Hace un tiempo escribí (o más bien compuse, porque se trataba de juntar pedazos) un artículo sobre cómo y dónde escribían algunos escritores que conozco. Tuvieron la amabilidad de mandarme fotos y explicaciones, y todo quedó muy bonito e interesante y visual y fue muy popular, tal vez porque somos todos un poco cotillas.

Visto el éxito de la primera entrega, decidí que todavía quedaban muchos autores por descubrir, muchos autores a los que importunar y con los que colarme por la ventanita de sus vidas.

Así que hice otro llamamiento y me contestó otro buen puñado de escritores majos, dispuestos a enseñarnos dónde y cómo se dedican a eso de darle a la letra.

¿Dónde y cómo escribimos? Ahora mismo lo vais a ver:

escribimos


Carlos Sisí

Voy a empezar con Carlos Sisí, al que conoceréis por novelas como Panteón o Los caminantes. Empiezo con Carlos porque él escribe junto al mar y porque las playas que él visita son playas que yo también he visitado (y en las que también he escrito), así que me he puesto un poco nostálgica. No está nada mal eso de escribir y levantar la vista y ver el Mediterráneo en frente.

Carlos además habla de algo que me parece importante: la separación de trabajo y escritura, el tener un lugar o herramienta exclusivos para escribir:

Paseo por mi barrio, una urbanización costera atestada de cafeterías de guiris, y me siento en cualquier lugar; a veces, directamente en la playa. Cada día en uno diferente. A veces, el lugar que elijo no es tan obvio… llego, miro la silla, y si no la siento correcta, sigo andando. Pido cafés y cocacola light sobre todo. Lamento no tener ningún bloc de notas ni libro precioso en el que tomar notas porque no lo hago: nunca planifico, nunca hago esquemas ni nada por el estilo, es un mente-teclado directo y voy improvisando sobre la marcha. Ese es mi método. ¡Soy el primer lector de mis libros!

Por cierto, NUNCA he usado el ordenador grande del despacho para escribir, siempre este portatil. Hay cosas que no se mezclan, y no voy a escribir donde hago facturas 😀

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 LJ Salart

LJ, autor de Proyecto Marte, también gusta del paisaje marino y del entorno de los bares. Me manda dos imágenes, una de su vista habitual (la roca en medio del mar se llama El Cargol) y otra del interior de su local favorito para escribir. Nos habla más de su proceso creativo y de este sitio en su web.

Aquí es donde soy feliz escribiendo, el paisaje es inspirador y el lugar encantador: el Medusa. Donde me escapo siempre que puedo a pasar horas ante el ordenador, tomando notas u ordenando ideas. Pido un café con leche y un bocadillo, pongo música y dejo que me visiten las musas.

El Cargol Interior Medusa


Lara A. Serodio

Lara nos habla de sí misma:

Me llamo Lara A. Serodio, soy guionista y escritora, en breve publico Una vida M, juvenil romántica, y aunque he desarrollado mi carrera en la ficción cinematográfica a la par, ahora mismo estoy escribiendo mi segunda novela juvenil mientras sigo trabajando de guionista para TV.

Escribe tanto en bares como en casa:

Aunque suene a tópico, me gusta escoger un bar como central de operaciones y relacionarlo con cada proyecto. Voy como si fuera horario de oficina siempre que puedo y, además de ahorrarme la calefacción en los meses de invierno a cambio de un trozo de tarta, suelo despistarme menos y encontrar ideas en mi entorno. Las veces (o los proyectos) que no tienen bar, trabajo desde casa y como puede verse, mi influencia como guionista es muy amplia. Trabajo mucho con papel, a mano, con esquemas, desarrollo todo de manera manual antes de lanzarme a decidir cómo lo compongo en ordenador.

Te mando fotos de dos bares a los que he ido: el Demasié, donde escribí una película en 2009, y el Omá BCN, que es a donde estoy yendo ahora a escribir la nueva novela. Luego, escribí en el Starbucks durante mucho tiempo en 2007 (la novela que publico ahora). La gracia es que durante los 5 meses que estuve yendo, mis amigos iban pasando siempre a saludarme, me llamaban por si necesitaba algo (¡boli rojo! ¡folios, post its!) y me los traían.

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Como podéis ver, además, sus labores de detalle y anotación son muy completas:

He buscado la libreta de la novela que publico ahora; creo que en ella se puede ver lo minuciosa que soy, hago esquemas de alturas de personajes, cronologías de relaciones, laborables, en fin… ¡cubro toda la vida todo lo que pueda! Te adjunto una foto con cuadro de instantáneas de muestra.

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Juan Antonio Fernández Madrigal

A pesar de tanto bar y tanta playa, la mayoría escribe en un pupitre en casa, como le pasa al autor de ci-fi Juan Antonio Fernández Madrigal. ¿Sabíais que ahora podéis descargar varias de sus obras ahora en su web, de forma totalmente gratuita? Recordaréis además que aquí sufrió una de mis entrevistas relámpago.

Como se puede observar, es muy de ingeniero, de esos que tienen orden aunque implícito y muy oculto.

