si algo está parado y realmente no puedes hacer nada, no lo des por perdido. Concéntrate en otros proyectos y ya volverás a ese pobre secuestrado cuando sea libre.

Y algo que parece de cajón: habla con el editor. Aunque tu libro esté paralizado por condiciones de contrato, si explicas a tu editor la situación en la que estás, es posible que lo convenzas para renegociar dichas condiciones y que dejen libre tu obra. Con lo que no vas a ganar nada es quedándote en casa en una esquina, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

3. La terribilità de la novela cancelada

Problema: Voy a hablar de un caso que prometo que no está basado en absolutamente nadie a quien yo conozca (nop). El escritor X publica con la editorial Y una novela. La novela va bien. X, emocionado, produce la primera parte de lo que será una trilogía y se la ofrece a Y, que acepta. La editorial Y invierte bastante en promoción. La primera parte de la trilogía no vende tanto de entrada como Y esperaba. Sale la segunda parte, con menos entusiasmo de parte de Y, con otro formato. Tampoco tiene las ventas fantabulosas que Y necesita, aunque el libro va vendiendo poco a poco. Pero Y necesita un rendimiento más inmediato, y cancela la publicación de la tercera parte, que ya está lista y preparada para su edición.

Imaginaos a X. Acaban de reventarle en la cara el trabajo de más de cinco años de su vida.

Solución: Un escritor cualquiera se rendiría. Se encerraría en su cuarto a lloriquear (y a cruzarse de brazos y a fruncir mucho el ceño y etc.). Pero X es un profesional. Sigue buscando. Encuentra a otra editorial dispuesta a publicar la trilogía completa. La trilogía se publica, todo sale bien y todos contentos. El tiempo pasa. La editorial Y es comprada por Z. Curiosamente, X acaba sacando un libro con Z.

Como veis, la solución está en la determinación, en la persistencia (¡y en no quemar puentes!). Además, X no dejó en ningún momento de trabajar. Sabía que después de la trilogía, saliera como saliera, tendría que publicar más libros. Una cancelación, o cualquier hecho similar, puede ser brutal, puede hundirte. Destruye todas las ilusiones que habías puesto en un proyecto.

Pero la vida da muchas vueltas. Y en el momento más bajo, podrías conocer a otra escritora, una chica pizpireta, que también está en un momento crítico, y en el desahogo compartido podría surgir el amor.

Es solo un ejemplo, una idea. Tampoco conozco a nadie a quien le haya pasado nada parecido.

4. Tu novela está plagada de erratsa

Problema: A pesar de ese momento supremo de felicidad al abrir mi libro por primera vez, siempre me ataca la ansiedad. ¿Y si encuentro una errata?

Como editora, era mi mayor pánico. Al primer libro que hicimos le faltaban párrafos. Lloré como una niña. No importa cuánto revises una obra, SIEMPRE habrá alguna errata. Ya sea una palabra mal escrita (como erratsa) o una falta ortográfica: algo saldrá mal. Porque es imposible encontrarlo todo, sobre todo cuando lo has leído ya ocho veces y tu cerebro no reconoce la mitad de las letras de cada frase.

En el sistema de edición tradicional, suele haber un corrector, alguien que comprobará que todo está bien. Pero si eres autoeditado y no cuentas con la ayuda de nadie, hay muchas posibilidades de que tu obra esté llena de errores.

Es una de mis pesadillas recurrentes: abro uno de mis libros y está lleno de errores de todo tipo.

Solución: Lo publicado, publicado está. Acéptalo. Si hay erratas, hay erratas. Es un proceso de aprendizaje: para la próxima tienes que hacerlo mejor. Por muy buen escritor que seas (incluso si eres corrector), necesitas que otra persona lea tu texto. Tras la escritura, reconocemos un texto como nuestro, y nuestra mente se salta la mitad de las cosas, no ve los errores. Necesitas ayuda, ya sea pagada en dinero, favores o buena voluntad.

(Por favor no paguéis en buena voluntad. Si alguien os ayuda gratis, porque no podéis pagarlo, por lo menos invitad a esa persona a cenar, a copas, o fregadle los platos durante dos meses).

