Escribir. Esa cosa en la que te sientas delante de una cosa y creas palabras y escribes cosas.

¿Veis? Fácil.

Y lo cierto es que es así de simple. Coges un papel y un boli, escribes palabras. Abres el Word, tecleas palabras. Haces frases. Las frases se unen a frases y haces párrafos. Repita una y otra vez hasta tener el número adecuado de palabras/frases/páginas/caligramas dieciochescos.

Y a la vez, no lo es. Es horriblemente complicado.

¿Y si esas frases son topicazos aburridos? ¿Y si mis palabras son más feas que el culo de algún babuino cuyo nombre exacto en latín te diré ahora mismo en cuanto lo mire en Wikipedia y me pierda por un agujero virtual del que no saldré en las siguientes tres horas en vez de estar escribiendo?

Al final de la videoconferencia con Gigamesh, me hicieron algunas preguntas. Una de las más interesantes fue: si trabajo 40 horas a la semana, ¿cómo puedo escribir en serio? (o algo así).

He hablado muchas veces de la productividad, de las prioridades y de cómo robarle segundos a las horas para escribir. Pero hoy me gustaría ir un poco más allá. Hoy voy a intentar ofreceros una lista de preguntas, un checklist que podéis utilizar para sacarle el máximo rendimiento (en tiempo y calidad) a vuestra sesión de escritura. Ya sabéis que soy muy aficionada a probar técnicas de todo tipo, y estas son las preguntas que a mí, personalmente, me resultan más útiles. Tal vez para vosotros sean otras. Pero no perdéis nada probando.

20 preguntas salvavidas

5 preguntas para antes de escribir

1. ¿Qué he leído hoy?

Leer no es solo el segundo mandamiento del escritor (el primero es, como repetiré hasta la saciedad, escribir), es una buena forma de meternos en tarea. Leer un poco (aunque solo sean diez minutos) de algo muy bueno, justo antes de empezar la sesión de escritura, nos inspira y nos mete en el cerebro patrones y formas de los que son maestros en su oficio.

2. ¿He eliminado posibles distracciones?

Internet es el mal, amigos. Internet es el enemigo número uno de cualquier escritor. Elimínalo. Enfoca. Cierra la puerta y atrinchérate en tu mesa de trabajo. Desconecta el wifi. Apaga el teléfono. Regálale a tus hijos el GTA V. Lo que haga falta.

3. ¿Cuánto voy a escribir hoy?

Para aquellos que escribimos formatos largos (novela, novela breve), la cuenta de palabras puede ser un modo útil de eliminar la ansiedad que produce embarcarse en un proyecto cuya finalización no es a ojos vista. Las palabras suman, la novela avanza. Tener un número de palabras planificado por sesión no solo nos proporciona una sensación de progreso, sino que nos hace escribir más deprisa y entrar con mayor rapidez en ese estado de flow o zen o como queráis llamarlo que nos trae de vez en cuando la bendita musa. Nos da un objetivo que alcanzar, y la sensación de orgullo que proporciona alcanzar esa meta es altamente adictiva, tanto que queremos obtenerla una y otra vez.

4. ¿Sobre qué voy a escribir hoy?

Hacerse un pequeño guion antes de empezar la sesión de escritura puede parecer una pérdida de tiempo, pero a la larga es una buena inversión. No solo eliminará posibles tropiezos y bloqueos mientras escribimos, acabará con el temido síndrome de la página en blanco y nos ayudará a ordenar mentalmente de la forma más efectiva aquello que queremos expresar. No es obligatorio luego seguir el guion, pero tendremos un punto de partida y un sitio al que volver si nos perdemos.

5. ¿He apagado a mi editor interno?

Miedo. Perfeccionismo. Autocrítica. Duda. No hay sitio para ninguna de estas cosas ahora mismo. Tú lo que vienes es a escribir. Ya editarás, te quejarás y criticarás después. Este momento es solo para ti y para tu increíblemente alucinante talento creativo.