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Isaac Belmar

No solo de PC y de Word vive el escritor, como nos cuenta aquí Isaac. Su Alphasmart me ha recordado al viejo procesador de texto que usaba en la oficina de mi madre. ¡El mío solo tenía una línea de texto en el visor!:

Me siento a esta mesa negra y escribo en este Macbook que lleva conmigo desde 2008. Lo compré por el simple motivo de que Scrivener, el software principal que utilizo, sólo estaba entonces para Mac, así de bueno pienso que es.

Cuando no estoy ahí, honro la antigua y venerable tradición de escribir en los bares. Para ello uso otro portátil más ligero que encargué en Inglaterra, que no tiene eñe, no pesa nada y posee un teclado de tacto perfecto.

Soy un yonqui de los teclados, que mis dedos son muy sibaritas y no tocan cualquier cosa.

Otras veces sólo llevo conmigo un pequeño cuaderno, barato y del chino de mi barrio, nada de Moleskines o similares. Escribir a mano es encantador y nostálgico y bla, bla, pero cuando tengo que pasarlo a ordenador, resoplo cada dos palabras por la pesadez que supone.

Soy más tecnófilo de lo que me permiten las riquezas que gano por escribir, pero estas Navidades compré por Ebay y cuatro duros un viejo Neo Alphasmart, un trasto que ya no se fabrica y usaban en las escuelas norteamericanas hace bastante. Parece un ordenador para bebés o personas con necesidades especiales, así que encaja conmigo a la perfección. Es un cacharro prehistórico que sirve única y exclusivamente para escribir, como una vieja máquina de hacerlo. Guarda lo que tecleas, nada de Internet, cero distracciones y con tres pilas aguanta dos años. Para editar te sangran los ojos, pero para crear primeros borradores incomprensibles, (pues el teclado no es español pero su sensación es perfecta) no hay nada mejor.

Mejor compra del año y que venga el holocausto, que yo seguiré tecleando.

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Patricia Muñiz

Patricia comparte con nosotros el proceso de escritura de su nueva novela, Funhouse:

Te envío algunas imágenes de la mesa del comedor de casa, el lugar donde últimamente estoy escribiendo. Lo hago ahí porque es donde tengo la música y la estufa. Necesito escuchar música para abstraerme y concentrarme. En cuanto a la estufa, es necesaria porque para escribir tienes que estar quieto, y eso, con frío, malo. Estos días estoy arreglando una habitación que espero convertir en estudio, de la cual también te envío una foto. Voy un poco lenta y todavía la estoy arreglando, así que, de momento, sigo escribiendo en el comedor con mi viejo portátil.

En las fotos aparece Funhouse, la última novela en la que estoy trabajando, junto a mis herramientas e trabajo: libreta, rotulador y ordenador. Uso libretas en las que anoto ideas que luego tacho según van siendo aprovechadas o descartadas. También utilizo rotuladores rojos, o de colores llamativos, para corregir y añadir nuevas ideas. No acostumbro a guardar libretas de borrador porque, literalmente, las destrozo. Marco frases y palabras con colores, tacho lo que voy pasando a limpio y también arranco páginas que ya no me sirven. Cuando acabo los cuadernos están definitivamente muertos, listos para ser reciclados.
En cuanto a la parte informática, trabajo con uno o más borradores. A medida que desarrollo la historia y voy aplicando cambios, el documento va cambiando de nombre, hasta que acaba siendo el borrador que considero “definitivo”. Pero “definitivo” entre comillas, porque para la editorial será el primer borrador. Sobre el proceso de escritura, poco más que decir. Soy de las que va con la libretita encima apuntando frases o ideas. Me concentro fácilmente y puedo escribir con mucho jaleo alrededor. Pero hay momentos en los que entro en procesos repetitivos, casi obsesivos, que creo que no se pueden compartir. Son necesarios, pero insoportables para la convivencia. Leer veinte veces seguidas un capítulo, o escuchar cien veces una música para sacar una letra, es algo que tiene que hacerse a solas.

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Álex Portero

Me encanta este vía crucis particular que me manda Álex:

Te envío imágenes de mi lugar de trabajo, son planos generales, mi «camino de baldosas amarillas» a modo de papeles cuidadosamente colocados en el suelo (mi corcho es el suelo), mi pared-altar (con fotos de escritores a los que pido ayuda cuando me atasco) y la mesa.

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Antonio Vladimir García

Antonio, autor de Hisnal, cuentos para quien no ha dejado de soñar, nos habla del método tan peculiar (¡y práctico!) que usa para escribir:

En mi trabajo, como generalmente voy solo y es algo mecánico, aprovecho para darle vueltas a la cabeza y crear las historias. Luego, suelo apuntar lo más relevante en un papel, a veces a modo de esquema y otras veces redactado. Por norma general uso los folios doblados como te muestro en la imagen, porque así es más fácil de llevar y de manejar. Como suelen ser ideas sueltas lo que escribo, y lo hago en la media hora de descanso del trabajo, no necesito mucho espacio y el folio así me vale tanto para escribir en el vehículo como en un bar. También uso cuadernos, pero muchas veces me es más cómodo el método del folio doblado porque ya me he acostumbrado a él y así aprovecho más el papel. Luego ya lo que es el cuerpo del relato lo escribo en mi casa a ordenador porque voy más rápido (siempre y cuando evite facebook, twitter, youtube, foros, webs… vamos siempre y cuando no me entretenga en internet). 

