¿Alguna vez has encontrado un email viejo —algo que enviaste hace años— del que ahora te avergüences?

No hablo de emails enviados a exparejas, ni de aquel mensaje guarrillo que mandaste por error a tu jefe, ni de aquella carta electrónica interminable llena de insultos que enviaste de madrugada, tras consumir demasiado alcohol, a un cliente particularmente petardo.

Hablo del momento en que intentaste pedir por email. Pedir favores, atención, lo que fuera.

Como este sitio está enfocado a escritores, es muy probable que seas escritor (pero no te preocupes, que no te juzgaré si no lo eres). Tal vez recuerdes un correo electrónico donde pedías una reseña, una entrevista, que alguien compartiera tu artículo o hablara de tu libro. Tal vez no era un correo, sino un mensaje privado en alguna red social.

Nunca te contestaron. Y ahora sabes por qué.

Si te ha pasado, descuida. Ocurre hasta en las mejores familias (sobre todo en la mía, donde me pasa a mí).

El arte extraordinario de pedir por email

En los últimos años he sido objeto de una multitud de peticiones. Primero por tener una editorial (ya os podéis imaginar lo que llegaba: los manuscritos eran solo el principio) y luego en el blog. No necesitas tener un blog grande para que te pidan ayuda y todo tipo de colaboraciones. Solo necesitas ofrecer material que sirva en algún momento a alguien, porque ese alguien asumirá de inmediato que si ofreces contenido gratis, también ofreces muchas otras cosas gratis.

Esto, de entrada, no es malo. He conocido a gente muy interesante a través del blog, personas fantásticas que me han ayudado a mí y a quienes yo he ayudado, de muchas maneras. Con el paso de los años, no he tenido más remedio que aceptar que mi tiempo es limitado y he tenido que reducir bastante la cantidad de veces que digo: «sí».

Ahora resoplaréis y pensaréis: pues vaya tipa. ¡Encima que le escriben! Hay un nombre para la gente así: egoísta.

escribir un emailMi próxima foto de autora

Me temo que una bandeja de entrada llena te hace egoísta, sí, muy egoísta.

Hago lo que puedo. Pero a veces recibo correos que ni contesto. Y no es culpa de quienes los envían. Yo también he enviado correos así.

Voy a contaros lo que me habría gustado saber cuando envié mis correos más nefastos.

Creo que esto sirve para casi cualquier email de índole profesional. Y también me parece que sirve para tratar con editores (¡os recuerdo que son personas tambien!).

¡Pero cuidadín! Si bien esta publicación está basada, en general, en cientos de emails que he recibido a lo largo de los años, representan una tendencia y no son críticas a emails particulares. Así que si te ves representado/a en alguno de estos puntos, no, no estoy hablando de ti ni de tu email concreto. ¡Tranquilidad en la red de redes! Leamos esto con la mente abierta: un examen de conciencia de vez en cuando no hace daño.

De hecho, escribir esto me ha hecho reflexionar mucho sobre cómo imponemos (y nos imponen) necesidades propias sobre ajenas. Y sobre lo eficiente que es un buen email persuasivo. Con persuasivo no me refiero a manipulador, sino a convincente, porque tienes argumentos y modos con los que convencer.

Hay un truco psicológico muy antiguo que reza: «si quieres caerle bien a alguien, pídele un favor«. La idea es que cuando te hagan ese favor, su cerebro les asegurará de que les caes bien, porque si no, ¿por qué estarías haciendo ese favor? Antes de meternos en materia, os pido que olvidéis esa joyita de sabiduría popular. Os aseguro que ese truco no funciona cuando todos los días alguien te está pidiendo un favor nuevo. Así que, para empezar…

1. Apréndete mi nombre, por favor

En el taller que di en el festival Celsius de este año hubo tal cachondeo con esto que todos los alumnos que me escribieron después encabezaron sus correos con un: «Hola, Grabielo».

Grasiosos, que sois unos grasiosos.

Reíd todo lo que queráis. Os parecerá exagerado, pero os prometo que una de cada tres personas que me escribe me llama Grabiela.