10 preguntas mientras escribes

1. ¿Esto de qué va?

La narración no debe ser como un riachuelo con meandros, metiéndose entre las rocas y por todas partes sin tener ni idea de a dónde va. No. Nuestra narración debe ser más como un río poderoso, de donde pueden salir afluentes igualmente interesantes, pero que tiene muy claro dónde está el mar y cuál es el que le toca, aunque sea un terrible océano de sehnsucht y fastidio vital que no tenga absolutamente ningún sentido para nadie excepto para nosotros. Porque…

2. ¿Estoy escribiendo para mí?

Ahora mismo no estás escribiendo para mujeres pelirrojas carpinteras de Wisconsin de entre 35 y 35,6 años de edad. No, esto que estás escribiendo es solo para ti. Luego ya editarás, te llevarás las manos a la cabeza y te gritarás «¡idiota!». Ahora mismo tienes que estar escribiendo aquello que te hace reír, llorar, gemir, emocionarte en general  (pero excitarte no. Eso es importante. Una vez un editor de una revista erótica me dijo que uno no debe tocarse mientras escribe. Creedme, es un gran consejo). Si tú te emocionas, hay más posibilidades de que tu lector se emocione. Lo cual nos lleva a la siguiente pregunta.

3. ¿Me estoy divirtiendo?

Vale, tal vez escribir la muerte por decapitación de tu personaje favorito no sea tu idea de diversión, pero sabéis a qué me refiero. Si lo estás viviendo, si te estás involucrando con la narración, te lo estarás pasando pipa. Si te estás aburriendo muchísimo, piensa en lo que se va a aburrir tu lector. Yo antes pensaba que había partes que había que escribir por narices. Ya sabéis, descripciones de la luz dorada del atardecer sobre las hojas, o de los colores de las lavanderas en las plazas mientras charlan animadamente con sus dieciocho tipos diferentes de tablas de lavar que a continuación describiremos en exquisito detalle… etc. Fue toda una revelación descubrir que no hay absolutamente ninguna obligación en absolutamente ningún manual sagrado de escritura para hacer ese tipo de cosas. Así que es el momento de meter un robot de 18 metros, o una nube con forma de pene, o un altavoz minúsculo y rosa que reproduce canciones de Miley Cyrus mientras todas las lavanderas se contonean con sensualidad. Lo que sea. No hay más límites que los de la coherencia interior del mundo que has creado.

Ojo: también habrá veces en las que será difícil escribir algo, no por aburrimiento sino por puro reto técnico. Estas son las partes a las que deberemos entregarnos sin dudarlo, ya que ahí aprenderemos a velocidades supersónicas.

 4. ¿Qué quieren los personajes?

A no ser que estés escribiendo un tratado de mil páginas sobre cómo comerse una magdalena o la insoportable abulia de ser un adolescente en la América de Salinger, tus personajes tienen que querer algo. Puedes sentarlos en un banco a charlar sobre supuestas intrascendencias, pero están esperando a Godot, quieren que llegue ya el muy petardo. Siempre buscan, necesitan, desean, y eso es lo que los hace diferentes, interesantes.

5. ¿Hay conflicto?

Precisamente porque los personajes quieren cosas, aunque solo sea un vaso de Fanta, va a haber conflicto. Igual yo quiero tu vaso de Fanta, y voy a hacer todo lo posible para robártelo. Igual tengo tal necesidad de tomarme un vaso de Fanta que voy a prostituirme para poder pagarlo, o atracar bancos, o asaltar carruajes en un mundo épico-western retrofuturista. Si no hay conflicto, la narración no avanza. Y eso suele considerarse aburrido, a no ser que seas, no sé, Joyce o Foster Wallace.

Al personaje le tienen que pasar cosas. Y si son cosas malas, engancha más. El ser humano es así, morboso por naturaleza.