Claro está que esto, en el caso del libro digital, sí que puede solucionarse. Algunos autores que publican en digital les piden a sus lectores que les manden un email si encuentran erratas, para poder realizar reediciones constantes y actualizadas, bien corregidas.

5. Tu mayor rival acaba de publicar con Planeta

Problema: Trabajas a diario. Sudas y sufres. Lo das todo.

Y entonces llega el Escritor Grandioso, tu archienemigo. El Escritor Grandioso es guapo, huele bien (casi tan bien como los libros recién desempaquetados), está cachas y todo el mundo lo adora.

No lo entiendes, porque tú sabes que el Escritor Grandioso es un pedazo de cabrón. Pero nadie más parece darse cuenta.

Además, escribe de culo.

Pero por alguna razón que ninguna divinidad presente o antigua llegaría a entender nunca, el Escritor Grandioso acaba de firmar contrato con una editorial grande. Sabes que solo es cuestión de tiempo antes de que esté en todas las tertulias literarias, a doble página en El País y recibiendo felicitaciones en Facebook por parte de Todos Tus Amigos. Y se está tirando a la chica que te gusta, por cierto.

Tal vez he puesto un ejemplo muy extremo, pero todos hemos conocido a alguien que nos hacía sentirnos así. Gente de la que nos preguntábamos cómo podían tener ese éxito: el éxito que nosotros mereceríamos.

Solución: Escribir es un proceso increíblemente personal. No se trata solo de vencer a la técnica, de producir algo que otros quieran leer, incluso que sobreviva al paso del tiempo; se trata también de vencernos a nosotros mismos, acabar con nuestras excusas y resistencia.

Escribir no es la publicación con Planeta, Random House, SM. Escribir es el camino. Si no tienes claro por qué y para qué escribes, la envidia y la frustración te devorarán por dentro como un kebab demasiado picante.

Publicar está bien. Que a la gente le guste tu libro está genial. Pero solo son cosas bonitas que ocurren de paso. Tu objetivo final no puede ser «triunfar» en un sentido material, o no llegarás nunca. Siempre habrá otro premio que ganar, otra editorial con la que publicar. Tiene que ser convertirse en el mejor escritor que ha conocido nadie nunca. Ese es tu camino. Igual tampoco llegas nunca, pero, eh, la de obras alucinantes que vas a regalarle al mundo mientras.

¿El Escritor Grandioso? Se quemará y arderá en el infierno del desastre, como nos pasa a todos. Tendrá sus momentos terribles, sus propias tragedias. Y ese es su camino. No tiene nada que ver contigo: tú tienes el tuyo y solo puedes recorrerlo tú.

6. Plagio (o una coincidencia extraordinaria)

Problema: Alguien te ha copiado, o ha usado un texto tuyo con su nombre. O alguien te ha robado una idea. O has dado con un libro en el que alguien ha tratado el mismo tema que tú.

Solución: Por sorprendente que parezca, el plagio no es tan común como tendemos a creer. Está claro que un verdadero caso de plagio es algo terrible, si alguien coge tu obra, le pone su nombre y la vende como tal. Pero no ocurre con mucha frecuencia, por lo menos no con obras literarias.

La solución no es registrar absolutamente todo lo que escribes, incluso la lista de la compra. Esto implica un gasto de dinero y tiempo que convendría invertir en cosas de más provecho. Recordaréis casos sonados de plagio que estuvieron de juicio en juicio durante años. Al final, la persona perjudicada apenas recibía compensación o incluso acababa peor que cuando empezó.

Todos partimos del mismo acervo cultural. No es tan descabellado que alguien haya escrito sobre lo mismo que tú, incluso con el mismo enfoque que tú. Esto es mucho más común, muchísimo más común, que el plagio intencionado. El escritor con experiencia y tablas sabe que en las ideas no está el valor de un libro, sino en su ejecución. No necesita ir robando ideas a otros para crear una buena obra. Ha trabajado de sobra sus distintos caudales de inspiración. El plagio suele ser un problema de escritor amateur.

Cierto es que pueden tomarse algunas precauciones, y sí que puede haber una ínfima posibilidad de que enviar nuestro manuscrito a una editorial o concurso puede acabar en algún tipo de plagio. Pero repito que en la ejecución está el arte: puedes haber escrito sobre exactamente lo mismo que otra persona, pero siempre habrá perspectivas diferentes y ejecuciones distintas.