¿Me escribes para pedirme mi tiempo y ayuda, y ni siquiera eres capaz de escribir bien mi nombre? Entiendo que cualquiera puede tener un fallo así (que os lo diga el pobre Gonzalo, que en realidad se llamaba Gustavo… ¿o era al revés? ¡Perdóname, Guszalo!), pero cuando siempre se comete el mismo fallo entenderéis que acaba siendo irritante.

pedir por emailEsto: por lo visto mucho más fácil que pronunciar mi nombre.
  • Puntos negativos extra por: cambiarme de sexo.
  • Más puntos negativos extra por: cambiarme de sexo varias veces en el mismo email.
  • Cómo hacer esto bien: Comprueba tres veces que has escrito bien el nombre de la persona a la que te diriges. Qué diantres, relee tres veces todo el email; ya que estás, revisa la ortografía también. Y preocúpate por leer un poco sobre la persona a la que le escribes antes, que no parezca que le escribes al azar. Lo que nos lleva al siguiente punto:

2. Yo no soy como los demás

Bueno, sí, claro que soy como los demás. Pero, como a todos los seres humanos, me encanta pensar que soy única, diferente, especial, un copito de nieve que ni Bella de Crepúsculo.

Así que si me mandas un email que es el mismo que obviamente le has mandado a treinta otras personas, entenderás que no me impacte en demasía. ¿Debo yo dedicar una hora de mi tiempo a ayudarte cuando tú no has sido capaz de dedicar cinco minutos del tuyo a enviarme un email solo a mí?

  • Puntos negativos extra por: poner a los demás destinatarios en copia visible y regalarme tu lista entera de contactos.
  • Cómo hacer esto bien: léete, por lo menos, el Sobre mí de la web a la que escribes y las preguntas de uso frecuente si las hubiera. Si pides una reseña, moléstate por lo menos en echarle un vistazo al blog al que se lo pides; si pides que alguien comparta algo tuyo, por lo menos mira si el contenido que le ofreces puede ser de su interés. No te limites a un copypaste que sirva como email genérico para todos tus destinatarios, a no ser que ese contenido realmente sea válido para todos ellos.

3. Que la puerta esté caliente

No hay ningún problema con entrar a puerta fría, es decir, si no te conozco de nada. Pero entiende que si hemos tenido algún contacto previo me será más fácil ubicarte, hacerme una idea de quién eres y por qué debería importarme. No te cortes a la hora de decirme que eres aquella chica que conocí liberando al planeta Rousjdha88_alfa del temible ataque de los midiclorianos zombis. Una experiencia como aquella, en la que comimos carne seca de búfalo azul y nos juramos amor eterno frente a las puertas de Tannhäuser, no es algo que yo vaya a olvidar pronto.

Pero si simplemente me mandaste un email hace un mes comentándome que te gustó mi libro también me vale, sí.

  • Puntos negativos extra por: tratarme como amigos de toda la vida (o amantes en Tannhäuser) cuando no hemos hablado jamás.
  • Cómo hacer esto bien: Aquí es donde entran en juego tus habilidades de networking. Es por esto por lo que insisto en la importancia de ir a convenciones, eventos, ferias, etc., en tu sector. Tu víctima objetivo marca influencer destinatario te hará más caso por email si antes habéis hablado cara a cara, por la razón que sea. Y sí: esto incluye a editores. Cuando recibes una avalancha de emails y de manuscritos, no puedes evitar tener un sesgo positivo hacia aquellos mensajes que provengan de personas con quienes tengas un a) reconocimiento y b) enlace a un recuerdo positivo.
pedir por emailPuerta caliente: sí.
pedir por emailPuerta fría: menos recomendable.

4. Háblame de ti (pero no demasiado)

Los emails impersonales son… impersonales. Siempre ayuda que me cuentes un poco quién eres y por qué necesitas lo que sea que me estás pidiendo. Dame algo de contexto. No te limites a mandarme un reenvío de algo, ¡explícame a qué diablos viene!

