¡Sueños! Detesto, odio, aborrezco esa palabra (y además me cae mal).

Sueño es lo que tengo yo ahora mismo, que estoy escribiendo demasiado temprano.

Perseguir tus sueños. Qué bonito, ay. Mirada arrebolada, mejillas sonrosadas y vista puesta en el horizonte. ¡No, no lo es! ¡Es horrible!

Leí hace poco un artículo de Zdravko Cvijetic sobre las trece cosas que tienes que dejar si quieres alcanzar el éxito.

Éxito ya me gusta un poco más, porque éxito es algo que cada uno define a su manera, que elegimos según quiénes somos. Para mí, levantarme antes de mediodía es un éxito. Publicar algo nuevo en el blog es un éxito. Recibir una crítica y no buscar a esa persona para tirarle de los pelos a lo gata salvaje es un exitazo. Para otros, a lo mejor el éxito es diferente. Para otros el éxito será ganar una medalla de oro, conseguir el premio Nobel, tirarse a una estrella de Hollywood.

Decidí contestar con brevedad a Cvijetic, o más bien a su artículo, centrándome en la vida del escritor.

¿Son aplicables los puntos que expresa este señor de nombre impronunciable para mí? ¿Podemos adaptarlos a la escritura?

Sí. Y hasta añado alguno mío.

Aquí las tenéis: todas las cosas que tienes que abandonar para escribir y publicar más y mejor, para que tus lectores te adoren y la piel te luzca hermosa y fina. Lo de la brevedad, como ya anticipabais, no lo conseguí.

alcanzar tus sueños

1. Abandona tu estilo de vida poco saludable

Si eres escritor, esto se traduce en: deja de comer Doritos y levanta el culo del asiento por lo menos una vez cada hora. Puedes hacer algo de ejercicio; eso sería lo ideal. Yo odio hacer ejercicio (estoy mal hecha, tengo poca energía y además soy de naturaleza vaga), así que necesito incentivos especiales, como por ejemplo engancharme a Pokémon Go y andar diez kilómetros solo para que me toque otro Pineco asqueroso.

Podéis reíros, sí, pero es una decisión dura, antisistema, contracorriente. En mi barrio hasta hay pintadas del tipo «dejad el Pokemon de mierda ya, putos inútiles». A ver si os enseño una foto un día de estos.

Más allá de comer bien y moverse, uno puede buscar mil maneras de estar sano. Parece ser que eso es importante para rendir y para intentar no morirte antes de llegar a tu culmen como escritor. Rocío Vega tiene un artículo sobre cómo evitar tener lesiones asociadas al trabajo sedentario de autor, leedlo.

2. Abandona tu perspectiva a corto plazo

No, no vas a vender 30000 libros del tirón en tu primera semana, ni te va a publicar Planeta Mondadori Janés cuando solo has escrito tres microrrelatos. Se dice mucho que esto de la escritura es una maratón, no un sprint, y yo diría que es muy cierto. Al final solo quedamos los que resistimos lo suficiente como para hacernos buenos, así que ya sabes. Ya puedes ir pensando en tus metas para dentro de dos, cinco y diez años, porque has venido para quedarte.

Has venido para quedarte, ¿no?

abandonarExcepto en mi casa. En mi casa no te quedes, por favor. Deja de sonreír con picardía y de enseñarme las pantorrillas. 
Solo una noche más, vale.

Cuando tengo dudas sobre cómo afrontar esto de las metas y decisiones de escritora atribulada, intento aplicar el QHEM (¿Qué haría Elon Musk?), porque cuando un señor pretende ir a Marte no tiene más remedio que pensar a largo plazo.

3. Abandona tu afición a jugar en campos pequeñitos

No te confíes, no pienses que ya eres lo bastante bueno. Aspira a las estrellas y todo eso. Cvijetic cita a Marianne Williamson cuando dice:

There is nothing enlightened about shrinking so that other people will not feel insecure around you.

(No tiene nada de positivo hacerte tú más pequeño solo para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor).

Cuando estaba en el cole nunca me ofrecía para los solos en el coro (aunque me moría de ganas), porque sabía que me criticarían por ello y me llamarían creída.

No sé por qué le he tenido siempre tanto miedo al insulto ese de creída. Por lo que he visto, suelen usarlo con gente interesante a la que me gustaría conocer mejor.