6. ¿Cuál es el tema real?

¿Qué es lo que se esconde debajo de tu texto? ¿De qué va realmente? Y me diréis, con razón: «Gabriella, cómo te repites, eso ya lo has preguntado antes». Pero llega el momento de pensarlo de nuevo. Antes nos hemos preguntado de qué va nuestro texto en apariencia, cuál es la trama. Tal vez la novela sea sobre la necesidad de tirar un anillo por un monte para salvar al mundo, pero por debajo de todo eso encontramos una historia sobre la amistad, el valor y el sacrificio. Si tienes muy claro cuál es el tema real que subyace a tu historia, tendrás mucho más claro cómo escribirla. Y te saldrán cosas más profundas, con más niveles de sentido y todo eso de lo que nos encanta hablar a los aspirantes a narratólogos.

7. ¿Esta escena sirve de algo?

Esto se une a lo de aburrirse y a las descripciones de las lavanderas. ¿Aporta algo esta parte que estoy escribiendo? ¿Tiene sentido dentro del texto? ¿Está haciendo que la narración avance? Si la respuesta a estas tres preguntas es no, es hora de pasar a la parte interesante.

8. ¿Estoy guardando mi documento?

No solo deberías estar guardando tu documento cada poco tiempo (de hecho, deberías configurar la función de autoguardado del procesador de texto que uses para guardar a intervalos cortos), sino que deberías estar guardándolo en muchos sitios distintos. En la nube, en un pendrive, en post-its rosas pegados a la nevera… en todos los sitios posibles. Escribir 36000 palabras para luego perderlas en el terrible vacío de un ordenador humeante o de un disco duro corrupto es una sensación que muchos escritores describirían como «morir a cámara lenta».

9. ¿Estoy bloqueado, paralizado?

Si la respuesta es sí, puedes probar alguna de las siguientes técnicas:

  • Cambia de actividad (puedes escribir otra cosa; o hacer algo de ejercicio o darte un baño o una ducha caliente. Todas son cosas que suelen ayudar a relajarnos y eliminar la frustración y desesperación que suele acompañar al bloqueo y bloquearnos más entoavía). Pero no hagas nada que te aleje ya para el resto del día de tu texto, como jugar al Candy Crush o pelear con leopardos por dinero.
  • Prueba un poco de escritura libre. Tú sigue escribiendo, aunque sea la frase «sin dinero y sin cerveza, el escritor pierde la cabeza» una y otra vez. Tu mujer, tus hijos y ese hotel encantado en el que te has encerrado a escribir te lo agradecerán.
  • Utiliza lo aleatorio. Vete a la Wikipedia y dale al artículo aleatorio, o busca un generador de palabras aleatorias como el que tiene The Free Dictionary (en este enlace tenéis la versión española). O simplemente abre un diccionario un par de veces al azar. Mezcla las palabras que nada tienen que ver unas con otras, o los conceptos que has encontrado sin querer. No solo es un método genial para desbloquearse, sino que se te ocurrirán ideas muy originales, que de otra forma nunca te habrían venido a la cabeza.

10. ¿Estoy en un momento genial, en una escena importante donde pasan muchas cosas? Es hora de dejarlo

Ya lo decía Hemingway. La mejor manera de coger con ganas un texto al día siguiente es meterse de lleno en este en un momento crucial. Hay escritores que necesitan cerrar una sesión (recuerdo que Iria G. Parente dijo en una ocasión que necesitaba terminar un capítulo antes de dejar de escribir, que no podía dejarlo a medias. Pero Iria viene del país mágico de los duendecillos hiperproductivos de novelas largas, está hecha de purpurina y saliva de unicornio y no debéis hacerle ningún caso).

Si quieres terminar la escena que estás escribiendo, adelante. Pero si la dejas abierta, al día siguiente la cogerás con muchísimas más ganas. Y recuerda: lo más difícil de escribir es ponerse.