PERO hay un límite. No necesito saber a qué hora almuerzas ni cuáles fueron las primeras palabras de tus ocho vástagos. Entiendo que necesitas desahogarte, pero no tengo ningún título ni formación como terapeuta, te lo juro. Ese diploma de la pared es de teoría literaria, y me temo que ahí lo único que vimos sobre terapias y demás fue interpretación desde el psicoanálisis, así que a lo mejor debería preguntaros a todos sobre vuestra relación con vuestras madres.

Diré ahora algo muy impopular, porque sois lectores de espíritu generoso y no me guardaréis rencor. Cuando lees el blog de alguien y sigues a ese alguien en sus redes sociales, juegas con ventaja, Tienes datos, información sobre esa persona, su personalidad y vida, pero esa persona no sabe nada sobre ti. Para ti esa voz podría ser una voz amiga, con la que has desarrollado cierta intimidad unilateral. Pero esa persona ni te conoce de nada ni ha pasado por el mismo proceso de intimidad. Por favor, ten eso en cuenta al realizar contacto.

Si somos amigos o tenemos una relación de trabajo, SÍ, sí me interesa tu enfermedad, tu ruptura con tu pareja o los problemas de comportamiento de tu guiverno. Porque me importas tú, como persona, y porque un guiverno mal entrenado puede acabar en cientos de muertes y bastante mierda hay ya en las noticias ahora mismo.

Si no… entiéndelo. Tengo mis límites. Y mis propios problemas, por mucho que os cueste imaginarlo, viéndome como me veis siempre rodeada de opulencia y de personas de ambos sexos de buen ver y con ropa escasa.

  • Puntos negativos extra si: me largas todo tu historial médico y amoroso, al completo, en el mismo email, narrado en esperanto.
  • Cómo hacer esto bien: Da algunos datos sobre ti, explica tu situación en un par de renglones. No tres tomos enciclopédicos. Ese es tiempo que podrías estar escribiendo tus libros.

5. Mi tiempo es limitado

Como ya he dicho más arriba, cuanto más crece un blog, más crece su bandeja de entrada. En el tiempo que empleo en leer un email sobre tu incapacidad de decidirte entre el uso de la tercera persona del singular o el peripefláustico de la voz media greco-venusiana, ¡yo también podría estar escribiendo mis propios libros!

Si te respondo con una respuesta corta, no es personal. Es que no me da la vida para más.

  • Puntos negativos extra si me tomo la molestia de contestar a tu email interminable con un correo que responda a todas tus preguntas y dudas, tras mucha reflexión por mi parte, y ni te molestas en darme las gracias.
  • Más puntos negativos extra por escribirme un email larguísimo exigiéndome que publique más en el blog, obligándome a dedicar un cuarto de hora de mi vida a leerte a ti en vez de a escribir en el blog.
  • Cómo hacer esto bien: ¿Eres capaz de escribir un email de un máximo de cinco frases? No es tan difícil, te obliga a ser conciso y claro, y ahorra tiempo a tu receptor. Como dice Guy Kawasaki, ese genio del marketing:

Less than five sentences is often abrupt and rude, more than five sentences wastes time.

Menos de cinco frases puede quedar abrupto y maleducado; más de cinco frases es hacer perder el tiempo a tu destinatario.

6. En serio, mi tiempo es limitado

Insisto en este tema, porque es crucial. Sigo hablando desde mi propia experiencia, pero esto le ocurre a taaaanta gente…

Por favor, a la hora de pedir algo a otros escritores/blogueros/loquequieras, evita este tipo de cosas:

  • Entrevistas con muchas preguntas o con preguntas del tipo «¿qué opinas del estado de la literatura actual?». Investiga también un poco otras entrevistas realizadas a esa persona para asegurarte de que no le vas a hacer otra vez la pregunta de cómo es escribir a cuatro manos. Es así, por cierto.
  • Cualquier aportación por la que, básicamente, esa persona suela cobrar. Hablo de «aportaciones» a artículos colaborativos que parecen artículos por sí mismos, invitaciones a convocatorias no remuneradas, peticiones de asistencia a congresos o convenciones sin ningún tipo de dieta o pago, etc. etc., etc. Trabajar gratis es recomendable a veces, pero solo en ciertas circunstancias.
  • Críticas pedantes.