Si alguien se molesta en copiarte, es que estás haciendo algo bien. Sigue, avanza, aprende. La gente tiene miedo de ser copiada cuando solo tiene una gran idea. Si tienes mil grandes ideas, el plagio será la última de tus preocupaciones.

A mí me irrita cuando hablo sobre algún concepto del que creo que nadie está hablando y, de repente, ese concepto está en todas partes. ¿Es que me copian? No, es simplemente que todos estamos bebiendo de los mismos sitios y experiencias, y a veces todo esto colisiona y culmina en una tendencia. Y cuando escribes mucho sobre un tema o sector, a otros se les acabarán ocurriendo las mismas ideas que a ti, del mismo modo que a otros se les han ocurrido antes que a ti. Escribí tantos artículos para Lecturalia que vivo en un constante déjà-vu con ciertos temas que se repiten una y otra vez en páginas similares. Va siendo hora de que dejemos de hacer artículos de escritores con gatos, en serio os lo digo.

Ya he dicho que es distinto el caso del copieteo en obras literarias y en otro tipo de contenidos. En lo que se refiere a artículos de blog, desde luego, el plagio es tan común, atroz y descarado que dan ganas de gritar. Pero tú puedes seguir aportando ideas y textos nuevos, ellos no. Si te están copiando es que tus contenidos merecen la pena: estamos en las mismas.

7. El gran desierto de la presentación sin éxito

Problema: La editorial te organiza una presentación. No aparece nadie. Bueno, sí. Aparece tu madre.

Solución: Antes de nada creo que tenemos que plantearnos si las presentaciones siguen siendo maneras válidas de promoción. Creo que hace falta considerar detenidamente de qué manera afectan y contribuyen a vender tu libro. Son útiles para afianzar relaciones con librerías y para hacer sonar tu nombre en determinados círculos, pero… ¿sirven realmente para vender libros?

La presentación más rentable que he realizado fue un evento de poesía que hicimos, en la era premesozoica de los inicios de mi andanza editorial, en un bar. Vendíamos una revista. Llegamos a un acuerdo con el dueño del bar y le compramos un buen montón de tickets para cerveza y tinto de verano, que luego revendimos a un euro la consumición si comprabas una revista (o algo así, no recuerdo exactamente cómo funcionaba; la cosa era que si comprabas la revista te llevabas más alcohol).

Todos salimos ganando. Los del bar consiguieron un local lleno de consumidores, nosotros casi nos quedamos sin revistas, y el margen de beneficios fue amplio. Nos dimos a conocer a la gente de la zona y pudimos llenar el bar sin problema, por la simple razón de que si estudias en Granada es fácil unir a estudiantes con eventos poéticos en los que haya alcohol.

¿Qué quiero decir con esto, aparte de que a los estudiantes les gustan la cerveza y los recitales estrambóticos? Quiero decir que hacer una presentación por hacerla no tiene sentido. Tienes que analizar quién es tu público objetivo, promocionar el evento a través de todos los medios posibles con bastante tiempo de antelación, y conseguir la promesa jurada por escrito de todos tus amigos para que muevan a más personas y los arrastren hacia el local de la presentación. Tienes que asegurarte de que el sitio que hace la presentación tiene libros a la venta (parece de lógica, pero no). Y una vez allí tienes que asegurarte de que la presentación sea amena y todo el mundo salga de allí o bien con un libro en la mano o con muchas ganas de comprarlo.

Ir a una presentación vacía es terrible para el espíritu. Te hace pensar que tu libro no le interesa a nadie. Y es así; si no va nadie, es que nadie está interesado. Los libros no se venden solos. Si vas a presentar, es tu responsabilidad (no la de la librería) conseguir interesar a los demás lo suficiente como para que vengan a verte. No deben acudir por hacerte un favor; deben acudir porque saben que al marcharse su vida será, de alguna manera, un pelín mejor que cuando entraron.

¿Difícil? Mucho. Pero no imposible.

