Muchos recordaréis mi lista interminable de consejos para escritores. Incluí más de 100 consejos de muchas fuentes diferentes y podría haber incluido muchos más.

Todos estos consejos son útiles. Pero 100 consejos son muchos consejos, ¿por dónde empezar siquiera?

Podría deciros que tenéis que analizar seriamente vuestros objetivos y prioridades. ¿Escribís por placer? ¿Escribís para mejorar? ¿Escribís para vender?

Y probablemente eso ayude bastante.

Pero tras mucho leer e investigar al respecto, veo que hay una opinión que se repite entre expertos. El único consejo indispensable para que crezcas como escritor es el siguiente:

necesitas para escribir

Empieza un proyecto. Un relato, un poema, una novela. Y termínalo. Y empieza otro.

¿Por qué es tan importante terminar?

Tener ideas es divertido. Empezar un proyecto es apasionante. Llevarlo a su final, no tanto. Es bastante difícil, de hecho. Pero cada vez que terminamos un proyecto obtenemos una satisfacción personal, una pequeña euforia por superar un obstáculo más o menos difícil.

Parece ser que esta pequeña euforia es adictiva.

Sí, del mismo modo en que bebemos porque sabemos que determinada cantidad de alcohol nos proporcionará un estado muy agradable de ánimo, o de la misma manera en que comemos ciertas cosas porque sabemos que se disparará una reacción placentera en el cerebro (¡y en la lengua!), o incluso de la misma forma en la que salimos a correr porque sabemos que obtendremos ese subidón, ese runner’s high del que tanto hablan.

Y cuanto más practicamos estas acciones, más nos gusta la recompensa. Más alcohol bebemos, más chocolate comemos, más corremos.

Por suerte, escribir no te va a producir alcoholismo ni que te salgan granos. Tampoco va a hacer que pierdas peso ni que eches más músculo en las piernas. Pero cuantos más proyectos termines, más proyectos vas a terminar. El proceso de escritura se hará, también, adictivo.

Y cuanto más escribas, mejor vas a escribir.

Siempre que tengas en cuenta algo fundamental, claro. No se trata solo de echar las horas de práctica, sino de hacerlo bien.

Las 10000 horas

Ya he hablado en este blog de las 10000 horas. Malcolm Gladwell decía que era la cantidad de tiempo necesaria para dominar una habilidad. Esta teoría parte de un estudio en el que se descubrió que los mejores de un sector no solo habían llegado a la cima por su gran talento (que también), sino por las horas de práctica deliberada invertidas. Así, en el caso de personas con un talento similar, triunfaba quien invertía esas 10000 horas de trabajo duro.

Por supuesto estas afirmaciones de Gladwell se han discutido mucho. Se tienden a sacar sus teorías de contexto y decir que las 10000 horas permiten a alguien sin talento llegar a la cima, y eso tampoco es cierto. Y claro que influye la suerte, la personalidad (aunque esta también puede trabajarse), y mil factores más. Pero la disciplina inteligente sigue jugando un papel fundamental. Hablamos, como ya he dicho, de 10000 horas de práctica deliberada, útil. Esas horas son de progreso, no de repetición inconsciente.

10000 horas parecen muchísimas, ¿no es cierto? Estamos hablando de dedicar todos nuestros días, durante muchos años, a escribir (y a realizar acciones relacionadas con el aprendizaje de esta habilidad: leer, corregir, aprender gramática, estudiar a los maestros…).

La buena noticia es la siguiente:

La mayoría de la gente no termina.

La mayoría de la gente se rinde enseguida.

Piensa: “¡Yo no puedo echarle a esto 10000 horas!”. Y le echa 100 y ahí se queda.

Piensa que nunca llegará a nada y se empeña en repetir los mismos errores de siempre. Se echa atrás al primer rechazo, ante la primera crítica.

Poco a poco, la mayoría de la gente va cayendo como moscas.

Y quedas tú.

No tienes que llegar a las 10000 horas. No te agobies con las 10000 horas. Con llegar a 1000 horas vas a estar entre un porcentaje pequeño de personas que han aguantado lo mismo que tú. Con 1000 horas ya vas a ser relativamente bueno. Y si eres relativamente bueno hay más posibilidades de que sigas echando horas.

Y eso a veces es todo lo que necesitas.

Pero seguimos con un problema. ¿Cómo realizar esas 1000 horas? ¿Cómo elegir entre esa lista tan larga de consejos?

Una vez tengas claro el consejo principal (¡terminar!), hay una manera sencilla de aplicar todos los demás. Edward de Bono hablaba de los “gorros de pensar”, gorros imaginarios que representaban una forma de pensamiento, una especie de “personalidad”.  Al ponerte uno, adoptabas la personalidad necesaria. Y es una idea que puede aplicarse bien al acto de escribir, como bien apunta Glen Long (en inglés).

Por ejemplo, podemos adoptar una personalidad creativa al escribir. Esta personalidad no corrige, no piensa, solo se deja llevar por las musas. No juzga lo que escribe. Escribe en sitios que inspiran, con herramientas que aumentan su concentración. Esta personalidad elige los consejos de la lista propias de lo creativo, y las aplica.

Luego adoptamos una personalidad de editor. Corregimos, revisamos, modificamos, juzgamos lo escrito. Es muy importante separar a esta personalidad de la creativa (no tienen nada que ver, hasta utilizamos zonas diferentes del cerebro para escribir y para editar). Seleccionamos de la lista los consejos propios del editor (aquellos que se refieren a lo formal, al contenido… todo lo que trabaja un editor).

Estas son las dos personalidades más importantes, pero hay otras muchas que podemos adoptar. Nos podemos poner el gorro de experto en marketing, que, a su vez, no tiene nada que ver con las personalidades anteriores. El artículo de Long que he señalado nos habla del gorro del artesano, del gorro del amigo, del gorro del rebelde… todos son aspectos diferentes de nuestra obra, y todos tienen sus propios métodos, sus propios consejos. Lo importante es evitar el caos, no mezclar estas personalidades. Si dividimos cada aspecto de nuestra tarea y aplicamos los consejos solo pertinentes para cada momento, daremos con un texto más completo y una experiencia de escritura más productiva.

Pero recuerda el primer consejo:

Empieza ya. Con un proyecto pequeño, algo que no te cueste mucho terminar. Verás qué bien te sientes luego.

Empieza ahora. Y termina.

 


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