Te traducen al japonés y tu editorial ni te lo cuenta (ni lo incluye en las liquidaciones).

Envías relatos a treinta concursos y no obtienes ni una mención de honor.

Inviertes mil euros en autopublicarte (portada, corrección y demás) y vendes veinte libros.

Tienes que comprar ejemplares de tu propia obra, porque así lo estipula un contrato que pensabas que era de edición tradicional (pero no).

¿Situaciones de pesadilla? No. Todas están basadas en casos reales.

Puede que estés harto de tantas vueltas: de tanta pelea sobre derechos, malas editoriales, pagos justos e injustos, marcas personales, tácticas de promoción y demás. Cuando eres autor y estás agotado y confuso, al final solo queda una cosa, que es escribir.

A veces todo es demasiado y en esos momentos es cuando debemos recordar que nosotros a lo que veníamos aquí era a crear y es que eso es, como dice un amigo escritor, «lo que nos da la vida».

No sabía muy bien cómo titular este artículo, porque Cuatro habilidades necesarias para triunfar queda, no sé, como algo salido de un blog megamotivador de persona que vende contenidos sobre cómo vender contenidos mientras hace coaching sobre cómo alinear tus chakras.

Compra mi libro

El título que he puesto al final es, en cierto modo mentiroso: para escribir solo necesitas una habilidad, que es la de saber unir letras para formar palabras y saber unir esas palabras para que formen frases coherentes. Escribir era eso, ¿no?

Siglos de teoría literaria podrán hablarte de forma, fondo, intencionalidad y recepción, pero yo diría que la definición que yo he dado sigue siendo válida, en esencia. Hasta la RAE diría algo similar.

Pero me siento en la obligación, una vez más, de hacer una distinción importante entre escribir para ti y escribir para los demás. Y ahí es donde entran ciertas habilidades de las que vengo a hablar hoy, así que olvida tus preocupaciones, ve sacando la silla, el té y la botella de ginebra premium, que ya sabes que yo soy de meterme en materia in profundis.

Una diferencia clave de intención

Existe una cantidad sorprendente de personas (entre las que yo también he estado: me encanta hablar de mis propias cagarrutas), que no entiende una diferencia muy básica: o bien escribes solo para ti, por tu propio placer, o bien escribes para que otros te lean.

La mayoría de nosotros estamos en una zona gris intermedia: queremos que nos lean, pero también queremos divertirnos y disfrutar de nuestra escritura, de nuestro arte. El problema gordo surge cuando no entendemos que hay un precio a pagar. Es decir, si te empeñas en escribir solo para tu propio disfrute, sin entender las necesidades comunicativas de la lengua ni contemplar para qué público escribes, hay muchas posibilidades de que tus obras no obtengan un gran reconocimiento, interés editorial ni muchos lectores. Y al revés ocurre igual: si escribes con el único propósito de ser leído, tu escritura dejará de progresar, se volverá estanca e impersonal. Le faltará tu personalidad, tu chispa creativa.

Yo no estoy aquí para obligarte a promocionarte, a vender ni a pensar en tu lector. Ni siquiera puedo obligarte a que mejores tu escritura.

En teoría. Por una cantidad razonable obscena de dinero puedo ir a tu casa a hacer lo mismo que este señor.

Me gustaría dejar siempre claro que si tú solo quieres escribir como pasatiempo y divertimento, eso es fantástico, y es exactamente igual de válido que escribir para vender y para ser leído. No obstante, este blog está enfocado sobre todo a personas que quieren:

Si te agobias, como todos nos agobiamos, recuerda lo que dijo mi compi escritor y regresa al acto básico de escribir, porque yo asumo que si estás leyendo esto, es porque escribir te da la vida.

Y cuando hayas escrito y te sientas mejor y te apetezca conseguir más lectores, vuelve. Porque últimamente he estado estudiando un porrón (porrón con la acepción de «mucho», no de «recipiente lleno de vino», aunque también). He estado leyendo (demasiado) sobre qué habilidades destacan en los escritores que triunfan.

Las cuatro habilidades mágicas de los escritores de éxito

Cuando hablo de éxito o hablo de triunfar no me refiero a vender tropecientos mil libros ni a tener una piscina llena de oro como la de Tío Gilito. Me refiero a conseguir aquello que deseas, tu objetivo como escritor.

Empecemos, pues, por el principio: si no tienes claro qué quieres conseguir como autor, échale un ojo a este artículo, que te lo va a aclarar enseguida.