 Anotaciones. En el descanso del trabajo


Juan Cuadra

A Juan lo conoceréis por El libro de Ivo, publicado no hace mucho por Fantascy. Al igual que le ocurre a Antonio, Juan busca cualquier hueco y lugar para poder escribir:

Mi piso es bastante pequeño, y mi peque es cada vez más grande, así que yo no tengo espacio propio para escribir, y tengo colonizada una esquina de la mesa del comedor, que sólo puedo utilizar con calma en horario no infantil :-). Eso hace que cuando me siento a escribir tiene que cundir obligatoriamente, y que toda la tarea de organización y planificación la vaya desarrollando poco a poco a ratos sueltos y en lugares sueltos. Así que todos los días aprovecho la hora de ir y volver al trabajo para ir pensando qué toca escribir esa tarde, cómo y tener las ideas claras. Con lo cual ahí van las dos fotos, de donde escribo y de donde pienso lo que voy a escribir. Podría ser peor. Antes el portátil tenía pegatinas de Hello Kitty.

Donde pienso Donde escribo


Haizea López

Haizea también combina lo manuscrito con lo impreso. Muchos coincidimos, por lo que veo, en anotar a mano y realizar la composición del texto en ordenador (bueno, por mí escribiría todo a mano, pero, como bien dijo Isaac, luego es una tortura tener que transcribirlo todo). Haizea me habla de su proceso de creación (no me resisto a contaros que además Haizea y yo compartimos a una lectora cero, la muy excelente Begoña):

Mis historias suelen empezar con un único personaje y, a raíz de él, nacen los demás. Después vienen lugares y por último nace la trama. Esto no siempre se cumple, pero en la mayoría de los casos sí.
Comienzo con fichas sobre los personajes que voy apuntando en mis libretas. Después hago esquemas sobre la estructura que tendrá la novela y por último la desguazo en capítulos y decido qué escribiré en cada uno de ellos. Todo eso en la libreta que asigno a la novela.

La narración la hago a través del ordenador y del “word”, porque mi mente trabaja mucho más rápido que mis manos y sería imposible seguirle el ritmo a bolígrafo y papel. Intento no revisar los capítulos hasta que no los he finalizado (aunque no siempre lo consigo), porque si no termino metida en un bucle de “borrar, reescribir” y no avanzo más.
Cuando  la palabra “fin” señala que la obra ya está terminada, la imprimo y comienzo el largo proceso de correcciones en el ejemplar impreso. Para terminar, llega la hora de registrarla y de pasársela a mis lectores 0 de confianza, ¡son los mejores!

Siempre escribo en mi escritorio, aunque la libreta suele acompañarme a todas partes por si la inspiración ataca sin previo aviso.

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Marta Junquera

Marta es otra de esas autoras que pilla cualquier rincón que le dejen. Aquí nos habla de sus dos sitios preferidos:

¿Cómo y dónde escribo? Si tuviera que poner una foto de cada lugar en el que he escrito, no bastaría con un collage o un mural de los del pintor mexicano Diego Rivera. No es que me crea especial, ni mucho menos, sino que viajo todas las semanas y eso implica estar en diferentes sitios, diferentes hoteles, diferentes escenarios, a cuestas con el portátil y un pen-drive donde voy guardando lo que escribo y subiéndolo a la nube o a dropbox en cuanto puedo. No tengo sillas cómodas, no tengo material a mi disposición, la wifi de los hoteles normalmente es un infierno y para buscar cosas en la red te salen tres arrugas en el ínterin. Sin embargo, lo hago con gusto. Las fotos que envío son de los sitios donde me gusta aporrear teclas. Por una parte, el escritorio que tengo en la habitación que uso como despacho y, por otro lado, la mesa de mi salón, donde también he pasado horas y horas con el portátil viajero. Espero que pronto podáis ver el resultado.

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José Antonio Cotrina

Probablemente no le haga ninguna gracia que os lo cuente. De hecho, creo que esta revelación podría suponer el fin de nuestra relación. Pero no puedo ocultarlo más. Tenéis que saberlo.

José Antonio Cotrina no escribe sus propios libros.

Tiene un negro, aunque más bien es un pelirrojo.

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Pasar página es complicado cuando no tienes pulgares oponibles.

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¡Gatovarancolia! ¡Yo quería llamarlo así, pero él no me dejó!

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El proceso de corrección es necesario y duro, muy duro.

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A veces busco la inspiración en sueños.

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Y, al final, el reposo. Mañana habrá más historias que contar.


Por cierto, si queréis saber más sobre manías y procesos de autores famosos de ciencia ficción, Ricardo Manzanaro dio una charla hace unos años en un encuentro de la TerBi (Tertulia de Bilbao), y aquí tenéis el enlace al vídeo.


Y ahí lo tenéis: las maneras y lugares de doce escritores. Y vosotros, ¿dónde y cómo escribís?

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