5 preguntas para después de escribir

1. ¿Qué tal ha ido la sesión?

Una vez has terminado, es el momento de pararte a analizar qué tal ha ido. ¿Has estado despejado, concentrado, han fluido las ideas? ¿O has estado cansado, luchando contra viento y marea para escribir una sola frase? Ten en cuenta que el entorno y la hora del día influyen mucho en tu estado mental y creativo. Cuando adoptas la costumbre de analizar cada sesión, enseguida comienzas a distinguir patrones, y comprenderás qué momentos y circunstancias son mejores para sentarte a escribir.

Ahora también es un buen instante para preparar un pequeño guion de lo que te gustaría hacer en la sesión siguiente; es bueno anotar cualquier obviedad que queda por continuar, porque por mucha obviedad que parezca ahora, mañana es posible que se te haya olvidado.

2. ¿me he perdido?

Relee lo escrito y pregúntate si tiene sentido, o si parece que has dado más vueltas que alguien buscando aparcamiento en Fuengirola un sábado noche. Ahora es el momento de analizar la estructura y reajustar lo necesario para el guion previo del día siguiente.

3. ¿Hay algo que pueda recortar?

Esta es una pregunta un poco trampa, porque la respuesta siempre es sí. Ni todo lo que has escrito es genial ni es necesario. De hecho, es muy probable que la mayoría sea más bien mediocre. Todos producimos mierda. Mete tijera sin miedo.

También es el momento de añadir: detalles que se te habían escapado, la ornamentación justa y necesaria, intervenciones de diálogo que se han quedado cojas, etc. Y conflicto, claro. Si en las últimas 3000 palabras no ha pasado absolutamente nada, es hora de meter alienígenas. O una guerra nuclear. O un espectáculo de ratones bailarines. O lo que sea.

4. ¿Cometo mogoYón de faltas?

Otra pregunta con trampa: sí, sí, las cometes. Ni los correctores se libran de meter la gamba (seguro que en este artículo la he metido unas cuantas veces. Pero sí, el mogoyón era intencionado; muy mal si justo estabas abriendo el apartado de comentarios para echármelo en cara). Revisa con conciencia: busca faltas de ortografía y de gramática, pero busca también fallos de coherencia y de contenido. Edita, edita, edita, sin merced. Este texto ya no es tuyo, es de un inútil que no sabe escribir y al que tienes que salvar como sea. Más tijera y a ponerse el sombrero de corrector sin piedad. Todavía tendrás que darle unas cuantas vueltas más al texto, pero ahora es un buen momento para darle ese primer repaso.

Si necesitáis ayuda con eso de corregir, os recuerdo que escribí una pequeña guía útil que igual os viene bien.

5. ¿Lo que he escrito está bien o es una porquería muy grande?

Sí, ahora es el momento de hacerse esta pregunta. Si la respuesta tira más por el lado de la porquería: no borres, por lo menos no todavía. Si hay párrafos que no te convencen, corta y pégalos en otro documento. Más adelante, con la frialdad del tiempo y el juicio menos nublado, pueden ser útiles.

Y esto es todo, por ahora. 20 preguntas que pueden ayudarnos a sacarle el máximo rendimiento a una sesión de escritura. ¿Pero qué preguntas creéis que faltan aquí? ¿Qué interrogantes os hacéis vosotros antes, después y mientras escribís? Contádmelo en los comentarios.

 


Esta parte ya os la sabéis, pero la voy a decir otra vez, porque vuestro dinero es lo que me permite comprar zapatos. Y tengo un problema con los zapatos:

Mi librito de corrección básica para escritores ya está disponible en papel. Si quieres tenerlo en tus manitas, para subrayarlo y guarrearlo como debe ser, tienes dos opciones:

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¡OS PROMETO QUE HA QUEDADO MONÍSIMO! Hasta tiene un unicornio en la contraportada, lo cual imagino que no os sorprenderá en absoluto:

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