Ahora pienso que menuda gilipollez (me iban a criticar de todos modos, por cualquier cosa) y que ojalá hubiera cantado más y más alto, con lo que me gustaba y con lo que molaba.

Cuando empiezas a hacer cosas un poco diferentes, cuando empiezas a dar la nota (en todos los sentidos), otros se sentirán inseguros a tu alrededor y te atacarán. Eso te lo garantizo. Ya está bien de escondernos allí donde no llegan los focos.

Siempre puedes ir a casa de los que te atacan y tirarles de los pelos.

4. Abandona tus excusas

Es que es tarde. Es que no llego. Es que para qué. Es que otros son mejores. Es que tengo que cardar a mi gato para luego crear bolsitos adorables de ganchillo con el pelo sobrante.

Una chica me dijo hace unos días que quería empezar un blog, pero que había encontrado otros que le parecían tan buenos que no podía evitar compararse, y que se le habían quitado las ganas.

¿Quieres empezar un blog, escribir un relato, una novela o un edificio churrigueresco?

Otros lo hacen mejor que tú, claro que sí.

alcanzar tus sueñosPor ejemplo, este señor.

Ellos empezaron. Y luego siguieron.

5. Abandona tu estancamiento

¿Recuerdas lo de GIGO (garbage in-garbage out)? Así es: si consumes basura fea, producirás basura fea.

(A no ser, claro, que seas un unicornio).

Necesitas consumir cosas excelsas, realmente excelentes, para progresar. Necesitas leer en géneros que no son el tuyo y necesitas mantener siempre una mente abierta y curiosa, que busque aprender algo nuevo a diario.

Las personas más magnéticas y fascinantes que he conocido no son las más inteligentes, sino las más curiosas.

Por ejemplo, yo hoy he aprendido que si le das un poder a un personaje y luego ese poder tiene una relevancia escasa para la trama, vas a cabrear al lector (probablemente porque esa información importante no se cierra, creando un efecto Zeigarnik negativo). He aprendido que hay un programa llamado dlvr.it recomendado por buenos blogueros para automatizar publicaciones en redes sociales, al que probablemente le eche un vistazo. He aprendido que si vas a la tele es mejor ponerte una camiseta que un vestido, por aquello de colocar los micros, y que deberías asegurarte de secarte el pelo antes de salir de casa. He aprendido la clave de wifi de un bar nuevo. He aprendido un truco para sacarle rendimiento rápido a un libro que acabas de leer. He aprendido que el vermú tiene unas 150 calorías por 100 ml (algo que, ahora que lo pienso, habría preferido no saber).

Cosas importantes.

(Reconozco que todo ese aprendizaje no ha sido excelso, pero dejadme).

6. Deja de creer en trucos mágicos

No va a venir tu hada madrina a ofrecerte un contrato millonario con la HBO ni a prepararte un vestido monísimo para que seas la más bella del baile mientras recibes tu óscar-grammy-nobel-de-Asturias-de-la-paz por tu novela musical adaptada al cine y el príncipe te saca a bailar un tango que ni el Roxanne adaptado de Moulin Rouge.

conseguir tus sueñosA tu lado, Satine no es más que una pobre cenicienta de segunda. 
Y tú no tienes por qué morir de tubercolosis, que la ciencia ha avanzado una barbaridad desde el París de la bohemia impresionista.

Si quieres a ese príncipe, vas a tener que currártelo. Vas a tener que perseverar.

Ojo: esta es una metáfora. Perseverar amorosamente a diario para conquistar a quien no le interesas se llama acoso y está penado por la ley, por mucho que las comedias románticas te insistan en lo contrario.

7. Abandona tu perfeccionismo

Tu texto nunca será perfecto. Y hecho es mucho mejor que perfecto. De eso hablaré más en profundidad otro día, pero es Verdad Verdadera.

Pero. Pongo un pero.

¡Eso no es excusa para que entregues borradores sin corregir! Para el escritor, corregir es parte de hacer.

alcanzar tus sueñosPequeño ejemplo aleatorio de casos concretos donde un poco de perfeccionismo no haría mucho daño tampoco

No obstante, después de 18 correcciones, vas a tener que desistir. Las erratas estarán ahí, hagas lo que hagas, y un libro solo se termina cuando se publica (en caso de autoeditados en formato digital, ni eso).