Hablemos de críticas

Venga, voy a meterme en ocho berenjenales diferentes con lo de las críticas pedantes. No hablo de personas que me escriben diciendo: «por cierto, creo que no te has dado cuenta, pero en el artículo Cómo peinar la melena de un caballo cuando solo tienes un cepillito de los pequeños ponis hay una errata en la línea 137, donde hablas de la manutención de pelo artificial con suavizante y planchas de pelo humano». Ese tipo de email es genial, porque es dinero que me ahorro en correctores.

Del mismo modo, me encantan los emails que señalan errores o erratas en mis libros (sobre todo en los autopublicados), porque así puedo modificarlos en las siguientes ediciones, de haberlas. Gracias.

Con críticas pedantes me refiero a aquellas personas que me mandan emails de más de mil palabras debatiendo sobre si el como completivo lleva o no tilde en determinado contexto. O que sugieren un sinónimo para cierta palabra solo porque les parece que suena mejor, porque les gusta más o porque les trae recuerdos de su niñez. Sé que la intención es buena, pero no. No es una cuestión de ego ni de arrogancia. Es, ¡una vez más!, una cuestión de tiempo. La perfección es muy bonita, pero he tardado muchos años en darme cuenta de que no es nada práctica, y que en las cosas menores hay que pasar un poco si no quieres perder la razón.

Todavía tengo pesadillas de aquella vez que escribí te pronombre con tilde, como si fuera  de infusión.

Si ves un error en un texto, artículo u obra de alguien a quien sigues y quieres decírselo, adelante: a todos nos gusta aprender cosas nuevas. Pero plantéate si realmente va aportar algo a esa persona y si puedes explicarlo en un par de frases como mucho.

  • Puntos negativos extra para críticas pedantes que además son incorrectas. Después de leer ese email de mil palabras, ¡más me vale haber aprendido algo!
  • Cómo hacer esto bien: Hay sugerencias y correcciones que se agradecen y mucho. ¿Has encontrado una errata en este artículo o en alguno de mis eBooks? ¡Dímelo! ¿Has encontrado un enlace roto? ¡Genial, voy corriendo a arreglarlo!

7. El email en el que sabes lo que realmente necesito

De esto he recibido menos que otros escritores, pero algo ha caído. Estos correos también tienen el problema de que suelen ir con buena intención, así que intentas tomártelos con humildad, reflexión y, sobre todo, humor. Suelen ser un poco así:

  • Gente a la que no conoces de nada que te dice con quién deberías juntarte y cómo deberías pensar. Esto no me lo estoy inventando.
  • Gente que no tiene blog, pero que te dice cómo debería ser tu blog porque lo leyó una vez en un artículo.
  • Gente que admira mi tono sencillo y facilón, porque así llego a las masas incultas. Yes. Incurtos, que sois todos unos incurtos.
  • Gente a la que le gusta mi blog porque no es como el blog X, que es una mierda (porque hablar mal de otros siempre ayuda).
  • Gente que ama mi blog (¡porque es diferente!), pero quiere que cambie ciertas cosas para ser exactamente igual que todos los demás blogs.

El último, especialmente, me parece de lo más misterioso.

Ramit Sethi, bloguero especialista en finanzas y posiblemente mi copywriter favorito, dijo una vez que solo aceptaras consejos de personas que hayan conseguido lo que tú quieres conseguir. No digo que sea válido al 100%, pero creo que es un consejo interesante, porque ayuda a diferenciar entre las sugerencias y críticas que llegan desde la ignorancia y cerrazón mental, y las que llegan desde el conocimiento y espíritu práctico. Desde luego me ayuda con el tipo de email aquí mencionado.

  • Puntos negativos extra si además tienes tonillo condescendiente mientras me dices todo eso y tienes ovarios/huevos/glándulas de pedirme luego un favor.
  • Cómo hacer esto bien: No lo hagas, simplemente. A no ser que tengas una larga experiencia en el sector de la persona a quien le escribas y/o sepas que tu sugerencia es algo que a) puede implementar de forma rápida y sencilla y b) le va a solucionar un problema real, no sé hasta qué punto lo considero recomendable.

8. Preguntas que podrían contestarse con un libro o manual (o con Google)

Yo no soy Google. Google es una macroempresa muy poderosa donde trabajan algunas de las mentes más brillantes de nuestro tiempo.

SPOILER: Yo no soy una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. Soy, como mucho, un gusiluz muy insistente. Si apagas la luz, mi refulgencia es cercana a cero.

¿Qué te hace pensar que sé más que Google?

Cada pregunta es un mundo, sobre todo si atañe a un caso particular con condiciones concretas. Pero os prometo que recibo correos constantes que respondo enlazando a artículos que he encontrado realizando una búsqueda sencilla en Google. Tal cual.

pedir por emailPero… y esto es importante… jamás pongáis google en Google, o se desencadenará el apocalipsis y viviremos todos en una distopía ciberpunk con cables roñosos metidos en sitios muy personales y una arquitectura deshumanizadora pero impresionante.

Y luego están las preguntas como aquella que ya he soltado, del tipo «qué opinas sobre el estado de la literatura actual» o «explícame todos los pasos necesarios para escribir un libro, publicarlo, promocionarlo y venderlo», que me dejan, cuanto menos, boquiabierta.

Esto es una bandeja de correo, no un examen de la facultad. No me des un tema a desarrollar, porque no tengo cuatro horas ni un vigilante con cara de mala leche bicheando mi caligrafía por encima del hombro, gracias.

  • Puntos negativos extra si empiezas el email con «esto solo te llevará un momento».
  • Cómo hacer esto bien: Si realmente tienes una duda que no encuentras forma de solucionar y cuya respuesta nadie parece conocer, y crees que yo podría tener esa información, vale, hablemos. Y aun así, te recomiendo que lo plantees en algún foro o grupo especializado, ya que puedes recibir datos y opiniones de varias personas diferentes. Para autores independientes, por ejemplo, recomiendo muy mucho las iniciativas de Ana González Duque: el grupo de Facebook de El escritor emprendedor y la ayuda que presta en forma de grupos privados, consultas, vídeos, etc., en su plataforma de cursos.

9. Deja de pedirme que comparta cosas que no van a interesar a mi público (ni a mí)

Entiéndelo: no es que no quiera. Bueno, sí, sí que no quiero. Porque tu descuento en clases de zumba suena genial, pero no tiene nada que ver con el tipo de contenidos que comparto en mi blog y en mis redes. De hecho, si publicito tu descuento en clases de zumba, a) nadie va a pinchar ahí y b) mucha gente pensará «¿por qué está hablando de zumba si tiene un blog de literatura? OMG, GABRIELLA SE HA VENDÍO».

  • Puntos negativos extra si comienzas con: «A ti no te cuesta nada».
  • Cómo hacer esto bien: Imagínate que has escrito un artículo o un libro que sabes que es perfecto para el tipo de persona que lee mi blog. Sabes que está bien escrito, que tiene un diseño agradable a la vista, que no está lleno de faltas de ortografía. Por supuesto que puedes mandarme un email o mensaje y comentármelo; eso sí: todo dependerá de si tengo tiempo para leerlo, y de lo mucho que se ajuste a las condiciones ya descritas.

10. ¿Qué saco yo de todo esto?

Fíjate que hemos llegado a la parte más importante del artículo y sin embargo es donde falla casi todo el mundo.

Puedes pedirme lo que quieras, pero ¿por qué iba yo a hacerlo?

Y si esto suena fatal, os recuerdo lo de antes: el egoísmo es necesario cuando tienes una bandeja de correo saturada. Si te ayudo, hoy solo dormiré seis horas. Y eso significa que mañana no rendiré, que me quedaré dormida, que me acostaré más tarde, al día siguiente me levantaré cansada, estaré estresada porque veo que no llego a mi fecha de entrega y… ¿ves lo que has hecho? ¡Me has arruinado la semana!

