No, no estamos picando en una mina en Marte bajo el látigo implacable de un supervisor apestoso. No estamos ayudando a un granjero de Iowa a inseminar a todas sus vacas. No somos policías en un pueblo perdido de la mano de Zeus donde de repente el 99% de la población se ha despertado con un apetito insaciable de carne humana. No es tan terrible esta afición/oficio/como-quieras-llamarlo que es escribir.

Aun así, creo que pocas cosas hay tan duras para el ego, la confianza y la creencia en un futuro (cualquier futuro) que esta manía de juntar letras y esperar que tengan sentido y queden bonicas.

(Bueno, tal vez cualquier otra profesión artística. Y muchas cosas más. Pero es parte del oficio de escritor ponerse melodramático).

Da igual que hablemos de autores aficionados, escritores ocasionales. De cuentistas habituales, redactores profesionales o creadores de contenido pornográfico para hombres de 27,5 años, de más de 1,80 de altura, que vivan en la parte norte de Cáceres (¡nicho de mercado!). Yo diría que casi todos hemos pasado por ese momento. O por muchos de esos momentos. El momento del «casi». Del adiós, muy buenas. De asomarse a la ventana, ver si pasa alguien que nos cae mal y tirarle el ordenador que contiene nuestro último libro a la cabeza (¿no? ¿Solo yo? ¿En serio?).

El primer rechazo (y el decimosexto). El(los) libro(s) que no vende(n). Una crítica atroz. Cualquiera de esos instantes en que deseamos dejarlo todo. Esos instantes en los que lo de la mina marciana no suena tan mal (mmmm, látigo). En que estamos a punto de abandonar.

Y, sin embargo, por alguna razón extraña que todavía no entendemos, no lo hacimos. Seguimos adelante. Seguimos escribiendo.

No os voy a hablar de mis momentos de abandono; eso mejor me lo guardo para el día en que me quede en blanco y aporree la pantalla con la cabeza, sin saber qué más contaros. Voy a hablaros de los de quince escritores que han tenido la amabilidad de compartir conmigo sus experiencias. Vienen a contarnos ese instante terrible y también vienen a contarnos qué los hizo salir del agujero. A todos les pedí que me enviaran además una imagen que representara para ellos el optimismo, ese cambio desde el momento de desánimo y la actualidad.

Aquí os dejo con ellos. Pensé que todos seguirían patrones similares de desamparo, pero cada historia es única, diferente. Espero que os resulten tan fascinantes como a mí:

Juande Garduño

juande garduño

Juande aparece en esta foto con Matthew Fox, actor protagonista de la adaptación al cine de su novela Y pese a todo.

La verdad es que tu pregunta me ha hecho recordar que una vez sí que estuve a punto de dejarlo. Fue con poco menos de treinta años, antes del éxito de Y pese a todo. Estaba asqueado de que todas las editoriales me rechazaran manuscritos y pensaba que nunca publicaría, así que me dediqué durante un año y medio a leer, sin escribir ni una sola palabra. No me torturé demasiado, pero un día tenía mucho mono de escribir y me puse. Y así hasta hoy.

Álex Portero

álex portero

Álex me manda una foto de su zona actual de trabajo, y me dice que la imagen fue tomada a mediodía, algo que antes, durante más de diez años, habría sido imposible:

Estuve muy cerca de abandonar hace un par de años, algo menos. Mi trabajo diario, por entonces seguía trabajando en la librería, hacía que tuviese que ponerme a escribir alrededor de las 11 de la noche, cada día. La propia frustración devenida por desempeñar una labor diaria que me tenía 12 horas fuera de casa, el cansancio, y la desconfianza, hacían que fuese incapaz de terminar la mayoría de las cosas que comenzaba, si lo conseguía, el resultado siempre me parecía mediocre, condicionado por la situación de cansancio. Por no hablar de la paradoja del librero: la falta de tiempo para leer, y si no lees, es una irresponsabilidad ponerse a escribir. Leía, siempre lo he hecho, pero menos de lo que debe hacerse si te dedicas a escribir libros.