Sabes que ocurrirá. Sabes que abrirás tu libro recién publicado y que lo primera que encontrarás será una errata. Vas a tener que rendirte en algún momento. Si te atascas obsesionándote con hacer que todo sea perfecto, no terminarás nada y no habrá aprendizaje ni progreso posible. Termina, termina, termina.

8. Abandona la multitarea

Yo solía estar muy orgullosa de mi habilidad para hacer muchas cosas a la vez. Siempre tenía, como mínimo, diez pestañas abiertas en el navegador con aquellas diez cosas que iba haciendo de manera simultánea.

Esa habilidad no existe y lo mejor que me pudo pasar fue darme cuenta de ello.

Miento. Lo mejor que me pudo pasar fue descubrir Black Sails, pero de eso hablamos en otro momento.

Elige una cosa y haz solo eso.

Cuando me siento agobiada, cuando tengo demasiado que hacer, ese es mi mantra.

A veces es necesario llevar adelante varios proyectos de escritura a la vez. Pero acuérdate de trabajar solo en uno en cada sesión de escritura. Solo en uno, sin distracciones ni nada más. Soy muy aficionada a la técnica del pomodoro (uso la alarma del móvil y desconecto el wifi; si necesito la conexión para trabajar, uso moosti) y a los bloques de tiempo (sesiones largas destinadas a un solo tipo de actividad).

A tu cerebro le lleva un tiempito volver a enfocar del todo su atención en una tarea nueva (por lo que he leído por ahí, alrededor de veinte minutos). No lo hagas trabajar más de la cuenta, que bastante tiene con lo que tiene.

9. Abandona tu necesidad de controlarlo todo

*Gabriella silba y mira a otro lado*

*O lo haría si supiera silbar*

*Ahora siente la necesidad de aprender a silbar PORQUE TIENE QUE CONTROLARLO TODO*

A veces, delegar es bueno. Se trata de encontrar a la gente adecuada. Otras, no queda más remedio aceptar que no todo está en tu mano y es hora de hacer un saludable encogimiento de hombros y a otra cosa, lepidóptero.

10. Abandona tu necesidad de decir que sí a todo

Otro de mis grandes males. Y no aprendo.

Aprendo un poquito. Cada vez hago mejor lo de decir que no. Pero a veces me pillan de muy buen humor, o me pide algo alguien que me cae muy bien o a quien le debo un favor, o me preguntan después del almuerzo (lo de los vendedores telefónicos a la hora de la siesta no es casualidad, amigos) y caigo y me rasgo las vestiduras.

(Solo las baratas, claro. Por suerte, soy pobre, así que no me veréis rasgándome faldas de Chanel ni blusas de Donna Karan).

Porque no hay tiempo.

El tiempo es limitado y sigo empeñada en creer que las horas son elásticas, que pueden sacarse segundos de donde no los hay. Y esos segundos que supuestamente me llevará una tarea nunca son segundos. Ni minutos. Suelen ser horas. Y encima procrastino y me estreso porque son cosas que en realidad no quiero hacer.

Últimamente, cada vez que me piden algo, me hago la siguiente advertencia. Sentíos libres de copiármela:

ADVERTENCIA

alcanzar tus sueños

Gabriella, cada segundo que dediques a esto es un segundo que no podrás escribir

Visto así, el NO llega con más facilidad, aun con gran dolor de mi corazón.

A veces tenemos tanto FOMO (Fear Of Missing Out: miedo a perdernos algo), que decimos que sí solo por no perder oportunidades. De decir que sí a cosas que no me interesaban me han salido oportunidades geniales, es verdad. Pero solo fue el 0,01% de las veces.

Visto con la estadística pura y dura por delante, no, no merece la pena.

Cada vez que te pidan u ofrezcan algo que te llevará tiempo y esfuerzo, pregúntate qué aporta a tus objetivos principales. Ya sé que es egoísta, pero tampoco puedes pasarte tu vida entera haciendo cosas que solo aportan beneficio a los objetivos principales de los demás, que los años se van y cuando te quieres dar cuenta no has hecho absolutamente nada con tu vida. Ni has curado el cáncer, ni has sacado a Timmy del pozo ni nada. NOTHING.

11. Abandona a la gente tóxica

Nunca me ha gustado eso de gente tóxica, porque cada vez que oigo a alguien decir aquello de «estoy eliminando a la gente tóxica de mi vida», suele decirlo alguien que es de lo más tóxico. Así que siempre cabe preguntarse «¿y si el chungo soy yo?».