¿Ya? Ahora hablemos de habilidades.

Hace unas semanas mandé a la lista de correo un artículo sobre todo este tema y esta semana me descubrí, de nuevo, preparando un email con más contenidos al respecto. Decidí unir los conceptos de ambos textos y traerlos, mejor, al blog, donde sería más fácil hilarlos de forma coherente (espero).

He podido encontrar cuatro competencias clave, no solo para conseguir lo que te propones como escritor, sino para conseguir lo que te propones en cualquier ámbito.

No hablo de algo milagroso ni estoy hablando de autoayuda de baratillo. Lo que vamos a ver a continuación surge de diversos estudios y observación continuada por parte de diversos profesionales de diferentes ámbitos: no es una invención mía. Cuando hablo de habilidad, no me refiero a algo innato: hablo de capacidades que se desarrollan mediante repetición, trabajo y tiempo. Así que, en teoría, están al alcance de cualquiera. No negaré la importancia de ciertos factores como suerte, talento o circunstancias personales (no es lo mismo nacer en una familia de clase media alemana que en una familia bajo el umbral de la pobreza en Nepal), pero no siempre son los factores más determinantes. Por lo que he podido encontrar, los factores cruciales son estos:

Habilidad 1: Determinación

No es broma. Siempre hemos dicho que escribir es una maratón, no un sprint, y que llegan a algo los que aguantan hasta el final. En su libro Grit: El poder de la pasión y la perseverancia, la sicóloga Angela Duckworth se basa en casos probados para explicar cómo el puro aguante es lo que diferencia a la gente que llega a la cima de su sector de todos los demás (si tenéis curiosidad sobre sus estudios, podéis leer una muestra de su trabajo científico aquí). Y no es la única que lo dice. Cada vez hay más indicios que apuntan a que la determinación, la capacidad de seguir trabajando pese al fracaso, es lo que marca a la gente de éxito, en cualquier sector.

En cualquier sector. Cualquiera.

Esto no significa que debas ser obcecado e inflexible: la flexibilidad es crítica en lo que se refiere a tácticas y metas a corto y medio plazo. Pero será la adherencia a tus metas a largo plazo, a tus prioridades y objetivos últimos, lo que te hará progresar.

¿Cómo desarrollo mi determinación?

Desarrollar tu aguante es fácil… y no tan fácil. Es tu capacidad para trabajar a diario, pese a obstáculos e inconvenientes. Es la capacidad de volver a levantarte cuando te han dado una hostia bien gorda.

Imaginaos que a José Antonio Cotrina (de quien nunca hablo para nada y a quien no me une relación de ningún tipo) le hubiera dado por rendirse cuando Alfaguara canceló su trilogía, El ciclo de la luna roja. Imaginaos que os pasa eso a vosotros, después de giras, promoción a mansalva y tantas tantas expectativas. Todas esas ilusiones… a la mierda. Todos esos años y años de trabajo… al garete. Por menos que eso mucha gente deja de escribir. Pero él se puso con su siguiente libro, siguió trabajando. La trilogía finalmente encontró otra editorial y el siguiente libro… bueno, el siguiente libro fue La canción secreta del mundo, que vaya tela.

Tal vez por eso no hay muchos escritores que sean realmente buenos: porque pocos tienen el aguante necesario para llegar a la meta de la maratón y de paso, seguir mejorando su escritura. Hay muchísimos creadores mediocres, no tanto por falta de talento, sino porque se rinden antes de poder desarrollar su arte.

Si quieres desarrollar tu determinación, más te vale saber lo que quieres conseguir como escritor. Y trabaja en ello todos los días, sin excepción, ocurra lo que ocurra. Pero recuerda que tu trabajo debe ser siempre trabajo profundo, que diría Cal Newport: trabajo concentrado y útil, no simple repetición de lo conocido y cómodo. Y para eso necesitas…

Habilidad 2. Enfoque

Igual os acordáis de Daniel Goleman, que sacó allá por otros tiempos una obra llamada Inteligencia emocional. En un libro más reciente, Focus, habla de esa determinación que acabamos de mencionar y añade otro factor crucial: el enfoque. Si estás haciendo mil cosas a la vez, no llegarás muy lejos. Y esto lo digo tanto en el sentido general (tu vida) como en el particular (la multitarea diaria delante del ordenador).

¿Cómo mejoro mi enfoque?