El escritor Nick Stephenson dice que cuando alguien le propone algo, se hace tres preguntas:

tu email

¿Cómo consigues decir que no a todas las cosas que sé que te pide la gente?

Nick: Siempre pienso… siempre pienso que es como una prueba. Si digo que sí a esto, ¿será divertido? ¿Voy a disfrutar haciéndolo? ¿Me va a traer más ventas? ¿Me va a traer más lectores? Y si no va a hacer ninguna de estas cosas, entonces no lo hago.

Así que si tu propuesta no me resulta divertida (no divertida para ti, sino para mí), si no me va a traer una cantidad interesante de ventas (no, «puede que esto me sirva para vender dos libros a cambio de tres horas de mi vida» no es un intercambio válido) o un número interesante de lectores nuevos, es muy posible que te diga que no.

Sí que hago cosas para ayudar a otros que no cumplen ninguna de estas condiciones. Pero solo puedo hacer un número muy limitado de esas cosas. Para todo lo demás: más te vale venderme la moto de que me lo voy a pasar en grande y/o voy a vender libros, porque si no, lo que me estás pidiendo, en resumen, es que sacrifique mi tiempo y energía para algo que solo es importante para ti.

Y donde pongo yo, sustituid por cualquier persona que tenga una vida medianamente ocupada.

  • Puntos negativos extra si yo tengo que hacerlo gratis pero para ti tiene una finalidad lucrativa. Sí, esto también me ha pasado. Muchas veces.
  • Cómo hacer esto bien: si vas a pedir algo, piensa primero en qué puedes ofrecer tú que sirva a esa persona. ¿Qué sabes hacer que haría su vida más fácil? E insisto en lo de «que sirva». A lo mejor tú crees que ofrecer una copia de tu libro a alguien es una recompensa de gran valor. Pero pregúntate si es una propuesta de valor para la otra persona.

Si no tienes nada que ofrecer, mala suerte. Por lo menos, como muy mínimo, ofrece tu eterna gratitud y demuéstrala recomendando a esa persona y su trabajo, comprando y dejando reseñas a sus libros, ayudando en lo que se te ocurra, etc.

Nota: Evita sugerencias del tipo «si se te ocurre algo que yo pueda hacer a cambio, házmelo a saber». Puede parecer buena idea de entrada, pero ahí estás cargando al destinatario con una decisión compleja. Personalmente, suelo ignorar ese tipo de propuestas (¿qué voy a hacer, encargarte que me envíes tres paquetes por Correos y que me elabores una lista completa de reseñadores en mi sector mientras llevas mi cuenta de Twitter durante un mes?), y me consta que otras personas hacen lo mismo.

11. No me vengas con exigencias

De alguna manera extraña has conseguido convencerme de que acepte tu propuesta, que te ayude con algo de alguna forma. Vale, es posible que me pillaras a la hora de la siesta. Mea culpa por mirar el email a la hora de la siesta.

Así que si encima me dices, ya de entrada, que necesitas ese artículo gratuito para ayer, que debe cumplir una lista larguísima de requisitos y además me bombardeas la bandeja de correo a diario preguntando cómo lo llevo… no, simplemente no.

  • Puntos negativos extra si: las exigencias vienen incluso ANTES de que conteste a tu propuesta.
  • Cómo hacer esto bien: si alguien va a ayudarte, ofrécele todas las facilidades que se te ocurran. Sé amable. Otorga un espacio amplio de tiempo para que trabaje, adáptate tú a sus preferencias, y escríbele solo cuando sea necesario (por ejemplo, un recordatorio un par de días antes del plazo de entrega).

Truco pro: Si pides una entrevista o respuestas a un cuestionario, manda primero un email de acercamiento o pitch, solicitándoselo a la persona involucrada. No envíes ya directamente, en ese primer contacto, las preguntas. Produce una sensación de arrogancia, como si dieras por sentado que esa persona va a ayudarte. Y no lo digo solo por mí: sé de varios escritores que ni se molestan a contestar a correos así, porque les toca un poco la moral.

pedir un emailCuando publicas tu cuarto libro adquieres varios privilegios: una planta artificial en la oficina, derecho a utilizar un portátil (MacBook) en Starbucks y un tocamiento de moral constante.