La desconfianza en mi obra, unos resultados mediocres y mucho cansancio, estuvieron a punto de hacerme abandonar. No sólo la literatura, casi todo lo que me importaba.

En el presente, estoy en condiciones de dedicarme exclusivamente a la literatura, por un tiempo, veremos si todo lo expuesto antes era cierto y no una excusa. Dejarlo sigue siendo una opción si los resultados no cumplen mis expectativas.

Daniel Pérez Navarro

daniel pérez navarro

Daniel me manda una foto suya, reciente y feliz. Me explica qué ha cambiado para él:

Una difícil situación personal me llevó a romper con casi toda la actividad literaria: dejé de escribir artículos musicales, abandoné los foros de música y libros y las listas de correo y me di de baja de las pocas asociaciones a las que pertenecía. En 2011 publiqué 2 libros. Uno en AJEC cuando estaba claudicando, que no tuvo distribución, y otro en Viaje a Bizancio, en la que también fui de los últimos libros en salir y apenas se leyó. Me pregunté, ¿para qué ese esfuerzo? La salida de la crisis no fue el abandono. Volví a escribir con dos condiciones. La primera, que no me daría de codazos en el mundo editorial. Nada de más concursos. Ya tengo un buen trabajo, pasaría del modelo liberal de la economía aplicado a las letras, escribiría sólo si no había un objetivo a la vista y se lo ofrecería a quien mostrara interés. También reduciría el número de apariciones: no tenemos tantas cosas que contar y repetirse me parece una mala opción. La segunda, debía olvidarme de mí, los libros tenían que hablar de otros. El fruto de esa salida de la crisis fue 14 maneras de describir la lluvia, que cumplía los dos requisitos.

Jaume Vicent

jaume

Jaume, al que seguramente conoceréis por el blog Excentrya, me manda como imagen un manuscrito que anda ahora corrigiendo. Es el mismo manuscrito del periplo editorial que nos cuenta aquí:

Estuve a punte de dejarlo después de los enormes problemas que tuve con la editorial que debía haber publicado mi primera novela. Me sentía engañado, me sentía muy defraudado y me sentaron muy mal ciertos comentarios personales que me hizo uno de los directores de la editorial, fueron comentarios horribles; una rabieta por haber rescindido mi contrato, un contrato que ellos no estaban cumpliendo.

Me sentí solo, estafado y engañado. Sentí que todo el trabajo que había estado haciendo no valía la pena, que mi trabajo nunca sería lo bastante bueno, que yo no era lo bastante bueno para estar aquí, que nada de todo esto valía la pena, en ese momento, lo único que podía pensar era que en este mundillo sólo hay buitres y ratas.

Por suerte, me sobrepuse, en ese momento estaba trabajando con otras personas y ellas me dieron fuerzas y el empuje necesario para continuar, me ayudaron a confiar en lo que escribo. Desde ese momento dejo que mis historias hablen por mí. La mejor decisión que tomé fue seguir haciendo esto.

Juan Carlos Vicente

Juan carlos vicente

Juan Carlos me envía una foto del documento en que está trabajando ahora. Dice: «Creo que no hay nada que refleje mejor que uno escribe que la propia escritura». Y me cuenta esta experiencia:

Cuando publiqué el año pasado mi novela Opus, trabajaba como copywriter en régimen de autónomo. Puede parecer algo idílico, trabajar escribiendo, pero, en mi caso, no ha sido así.

La novela Opus está inspirada en mis experiencias trabajando para el Opus Dei (no soy del Opus, ni siquiera afín a la institución de la Iglesia). La mandé a alguna editorial, y recibí alguna carta de rechazo, por lo que decidí optar por la autopublicación en Amazon (Kindle y Createspace).