Hay tres asuntos importantes a tener en cuenta:

1. Trabaja solo en una cosa a la vez. Por eso siempre hablo de la técnica del pomodoro, porque durante un tiempo limitado te dedicas solo a una tarea concreta. Hay muchas aplicaciones para ayudarte, yo descubrí hace un par de meses Pathjet y me resulta maravilloso (porque además permite diferenciar por tarea y crear una lista práctica un poco al estilo Trello. ¡Y es gratis!).

2. Establece tus prioridades y entrégales tu tiempo más valioso. ¿Qué es lo más importante que tienes que hacer mañana? ¿Qué tarea te dará más valor a ti, a tu objetivo último? Otórgale el tiempo más productivo de tu día (personalmente, recomiendo la primera hora de la mañana, porque así podrás pasar el resto del día con la satisfacción de haber conseguido lo más importante). Para más trucos de productividad puedes leer este artículo y este.

3. Un enfoque óptimo tiene sus exigencias. No podrás darlo todo si no has dormido bien, si no te alimentas bien, si no haces un poco de ejercicio (que no solo es bueno para el cuerpo; tu cerebro se beneficia en gran medida), ¡y si no descansas! El ocio también es importante: necesitamos desconectar.

Pero aguante y enfoque no sirven de nada si no tienes esto:

Habilidad 3. El gusto

De esto fue de lo que hablé en mi último email a la lista de correo, así que este punto te lo puedes saltar si ya lo recibiste. Ve tó tieso al punto 4.

Para los demás: hablemos de gusto.

Seguro que cuando alguien os dice que hay aptitudes más importantes que el talento, ponéis los ojos en blanco y decís: “Ya, ya, el trabajo diario” o “ya, ya, la persistencia” o “ya, ya, saber promocionarse”. O “ya, ya, los sacrificios a los primigenios que viven en el núcleo de la Tierra”. Y todo eso es fundamental, no hay duda alguna (sobre todo lo de los primigenios), pero hay otro concepto que se nos suele escapar.

Se trata de un factor que no se aplica solo a la escritura, sino a toda la creación artística en general. O por lo menos aquella creación artística que no solo busca disfrutar, sino mejorar, aprender, progresar en su arte. No se habla mucho de ello: desde luego no es algo que aparezca en muchos de los textos tradicionales para escritores.

Hablo del buen gusto. Dejad que me explique.

La relevancia del buen gusto

Si amas la música, es posible que desconfíes de personas que dicen “a mí me gusta todo tipo de música” o incluso “a mí me gusta toda la música”. Porque cuando algo nos obsesiona, aprendemos más sobre ese algo y desarrollamos una capacidad muy especial de refinamiento y selección. Por esto, desconfiamos de alguien que no se muestra exigente ni con ánimo de seleccionar, porque lo interpretamos como ignorancia.

Si te gusta mucho leer, es muy posible que sientas un prejuicio negativo hacia personas que leen obras que tú consideras porquería. Otro día entramos en la ética de este asunto (y de si ese prejuicio es productivo o válido), pero es inevitable que categoricemos a otros por sus preferencias. Porque nosotros ya no nos limitamos al “esto me gusta” o “esto no me gusta”, sino que desarrollamos razonamientos y percepciones que pueden explicar, a nuestro juicio, por qué una obra es objetivamente mejor que otra.
Por ejemplo, sin haberla leído siquiera, todos estaremos objetivamente de acuerdo en que esta es una obra maestra

Algo similar ocurre cuando creamos. Cuando empiezas a dibujar, te guías por instinto. Si no tienes un gusto formado, cualquier aberración con la que manches el papel te parecerá una maravilla. Pero si amas el arte y te encanta ver el trabajo de otros artistas, es muy probable que compares ese manchurrón y decidas que sales perdiendo. Con la escritura pasa igual.

Hay muchas cosas que podemos aprender mediante la teoría y el estudio. Otras las aprendemos por instinto: reconocemos patrones de lo que funciona y los aplicamos sin pensar. Algunas personas llaman a esto talento, pero en realidad se trata más de gusto. Sin duda habrá quien tiene una formación cerebral que le permita crear mucho mejor. Sí que hay ciertas habilidades innatas. Pero mi teoría es que mucho de eso que llamamos innato es en realidad el gusto que hemos desarrollado a lo largo de los años, mediante nuestro consumo, hábito y preferencia. Ese discernimiento esnob puede ser, de hecho, algo positivo (aunque no vaya a hacerte muchos amigos).