Ante eso, solo cabe una respuesta: «¿Qué puedo hacer para mejorar YO?«.

Dicen que somos la media de las cinco personas con quienes más tiempo pasamos. No sé si eso, en mi caso, me da miedo o alegría. Pero sí es cierto que me rodeo de gente divertida, interesante, generosa e inteligente. Y, cuando puedo y me dejan, me arrejunto con personas a las que admiro en los campos en los que busco mejorar.

Rodearte de personas que representan lo que quieres llegar a ser te convertirá a ti en una persona mejor.

No tienes que llegar al extremo de emparejarte con una de esas personas para que no se te escapen y tenerlas disponibles para tu aprendizaje y progreso 24/7, como hice yo (insisto: el acoso es Mal), pero pilláis la idea.

Tienes que dejar de lado a aquellos que te hacen la vida un poquito más triste. Pero a lo mejor deberíamos dejar de pensar que la culpa de nuestra desgracia está en los bichos que nos rodean y empezar a buscar a personas que nos inspiran para ser todo lo que nos gustaría llegar a ser.

12. Abandona tu necesidad de gustarles a los demás

Jajaja. No.

Lo siento, Cyvijeticomotellames, eso JAMÁS.

QUIERO AMOR Y LO QUIERO AHORA. DÁDMELO.

(Supongo que lo ideal es tener la personalidad y fuerza suficiente de poder hacer las cosas a tu manera pese a las críticas. Cuanto más te especialices en un género y mejor lo hagas, por ejemplo, más vas a alejar de ti a las personas que no son aficionadas a ese género. Excepto en mi caso, claro. YO CONSEGUIRÉ QUE LEÁIS FANTASÍA OSCURA TODOS, ¿ME OÍS? ¡TODOS!).

13. Abandona tu dependencia de las redes sociales y de la televisión

Lo de la televisión lo he conseguido.

Lo de las redes sociales es un poquito más difícil, por la sencilla razón de que son una herramienta fantástica de promoción para escritores, bien usadas.

Supongo que la solución está en conseguir restringir el tiempo personal que dedicamos a esos agujeros negros chupavidas. Últimamente, como ya he comentado antes, me funciona bien desconectar el wifi cuando estoy trabajando en otros asuntos, y limitar mi acceso a redes (aun para cosas de trabajo) a ciertos horarios.

Y esto es necesario, creedme. Desde que funciono así es como si hubiera recuperado horas de mi vida que no sabía que existían. Lo mismo ocurre con el correo electrónico. Lo que en principio iba a ser «voy a mirar un segundo mi bandeja de entrada por si hay algo importante» se convierte en «¿por qué son las diez de la noche y estoy viendo un vídeo de lémures saltarines en un karaoke?».

Y como estoy de buen humor y tampoco es plan de limitar este artículo a robarle ideas al pobre Cgjsiadalsptilskin, añado un par de abandonos de mi propia cosecha:

14. Abandona tu timidez

¿Algún tímido en la sala? ¿Y algún introvertido?

Si sois escritores, estoy segura de que más de uno, y más de cien, habréis levantado vuestra mano virtual (puntos extra para vosotros si habéis levantado la mano física).

Ya he hablado de lo estúpido que me parece ahora haber dejado de hacer aquello que me gustaba por miedo a lo que pudieran pensar otros. Aún más estúpido habría sido dejar de hacer cosas por timidez. Y por eso tuve que aprender a cargármela.

Cuando digo que soy tímida e introvertida, la gente se ríe: «qué buen chiste», deben pensar. Soy una acaparadora de conversaciones, me encanta conocer a gente nueva, hablar en público me hace muy feliz y soy la primera en intentar incluir en un diálogo a todo el mundo para que no se queden fuera. O eso creen.

Cuando yo tenía seis o siete años, me hacía la dormida cuando iba en el coche con mis padres para que no me obligaran a entrar en la tienda a pedir yo los helados. Porque mis padres me obligaban, sobre todo cuando se dieron cuenta del pánico que me producía entrar en la dichosa tienda y hablar con un desconocido. Ese era mi nivel de timidez.

Eso es algo que he podido superar (un poco) con mucha fuerza de voluntad, exponiéndome a ese tipo de situaciones una y otra vez para normalizarlas.

alcanzar tus sueñosMás que nada, porque hacerse la dormida en las estaciones de autobús no te lleva a ninguna parte. Metafórica y literalmente.

Aun así, mi pareja podrá deciros que suelo mandarlo a él a pedir en los bares y que no hay nada que odie más e intente evitar que una llamada de teléfono.

Por favor, nunca me llaméis por teléfono.

Por si eso fuera poco, soy introvertida. Eso significa que las interacciones sociales me chupan mucha energía y me dejan más baldada que una terraza sucia.

Si yo hiciera caso de mi timidez e introversión, no hablaría con nadie casi nunca y, mucho menos, haría todo aquello que me produce recompensas en mi vida. No tendría este blog, no haría presentaciones de libros, no tendría amigos ni iría a convenciones chachis (como el Celsius de este año, por ejemplo, o el Festival de Fantasía de Fuenlabrada). Qué narices, la mayoría de los días ni quiero salir de casa (ni de la cama, que mi cama es muy cómoda, bonita y perfecta para enroscarse con gato y libro).

Sé que reunir la fuerza para hacer preguntas cuando no entiendes algo en clase o en una conferencia, o tener el valor de contarle a un montón de gente por qué tendrían que comprar tu libro es duro, es muy duro. Lo malo es que muchos tímidos nos creemos que eso es algo innato, que para eso solo sirven las personas muy sociables y extrovertidas. Pero es que el networking ese del que hablo tanto en este blog es lo que mueve el mundo, querido/a. Si quieres triunfar en algo, lo más probable es que tengas que relacionarte con otras personas.

La timidez puede superarse; la introversión solo implica que tienes que dosificar tu interacción social y planificar tiempo de «recarga». Que me lo digan a mí, que vivo en extremos de «ermitaña modo cueva» y «mariposa hipersociable en entornos muy públicos».

Es que me canso solo de pensar en lo segundo.

Uf, qué cansado.

¿De verdad tengo que contarle a todos estos niños por qué escribimos El día del dragón? ¿De verdad tengo que convencer a alguien de que el posapocalipsis weird es algo megachachi?

Pero también es tremendamente emocionante, ¿no creéis?

Para terminar, otro punto que me parece fundamental:

15. Abandona el miedo a fracaso

Aunque está relacionado con el miedo a no gustar a los demás y con el miedo a las críticas, el temor al fracaso es algo distinto. También está relacionado con el problema del perfeccionismo: muchas veces dedicamos tanto esfuerzo a que algo esté perfecto (en vez de terminarlo) como mera forma de evitar sacarlo a la luz, porque ¿y si no funciona?

OH DIOS MÍO Y SI NO FUNCIONA.

¿Qué es absolutamente lo peor que podría ocurrirte si no funcionara?

alcanzar tu sueñoOcurra lo que ocurra, piensa que podría ser peor. Podría perseguirte un tiranosaurio.

Lo he dicho un montón de veces: me encanta cuando viene alguien y me dice «tu blog le gusta a la gente, qué suerte tienes» o «claro, es que tú tienes talento».

En primer lugar: gracias, eres extremedamente amable y bello/a. En segundo lugar:

DE SUERTE Y TALENTO NADA, CAPULLÍN. Lo que soy es una fracasada.

Las cosas funcionan porque has probado 18000 desastres antes. Llevo con blogs desde… yo qué sé… ¿el año 2000? Llevo escribiendo desde siempre, llevo trabajando en el sector editorial desde siempre, y mandando a concursos y convocatorias con un rechazo tras otro. Las editoriales me han rechazado manuscritos y me siguen rechazando manuscritos y me seguirán rechazando manuscritos, porque parece que su único objetivo en la vida es rechazarme manuscritos: ¡pues claro que sí! Y mis libros no han vendido ni una décima parte de lo que me gustaría. Y probablemente esto en lo que trabajo hoy tampoco consiga una m****a.

Porque el fracaso es una parte inevitable de la vida, así que mejor que sea un fracaso del que podamos aprender y que nos ayude a avanzar.

Tómate los rechazos y los fracasos como un objetivo, una meta a conseguir.

Los triunfos vendrán solos.

(Ahí hay uno, en el horizonte, escondido tras esa montaña de pico nevado. Te espera, con ojitos de gato de Shrek y ganas de cambiarte la existencia para siempre).

(Se llama Bill).

(Fracasa y levántate: dale una oportunidad a Bill).


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-Imagen del Obradoiro por Luis Miguel Bugallo Sánchez.