Al poco, recibí algunos correos poco amables (no amenazas, aclaro) de miembros del Opus y alguna llamada de gente relacionada con mi antiguo trabajo (querían saber qué había salido a la luz), varias llamadas con número oculto a horas intempestivas, y se me cayeron tres clientes que, tras investigar más tarde, descubrí estaban relacionados con la secta.

Entré en una crisis creativa, me agobié por el tema de las facturas, y mi trabajo de copy (teniendo en cuenta que no me entusiasmaba) se resintió en cuanto a productividad.

¿Realmente merecía la pena seguir escribiendo, tener un feedback casi exclusivo (y negativo) de gente relacionada con lo que se contaba en la novela, habiendo vendido apenas 200 libros? ¿No sería mejor escribir de forma privada, sin publicar nada, o esto en realidad es algo contra natura en alguien que lo que pretende es contar historias? ¿Tiene sentido el esfuerzo cuando la recompensa, a veces, es tan pequeña?

Fueron dos meses complicados, sin escribir. Pero “estar liberado” no me hizo más feliz, al contrario.

Es lo malo de la escritura, si te atrapa, ya no hay salida.

Enara López de la Peña

enara lópez de la peña

Enara me manda una foto actual suya, escribiendo. Me gusta su historia, porque estoy convencida de que no hay nada como leer un libro malo para dejar de lado las dudas y los miedos:

Yo soy periodista. Me licencié en el año 2010. Nací en San Sebastián, estudié en Pamplona, estaba de becaria en la Eitb (televisión pública vasca) y cuando acabé me vine a vivir a Jaén con mi pareja, con una beca para el periódico local. Todo parecía que iba a ir como la seda, pero en el último momento rechazaron mi propuesta y terminé trabajando en una tienda de ropa para niños. Algo era, había que sobrevivir, lo sé, y aun así al principio me resultó tremendamente duro. Más que nada porque yo ya tenía una novela en mente, una historia que había empezado a escribir con mucha ilusión. Sin embargo, con este golpe la dejé por completo. Me sentía infravalorada, desechada. Si no servía ni para trabajar de lo mío, escribiendo en un medio de comunicación, ¿quién leería cualquiera de mis textos? Más aún, textos de fantasía o paranormal. ¿A quién le iba a importar lo que podía contar? A nadie, por supuesto.

Estuve un año sin escribir. Ni siquiera lo hacía en las redes sociales, ¿acaso a alguien le interesaría mi vida? ¿Mis palabras? Iba a rendirme, hasta que ocurrió: leí Vampire Academy, de Richelle Mead. Fue una novela que me impactó porque me pareció terrible. Horrible. Mal redactada, mal narrada, mal argumentada, con personajes arquetípicos sin sabor ni atractivo. Y pensé: “Qué demonios, yo puedo escribir algo mejor”. Así que retorné al texto de Word, acabé mi novela Mak, amapola de sangre (en busca de editorial) y ya no pude parar. Hoy día sigo publicando semanalmente textos en mi blog.

Ana Nieto Morillo

ana nieto

Ana me envía una foto con la antología Conjuras, en la que participó hace poco con el relato Los caminos alternativos de la magia. Cualquiera lo diría, sabiendo que estuvo muy cerca de abandonar, y todo por una crítica muy destructiva. Nos cuenta aquí el momento en que casi abandonó:

Cuando terminé mi primera novela. Sí, sé que suena contradictorio. Un profesor insistió en leer aquel tocho y yo (ingenua) se lo presté con gusto. No esperaba alabanzas, sino una crítica dura, pero constructiva. Ansiaba que me leyeran para así conocer mis debilidades y fortalezas… porque algo habría hecho bien, ¿no?

Recibí algo distinto. Una crítica destructiva, la más hiriente de todas las que he ido acumulando en años posteriores… Según él no había nada que mereciese la pena. Trató de convencerme para dejarlo de inmediato, aseguró que estaba desperdiciando mi vida, que como mucho esas cosas se hacían en la vejez. Hizo cuanto estuvo en su mano para que yo creyera que no valía.

Que nunca valdría.

Volví a casa destrozada, escribir era lo que más me gustaba desde que podía recordar. Durante aquella tortuosa tarde me planteé si valdría la pena, pero algo en mi interior —quizá algo que navegaba en mi sangre—, me gritó que no podía hacer eso, pues estaría traicionándome a mí misma.

Ese día curioseando en Youtube me topé con una charla de Jordi Sierra i Fabra en un colegio de Medellín. Jordi les hablaba a los chicos de sus inicios, de cómo fue maltratado en un colegio franquista. Nadie creía en él. Hasta que se dio cuenta de que había alguien que sí lo hacía. ¿Adivináis de quién se trataba? En efecto, ÉL mismo.

Para mí aquello fue una suerte de epifanía.

Ese ha sido mi momento más oscuro, pero me hizo fuerte.

Ignacio J. Borraz

ignacio j. borraz

Creo que Ignacio da en el clavo al proponer un cambio de formato para reiniciarse, para volver a cogerle gusto a la escritura. Me envía una foto suya firmando una antología de varios autores en Sant Jordi, y me cuenta:

Debe de hacer ahora aproximadamente un año. Llevaba más de nueve meses trabajando en la idea de una antología de relatos propios y me di cuenta de que no estaba satisfecho con los que había escrito, idea que compartían mis compañeros y compañeras en la Escuela de Fantasía. De repente, esa realidad me cayó como un mazazo y estuve varias semanas planteándome si valía la pena seguir.

Al final, abandoné la idea de esa antología pero conseguí no abandonar la escritura. Me reinventé, probando con los microrrelatos y poco a poco aparecieron ideas más extensas y he regresado a la senda del relato en estos últimos meses sin abandonar los microrrelatos, formato al que he cogido bastante cariño.

Lola Robles

lola robles

Lola me manda una foto suya reciente, cómo no, escribiendo. Su caso es diferente a los demás que hemos visto. ¿Qué ocurre cuando uno no puede escribir, no por desesperación, sino por algún impedimento físico?

El momento de mi vida en que pensé que no podría seguir escribiendo fue a partir de 2006, cuando empecé a tener problemas visuales severos. Desde niña era muy miope, porque me tocó la bola negra en la herencia genética, pero en 2006 mi degeneración macular avanzó mucho.

Desde entonces he tenido que adaptarme a mis limitaciones. Por fortuna conseguí afiliarme a la ONCE, y gracias a su magnífica biblioteca sonora puedo seguir leyendo. Escucho sus audiolibros y también otros que yo me hago con un programa casero. Gracias a la ONCE también he aprendido a manejar otro programa con el que puedo escribir en el ordenador sin mirar la pantalla, pues la luz me cansa mucho. Asimismo uso un IPhone, en el que hay una aplicación con la que se puede dictar y que lee mensajes y libros digitales.

Para escribir, generalmente redacto la primera versión en una mini grabadora de un texto, luego la escucho y la «paso a limpio» grabándola en otro aparatito. Una vez consigo una versión suficientemente válida la transcribo en el ordenador, y este tiene un programa que me lee los textos, para corregirlos.

En fin, escribo muy despacio, pero la literatura y la escritura son mis pasiones y mientras me sea posible no prescindiré de ellas.

Últimamente paso mucho tiempo sentada con los brazos cruzados y cara de pocas amigas esperando que algunos de mis más recientes artículos y manuscritos míos que andan rodando por ahí sean publicados.

Victor Selles

victor selles

Victor, a quien seguramente conoceréis por el blog Moral de frontera, me envía una foto de su escritorio actual y me habla de escribir y de fumar:

El momento en el que casi dejé de escribir fue el mismo momento en el que dejé de fumar. Cuando abandoné el vicio, me entró el mayor bloqueo de escritor que he tenido nunca. Se supone que para poder vencer la tentación de volver a fumar, debes dejar de hacer todas las actividades que asociabas al tabaco. Y para mí, escribir y fumar eran la misma cosa. Así que tuve que dejar de escribir, y cuando quise volver, era como si se me hubiera olvidado.

Me pasé un año entero sin escribir nada.

Nunca podría haberme imaginado que el humo estaría tan relacionado con la inspiración y con la concentración.

Creo que de verdad estuve a punto de dejarlo del todo. Sin embargo, con bastante esfuerzo y disciplina conseguí superarlo, y ahora escribo con mucha más frecuencia que antes. Por eso sé que nunca volveré a fumar. Para mí, escribir es demasiado necesario.

 C R Villanueva

c r villanueva

Y aquí tenemos otra imagen de una mesa de trabajo, una imagen que representa el trabajo actual de esta autora y bloguera que casi lo dejó por una experiencia muy poco satisfactoria con una agencia:

Fue el momento en el que recibí la respuesta al informe de lectura. Debería haber sido un momento feliz, y lo fue, pero yo me había estado haciendo ilusiones de que a la agencia donde se lo había enviado me lo iba a publicar. En realidad lo único que hicieron fue cobrarme por leer la novela y enviarme un informe donde me decían que todo estaba bien y que el libro tenía un tema interesante. Yo me quedé con cara de: «¿Y qué más?». Fue todo un poco decepcionante, además se me juntó que comenzaba un nuevo trabajo en un nuevo lugar y las tentaciones de dejarlo fueron más fuertes. Estuve meses sin escribir casi nada, hasta que me di cuenta de que era eso a lo que quería dedicarme, a lo que iba a dedicar mis mayores esfuerzos.

Juan José Hidalgo Díaz

juan jose hidalgo díaz

Fotos como las de Juan José me hacen especial ilusión porque me envía una imagen en el entorno de su trabajo «de día». Fotos así son un recuerdo de lo que significa escribir incluso cuando tienes una profesión primaria exigente. Me cuenta:

Sé que no es lo que buscas, pero es que nunca he tenido esa sensación. He tenido la sensación de que estaba «dormido», muchas veces, sobre todo estos últimos seis años (y en particular este año), por falta de tiempo.

Pero es parte de mi ADN el ser escritor, no puedo dejarlo, como no puedo dejar de respirar.

Aun si mi yo del futuro llegara para decirme que jamás escribiré nada que merezca la pena, aun así seguiría escribiendo.

No puedo evitarlo, me han dibujado así.

Desiree Bressend

desiree bressend

Desiree, guionista y escritora transmedia, nos explica así su momento más bajo. La composición que me envía intenta también reflejar en imagen lo que significa sentirse así:

Antes dibujaba, en realidad llenaba un folio con detalles narrativos de lo que iba a contar.  Escribía en privado y mostraba la imagen. No había texto, no había nada que juzgar. En el fondo no tenía nada que ver con lo que quería.

Atravesé un purgatorio, un bloqueo, el no tener textos era no tener rumbo. La gente se movía a mi alrededor por intereses, me sentía desconcertada y me liberé, me fui del mundo como un ermitaño sin rumbo. Era mi guerra y entendí que ya estaba muerta, así que a partir de ahí lo reconstruí todo.

La escritura me ayudó a hacerlo, no sólo la narrativa, también el guion, los videojuegos. La palabra es mi fuente de luz, una manera de comunicarme con un actor, con un lector, incluso con las personas que quiero a través de notas, de evocar sentimientos que de otra manera no podría expresar.

Nuria C. Botey

nuria c. botey

Nuria me envía una imagen del 2013, de la entrega del Premio Nocte 2013 por parte de Juan Ángel Laguna y a David Jasso (Presidente y Presidente Honorífico de la Asociación, respectivamente) por su antología Vosotros justificáis mi existencia. Nuria es madre trabajadora, lo que, inevitablemente, influye en gran medida en su vida creativa:

El momento en que casi dejé de escribir es fácil de identificar, porque coincide con los nacimientos y primeros años de crianza de mis hijos.
Siempre digo que un escritor podrá dejar de publicar, pero nunca de escribir, porque crear historias forma parte de su naturaleza como observador e intérprete de la realidad, y lo mantengo. Sin embargo, reconozco que la maternidad y todas las obligaciones que conlleva (sumadas a otras que no se interrumpen, como el trabajo asalariado con el que pago la hipoteca) me han mantenido alejada de la escritura durante larguísimos periodos. Como cualquier adicción, al principio lo echas de menos, pero poco a poco te acostumbras a no hacerlo. Hasta que un buen día surge esa historia que te exige que le dediques su tiempo y vuelves a robarle horas al sueño (aunque tampoco te sobraban), porque el vicio es así.

Gloria T. Dauden

Gloria T Dauden

A veces para escribir no es necesario sentarse a poner las palabras en el papel. A veces es más importante vivir ciertas experiencias, para saber contarlas luego, como nos dice Gloria:

Durante mi Erasmus en Irlanda no escribí ni una línea de ficción. Es verdad que redacté artículos para el periódico de la universidad, pero nada de relatos ni capítulos de novelas. Fue la única época «vacía» de mi vida desde que, siendo una niña, aprendí a poner por escrito lo que imaginaba.

¿Por qué no escribí en mi Erasmus? Muy fácil. Sabía que iban a ser solo cinco meses y que tenía que exprimirlos, cada día, cada hora. Decidí vivir, viajar, conocer Irlanda a fondo. Conocerme a mí.

Durante todo ese tiempo atesoré vivencias, anécdotas, imágenes, colores, emociones y paisajes. Y luego, a la vuelta, pasada una corta etapa de duelo, de trauma posErasmus, regresé a la escritura con más ganas que nunca.

Toda mi ficción hablaba de Irlanda en esos tiempos y sigue haciéndolo, aunque sea bajo unos disfraces u otros. Irlanda ya nunca me abandonará. Mi escritura estará siempre marcada por esos meses en los que no escribí ni una sola línea.

Javier Trescuadras

javier trescuadras

Para terminar, Javier me envía una foto de la presentación en la librería Gigamesh de Barcelona de su antología Fenómenos extraños (Kelonia Editorial). Aquí está su historia:

Una serie de desafortunadas desdichas, parafraseando la película, casi me hace abandonar la escritura hace un año. La primera fue una novela compleja, que aún permanece inacabada en un cajón, la que me llevó al dique seco de repente. Había escrito otra tiempo atrás (¡conocía el camino!), y buscaba editorial para ella desde hacía doce meses. También tenía una antología de relatos dando tumbos. Total: mil publicaciones colectivas y ninguna propia. Ah, y un cheque de derechos de autor por cincuenta euros, impuestos aparte, en cinco años.

Si algo puede pasar, pasará, decía Murphy; y pasó, me bajaron el sueldo y todo se volvió difícil en casa. Las facturas no entienden de inspiración, ni mis hijos tampoco: «Siempre estás escribiendo», me reprochaban. Sentí que caminaba por un precipicio. Ofuscado y perdido dejé de escribir por un tiempo (no sé cuánto), ni quiero acordarme. Solo recuerdo que todo seguía igual; por más que lo intentes, a veces nada cambia. Nada menos yo, que fui tremendamente infeliz mientras duró aquel casi.

«Sigue escribiendo —me dijo mi mujer un día—, los problemas no desaparecen, pero al menos tendrás otra cara».

Gracias a ella fue solo un casi.

¿Y tú? ¿Cuál fue el momento en que casi abandonaste?

Puedes contármelo aquí, en los comentarios.


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