No pensemos solo en qué acciones nos hacen la vida más fácil, sino en cuáles les hacen la vida más fácil a nuestros colaboradores. Recuerda ante todo que un email donde pides algo es un ejercicio de persuasión: quieres convencer a alguien de que te ayude, de que te dé su tiempo y experiencia; no es parte de tu equipo de trabajo ni te debe nada.

12. Tengo pareja y no me interesas

Pero es que aunque no tuviera pareja tampoco me interesarías.

A no ser que seas Maria Popova. ¿Eres Maria Popova? O si tienes un unicornio con alas. Entonces a lo mejor la cosa cambia. Pero solo si tienes un unicornio con alas. Y si eres Maria Popova.

Cuando empecé a trabajar no me hacía ninguna gracia que alguien intentase ligar conmigo en un entorno profesional y ahora sigue sin sacarme una carcajada. Gabriella Literaria es un escaparate para mí, no para mi vida personal. Por supuesto que me encanta soltar indirectas algo obscenas, decir alguna que otra palabrota o hacer una broma subida de tono. ¡Ese es mi sentido del humor! Y claro que me gusta compartir algunas cosas un poco personales, si creo que me ayudará a comunicarme mejor. Pero eso no significa que me hagan ilusión ciertos tipos de propuestas o comentarios.

No me ocurre solo a mí, pero por desgracia es un problema mayoritariamente femenino. Cuando le hablo de algunos emails que recibo a mis amigos blogueros masculinos las reacciones tienden a estar entre el horror, la incredulidad y la risa. Pues no os riáis, chicos, y creedlo, porque así de asquerosa está la cosa.

Si alguien por internet hace que sintáis un calorcito rico por ahí abajo, eso está muy bien. Parte de la gracia de tener un crush internáutico es que sabes que es imposible o, por lo menos, poco probable. Y claro que pueden surgir cosas. De forma natural, con gente que conoces en persona poco a poco, en eventos, encuentros y etc. Trabas amistad o tienes una reacción química y tenéis sexo en un descapotable modificado para que parezca el Batmóvil o yo qué sé. Pasa constantemente. De hecho, conocí a mi pareja actual en una convención literaria. Por desgracia, no tenemos Batmóvil.

¿Sabes de qué manera NO surge? Mandándole un email a alguien que no te conoce, que no sabes quién ni cómo es, pidiéndole que vaya a tu casa a «enseñarle cosas». Me da igual que sea broma. Da. Muy. Mal. Rollo.

Ya veis, en Gabriella Literaria también damos consejos de flirteo.

Y esto no es tan diferente a todos los puntos ya señalados. Porque hay algo que todos tienen en común:

Lo más importante que debes tener en cuenta al redactar un email

Hay una palabra mágica que se usa al hablar de emails y de pedir favores: empatía.

Al final, todo se reduce a empatía. A ponernos en el lugar del otro.

(¿Por qué enviamos a otras personas emails que no nos gustaría recibir a nosotros?).

Pero no es exactamente eso, porque tus necesidades y tu perspectiva no son las mismas que la persona a la que le envías el email. Así que no trates a esa persona como te gustaría que te trataran a ti: trátala como crees que le gustaría que la trataran a ella.

Si soy una escritora superventas publicada en 39 idiomas, tu oferta de hacerme un fanart a cambio de leerme tus ocho libros y hacerte informes de lectura no me interesa en absoluto. Pero si soy una bloguera con diez visitas diarias a mi web, tu propuesta de hacer guestposting podría hacerme muchísima ilusión.

Piensa en la bandeja de entrada de esa persona. ¿Cómo está de llena? ¿Qué le aporta tu propuesta? Y manda ese email.

Te ayudará si puede y si has sabido destacar, si tienes algo que otros no tienen. Si le propones algo que le iluminará el día.

Y si no puede, no se lo tengas en cuenta.

En el futuro, tú ignorarás y dirás que no a mil emails como este.

 


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