8. Grandes catástrofes eléctricas

Problema: Se fue la luz. Hubo un pico de tensión. Tu ordenador está en llamas. Lo que sea. Lo importante es que lo perdiste todo. 230000 palabras donde te habías dejado el alma. Literalmente. Ya no tienes alma. Cuando mueras estarás condenado a vagar por la casa donde perdiste la vida, un fantasma triste por toda la eternidad.

Pensaréis que esto solo le ocurre a los aficionados. Pero no. Le pasa a todo el mundo. Uno se despista, no hace todo lo que tendría que hacer, y ocurre. La catástrofe.

Solución: Hay soluciones para casos drásticos. Hay especialistas que pueden recuperar información de discos duros dañados. Incluso puedes probar tú mismo. Por lo general, te tocará soltar el dinero y rezar por que ahí, entre el amasijo de microchips, rata podrida y cables que un día fue tu ordenador (algún día os contaré mis experiencias trabajando en una tienda de informática, y la de cosas que encontramos en el interior de ciertas máquinas), pueda surgir, cual fénix renacido, el fruto de años de trabajo.

Ya sé lo que estáis pensando. Que eso no os pasará a vosotros. Pero más os vale configurar un autoguardado a Dropbox o a algún servicio similar, tener un pendrive a mano donde ir haciendo copias de seguridad o incluso enviaros a vosotros mismos vuestros archivos por email. Y no olvidéis de automatizar el guardado de vuestro procesador de texto cada x tiempo. Es horrible perder 20000 palabras, pero 200 también duelen.

Si tienes varios discos duros instalados y te llevas bien con ellos (y con los ordenadores en general), puedes probar a utilizar un sistema RAID. En Benchmarkhardware explican qué es un sistema RAID y cómo configurarlo. Creo que es la única manera de poder archivar de forma simultánea en dos sitios diferentes, sin tener que preocuparte de andar guardando cada cinco minutos o preocupándote de pagar por y/o configurar servicios en la nube. Tened en cuenta que este tipo de cosas protege contra errores de hardware, pero no humanos (como, por ejemplo, que seas aún más despistado/a que yo, si es que eso es posible, y borres tu archivo. Si borras en un disco duro, al actuar el otro como espejo, lo eliminará también).

Sea como sea, debes pensar siempre en tu archivo como en una entidad múltiple. Debes tener por lo menos dos versiones siempre en movimiento (y una de ellas fuera de tu ordenador, ya sea en tu servidor, en la nube o en un dispositivo externo), preferiblemente tres. U ocho, pero ahí los problemas de «¿en qué versión metí lo de los veintitrés tentáculos verdes?» o «¿cabe la posibilidad de que le haya mandado a la editorial la versión porno de mi novela?» son frecuentes.

9. Tu novela es muy mala y acabas de darte cuenta ahora mismo

Problema: Tras 40000 palabras, lágrimas de emoción y saltitos de alegría ante tu propio ingenio y talento, por fin has visto la luz.

Y la luz es grande y amarilla y grita, todo en mayúsculas: «TU NOVELA ES MIERDER«.

O, a lo mejor, si eres una persona más elegante y decorosa que yo: «TU NOVELA NO VALE NI EL PAPEL EN EL QUE ESTÁ ESCRITO, QUE MIRA QUE ES RECICLADO Y FEO Y FINO COMO PAPEL DE FUMAR«.

Yo lo llamo «el síndrome de la novela puerca», y casi todos los escritores que conozco se lo han encontrado en algún momento. Pasada la fase inicial de entusiasmo y devoción, empezamos a cuestionarnos si nuestra obra realmente es tan espléndida como nos la habíamos imaginado.

Muchas veces esto responde a un problema de planificación. No tenemos muy claro por dónde tenemos que tirar ahora. Sabemos, tal vez, el principio y el final, pero el medio se nos está convirtiendo en un verdadero quebradero de cabeza.

Mi solución es sencilla: mete una nave espacial.

Leí por ahí una teoría de un autor que se había molestado en analizar los patrones de muchas grandes obras literarias y que había dado con algo curioso: en la mitad exacta de la obra surgía una frase que era su esencia, lo que condensaba, en pocas palabras, realmente de qué iba la obra. Mirad lo importante que es esa parte del medio.

Tal vez es que al llegar al centro, al corazón de la obra, es cuando nos damos cuenta de que no tenemos muy claro de qué va realmente. O lo sabemos, pero es aquí, en el palpitante y asqueroso amasijo de células y palabras, donde vemos que no estamos a la altura.

Y repito: mete una nave espacial.

Vale, no tiene que ser una nave. Si escribes realismo o no ficción, esto no tendría mucho sentido. Pero a lo que me refiero es a que muchas veces la resistencia viene de que nos hemos aburrido. De que ya no nos estamos esforzando al máximo. E introducir algo diferente, incluso absurdo, nos hace recuperar la ilusión de nuevo. Y nos ayuda a divertirnos.

Claro que hay que hacer las partes difíciles. Darle vueltas incontables a la trama, meter una conversación que parece no pintar nada pero que luego tendrá importancia, describir una habitación… todo eso. Pero si nos estamos aburriendo, pensad en el pobre lector. El lector se da cuenta. Sabe cuándo nos aburrimos. No le demos ese schadenfreude.

Mete una nave espacial. Haz que pasen cosas. Pásatelo pipa.

Tú no eres un buen juez de tu trabajo. Es normal sentir que te atascas y que todo es mucho peor de lo que pensabas. Espera a llegar al último tramo, porque ahí llegará de nuevo el subidón de esta montaña rusa que es escribir.

Si puedes con el demonio del punto medio, con la planicie aburrida, si consigues evitar la tentación de abandonar, obtendrás la mejor sensación de todas: la sensación de terminar algo. Puede que tengas mucha razón y que hayas escrito algo más apestoso que las axilas de un equipo entero de fútbol, pero necesitas terminarlo para poder pasar al siguiente proyecto. Si no, nunca sabrás cómo lidiar con esa llanura infernal.

10. El tiempo es tu enemigo

Problema: No tienes tiempo para escribir. Trabajo, niños, casa, etc. Imposible.

Solución: Estás sentado frente al ordenador o delante de tu teléfono móvil (porque ahora se pueden leer mis artículos perfectamente en el móvil, gracias sean dadas a Cthulhu y a mi hermano el tecnomante). Es decir, has decidido, de forma consciente, dedicarle diez minutos de tu tiempo a leer mi blog.

Podrías estar escribiendo en esos diez minutos. A mí no me interesa para nada (yo lo que quiero es que leas mi blog y compres mi libro), pero seamos realistas. Leer sobre escribir ayuda a motivarse. Puedes incluso aprender cosas útiles. Pero nada te hace motivarte y aprender como el mismo acto de escribir.

¿Sabéis toda esa gente que se queja de que no tiene tiempo para escribir? Esos lamentos son segundos en los que podría estar escribiendo. Tengo un amigo que trabaja mil horas diarias y más, y que se escapa cada minuto libre que tiene a un bar donde el dueño se ha tomado como meta personal servirle café para que pueda escribir hasta que le exploten los ojos. Pone a su novia a revisarle los cuentos media hora antes de que terminen las convocatorias. Sale en un montón de antologías. Escribe más que muchos «escritores» a los que conozco.

Si no eres eficiente con tu tiempo, léete la lista interminable que traduje sobre técnicas de productividad. O averigua cómo puedes hacer todo lo que tienes que hacer en el menor tiempo posible.

Pero no me hables de que no tienes tiempo si luego te pasas media hora en Facebook, Twitter y similares. Deja de entregarle tu tiempo a actividades que no lo merecen. Si algo te produce un placer real, tangible, no dejes de hacerlo. Pero evita caer en esos agujeros negros que nos absorben minutos de vida sin ofrecernos, realmente, nada a cambio.

Tal vez no tengas una buena rutina o disciplina creada. Tal vez tengas que estrechar más tu enfoque, acabar con la multitarea.

Si realmente quieres mejorar como escritor, vete a trabajar. Ya.

Son incontables los casos de autores que se levantaban a las cinco y media de la mañana para escribir antes de entrar a trabajar. De personas que dejaron de ver la tele. De personas que no salen el fin de semana. El mundo espera lo que tienes que contarle. Y más te vale practicar, porque el mundo tiene poca paciencia.

El mundo quiere leer al mejor escritor de todos los tiempos.

Ese puedes ser tú.

 


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