El trabajo y el volumen como compañeros del gusto

Creo que lo primero que leí sobre este concepto del gusto en el arte fue del locutor de radio estadounidense Ira Glass (la traducción es mía):

Lo que nadie le cuenta a la gente que empieza (y ojalá alguien me lo hubiera contado a mí) es que todos los que hacemos trabajo creativo empezamos con ello porque tenemos buen gusto. Pero hay como un hueco. El primer par de años haces cosas y no son muy buenas. Intentan ser buenas, tienen potencial, pero no son buenas.

Pero tu gusto, eso que hizo que entrases en este juego, sigue siendo brutal. Y ese gusto es el que hace que tu trabajo te decepcione. Mucha gente no consigue superar esta fase. Abandonan. La mayoría de las personas que conozco que hacen trabajo interesante, creativo, pasaron años así. Sabemos que nuestro trabajo no tiene esa cosa especial que queremos que tenga. Todos pasamos por esto. Y si acabas de empezar o si todavía estás pasando esta fase, tienes que saber que es normal y que lo más importante que puedes hacer es producir mucho.

Solo a través de cierto volumen de trabajo podrás cerrar ese hueco y tu trabajo será tan bueno como tus ambiciones. A mí me llevó más tiempo averiguar esto que a nadie que haya conocido, porque para algunas cosas soy una cegata tozuda. Va a llevar un tiempo. Es normal que lleve un tiempo. Solo tienes que luchar por salir adelante.

Y así, como veis, está atado el gusto (nuestro motor e impulso) con la importancia del trabajo constante y de la persistencia, de la determinación ya mencionada, incluso cuando estamos convencidos de que siempre seremos mediocres.

Lo malo del buen gusto, claro, es como aquella vez que probé sushi realmente bueno. Ahora todo el sushi restante me parece vómito de pez mezclado con caca hecha de arroz blando.

Pero vayamos a lo práctico.

¿Cómo desarrollo el gusto?

Para un escritor, yo diría que la mejor forma de mejorar el gusto es leyendo a los grandes. Leer a mediocres te transmitirá enseñanzas mediocres (aunque a los malos hay que leerlos de vez en cuando, para entender qué hay que evitar). Leer a los realmente buenos es una idea genial.

¿Cómo sé, en realidad, quién es bueno o no? Tienes varias opciones:

  1. Puedes dedicar gran parte de tu vida a estudiar teoría literaria de la mano de profesionales (advierto que esto sale carillo en cuotas universitarias) o
  2. empieza por los clásicos. Lo bueno de los clásicos es que tienden a pervivir porque tienen ciertos fundamentos básicos de calidad (prosa trabajada, múltiples niveles de sentido, ideas o estructuras que influyeron en generaciones posteriores, personajes emblemáticos, etc.).
  3. También puedes buscar a un buen número de reseñadores o críticos que veas que hacen reseñas trabajadas, que demuestren que entiendan las técnicas que hay detrás del trabajo del escritor. Deja de leer reseñas que se queden en el “esto es glorioso” o el “esto es peor que el sushi ese del que hablaba Gabriella” y busca contenidos que demuestren que su autor sabe de lo que habla y fíjate en sus recomendaciones.

Procura, también, leer en varios géneros. Un buen gusto se forma mediante la comparación, la intertextualidad y el análisis sistémico.

Y escribe, escribe, escribe. Lleva a la práctica todo lo que has aprendido.

Al final llegarás. Porque tu gusto, querida persona, unicornio o marsopa, es exquisito.

Pero aguanta un poco más, que esto no ha terminado. Nos falta hablar de otra habilidad crucial.

Habilidad 4. Aquella que es clave en tu sector

Esta tal vez sea la más inesperada. Por un lado parece de cajón, pero pocas veces nos paramos a analizarla.

Hay habilidades fundamentales para todo (como las tres que acabamos de tratar), pero luego hay habilidades específicas según lo que quieras conseguir.

Por ejemplo, si tu meta como escritor es obtener reconocimiento y prestigio publicando con una gran editorial, habrá una serie de habilidades que tendrás que desarrollar que no coincidirán por completo con las que necesita una persona que lo que quiere es hacer dinero con su escritura. Por esto, lo primero que pido siempre a aquellos que me traen dudas y consultas es que decidan qué es lo que ellos quieren conseguir. Y ooooootra vez os enlazo al artículo ya mencionado para ello.

Más allá de esas habilidades básicas que todos tenemos que desarrollar en cualquier campo para progresar en él, ¿cómo podemos saber qué otras aptitudes deberíamos estar potenciando?

Encontré una respuesta interesante en un artículo de Scott H. Young (si leéis en inglés, id al enlace, que ese blog no tiene desperdicio. El tipo hace cosas como estudiar una carrera en MIT sin buscar obtener el título, solo para demostrar las posibilidades del estudio y conocimiento por sí mismos). Según Scott, deberías estar concentrando la mayor parte de tu tiempo y esfuerzo en la habilidad que más beneficios te traerá dentro de tu campo de trabajo (esto se vincula a la famosa regla de Pareto de la que hablé hace poco: enfoca la mayor parte de tu energía en aquello que te dará mayores resultados). Si no estás haciendo esto, según Scott, más te vale cambiar de:

  • a) habilidad o
  • b) campo.

Si estás en ventas a puerta fría y dedicas el 80% de tu tiempo a desarrollar tus habilidades de escritura, deberás o bien cambiar tu enfoque y ponerte a aprender técnicas de venta o bien dedicarte a la escritura. Todas las habilidades son útiles, pero dedicar tiempo a avanzar en habilidades que no son las cruciales para tu sector puede ser un error muy costoso.

Todos sabemos que esto parece sencillo y lógico, pero en realidad la cosa no es así. Cuando estamos rodeados de árboles es difícil ver el bosque.

Cuidado con vuestro uso de símiles: son frases hechas absurdas como esa las que nos están abocando al desastre de la deforestación.

¿Cómo averiguo qué habilidad es crucial en mi sector?

Scott ofrece una técnica sencilla y fulminante: haz una lista de todas las personas de tu campo que han alcanzado las metas que tú quieres alcanzar, y compara y coteja para ver qué habilidades tienen en común.

Esto puede producir algunos resultados sorprendentes… y hasta desagradables. Si tu objetivo es ser un escritor autopublicado superventas, es posible que encuentres que otros escritores que han alcanzado este objetivo no tienen siempre la habilidad de escribir bien como prioritaria. Así es: muchos superventas escriben libros que no son muy correctos que digamos. ¡Algunos ni siquiera son buenos narradores! Pero todos tienen en común otra cosa: saben promocionarse, saben utilizar todas las tácticas habidas y por haber para darse visibilidad.

Esto es durillo de aceptar, lo sé, pero engañarse tampoco sirve de mucho. Si quieres ser escritor autopublicado de éxito, y mira que me duele decir esto, la calidad formal de tu libro no es tu prioridad: tu prioridad es tu capacidad para darte a conocer y vender libros.

Ofú, qué dolor. Solo de escribir esas palabras me escuecen los dedos.

Imagina ahora que quieres ser bloguero de éxito, o, por lo menos, conseguir un buen puñado de visitas y atención. ¿Qué habilidades asocias con tener un blog popular? Muchos te dirán que lo esencial es escribir bien, pero si miramos con lupa, hay un buen puñado de blogueros que se expresan genial y que no conoce ni su madre; también hay blogueros que escriben regulín y que tienen buen seguimiento. Personalmente, creo que lo que tienen en común todos los blogueros que mantienen un nivel de éxito y atención es la permanencia. Esto es: llevan mucho tiempo escribiendo y publicando, de manera consistente y continua. Esa perseverancia, unida a un interés real por lo que interesa a su lector, es lo que marca la gran diferencia. Hay habilidades secundarias, pero que no te digan que estar en redes sociales o ser un gurú del SEO lo hace todo: ayuda, sí, pero hay blogueros reconocidos ahí fuera que no saben lo que es una palabra clave y que ni siquiera están en Facebook.

La habilidad crucial no puede ser la única, como es evidente. La perseverancia no te llevará a ninguna parte si no sabes venderte un poco, y tendrás que tener una habilidad de escritura mínima si quieres seguir vendiendo libros y obtener lectores a largo plazo (en teoría). Pero la habilidad crucial es lo bastante importante como para que inviertas en ella ese 80% famoso de tu tiempo y energía.

Así que busca y encuentra esa habilidad crucial y, cada vez que te sientes a hacer algo, pregúntate en qué está ayudando esa tarea a desarrollar dicha habilidad.

Te sorprenderá la cantidad de cosas que no te están ayudando en absoluto.



Créditos: