Mi hermano, como muchos sabéis, es informático. O algo así. Solo sé que ha hecho casi de todo lo que se puede hacer relacionado con la informática y que es especialista en hardware. Hasta tiene un podcast sobre el tema. Como os imaginaréis, se le da extremadamente bien arreglar ordenadores.

Esta es su camiseta favorita:

trabajar gratis

El problema con el trabajo técnico informático es que es de esos trabajos en los que los ignorantes en el tema subestiman el valor y el esfuerzo invertido por el especialista. Algo parecido ocurre con los médicos, esas pobres almas agotadas que tienen que soportar que les enseñen lunares con mala pinta en las bodas, uñas amoratadas en los bautizos y mocos de colores raros en la frutería de su barrio*. Y cualquiera que domine más de un idioma sabe lo que es andar traduciendo e interpretando día sí y día también para familiares, amigos, vecinos y conductores de autobús.

Con algunas profesiones no solo se considera que al profesional no le importa en absoluto atenderte en cualquier momento de su vida privada, sino que además se espera que se haga gratis, porque «no le cuesta nada». Es más, seguro que ese profesional te ayudará con alegría, porque su trabajo es su pasión. Oh, sí. Al que se le ocurrió aquello de «elige un trabajo que ames y no trabajarás un solo día de tu vida» habría que azotarlo con paletas de Hello Kitty con tachuelas. Aunque creo que fue Confucio, así que igual llegamos tarde.

Sabéis muy bien por dónde voy. En las profesiones creativas esto puede tomar un cariz violento, porque no se aplica el mismo valor a las creaciones artísticas, por lo menos no de la manera en que puede aplicarse a profesiones como la informática, la medicina o la traducción. Si dibujas, coloreas o escribes, lo haces porque te gusta. Y si te gusta, está claro que estarás encantado/a de dedicar tu tiempo y esfuerzo a cualquiera, a cambio de nada.

Esta es una frustración con la que los autores lidiamos a diario. Ya de por sí, no es que se nos tome muy en serio («—¿A qué te dedicas? —Soy escritora. —¿Pero a qué te dedicas?»). Pero es que la balanza de oferta y demanda es tan horrible (hay un exceso de oferta y pocos filtros de calidad realmente fiables), que muchos editores pueden permitirse hasta cobrar por publicarte. Esto hace que haya mucha gente dispuesta a tomarte un poco el pelo.

¿Significa eso que nunca debes trabajar gratis? Al fin y al cabo, nadie entraría en un restaurante y esperaría que le sirvieran un filete a cambio de buenas recomendaciones, «visibilidad» y «cosas para el currículo». Lo lógico sería pensar que un escritor siempre debe cobrar por su trabajo.

Pues yo creo que no. Antes de que empiece la lluvia de botellas rotas, aclaro: yo creo que no siempre, que hay ocasiones en las que sí debemos trabajar gratis. Por desgracia, es difícil saber cuáles son esas ocasiones y con frecuencia acabamos haciendo el primo por miedo a perder esa «gran oportunidad» que nos han prometido.

¿Cómo saber cuándo debemos decir sí y cuándo no a esas numerosas ofertas que nos llueven para colaborar, aportar, ayudar y, en definitiva, trabajar, sin ver un céntimo a cambio?

Esto es algo con lo que llevo lidiando muchos años y aún meto la pata de vez en cuando. Suelo hacerme las siguientes preguntas, que son las que mejor me funcionan. Me sirven tanto para decidir si voy a regalar contenidos (artículos, libros) como para decidir si acepto proyectos no remunerados relacionados con servicios editoriales o de escritura:

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1. ¿Cuánto tiempo llevas en esto?

Si acabas de empezar en un sector o profesión, lo normal es que no tengas experiencia ninguna y que tu trabajo no sea de muy buena calidad. Es muy probable que cometas errores, que tardes más que alguien que lleve años aprendiendo y que el acabado final no sea excelente. Por tanto, es razonable pensar que tus tarifas no pueden estar a la altura de personas con una amplia carrera a sus espaldas.

Con la escritura pasa algo similar: a no ser que tengas muchísima suerte, tus primeras publicaciones serán con pequeñas editoriales que te pagarán en cervezas, en libros o en porcentajes ínfimos. Generalmente se tratará de proyectos que para ti serán una práctica, una manera de avanzar y aprender. En nuestra primera etapa como escritores lo importante es practicar y experimentar: presentarse a montones de concursos a pequeña escala (más oportunidades de ganar y de darnos a conocer), participar en todas las antologías que podamos (esto te dará experiencia y es bueno para ir creando contactos) o publicar en plataformas gratuitas.

Si llevas diez años escribiendo y sabes que tienes una calidad más que digna, si ya te estás moviendo entre editoriales de un tamaño más o menos decente, tal vez convenga plantearse si realmente quieres publicar en una revista online que leen ocho personas. Puedes guiarte buscando a otros escritores que consideres que estén a un nivel similar al tuyo en cuanto a calidad y experiencia, y ver en qué tipo de proyectos participan ellos. Sobre todo, mira en qué tipo de proyectos participan los escritores a los que admiras, aquellos que te gustaría ser. Pronto verás que los que están más arriba en esa escala rara vez colaboran con algo que no les ofrezca un beneficio tangible.

Esto puede sonar un poco frío, pero míralo de esta manera: tienes que saber cuáles son tus prioridades y trabajar para ellas. Si colaborar con algo te quita tiempo para ese trabajo y no hay una remuneración que lo compense, tanto tú como las demás personas involucradas vais a acabar frustrados.

Esto no se aplica solo a la escritura pura y dura: si realizas cualquier otra actividad relacionada, ten en cuenta también el valor de tu experiencia. Alguien que nunca ha realizado una corrección no puede esperar cobrar lo mismo que alguien que conoce bien el sector, que acude a congresos especializados, que devora manuales y que tiene veinte años de experiencia a sus espaldas. Del mismo modo, tengo la opinión muy subjetiva y personal de que si alguien tiene mucho que ofrecer (experiencia, conocimiento), no es buena idea ofrecer tarifas bajas a la desesperada. A la larga no compensa: obtienes clientes peseteros que hacen que el proyecto se eternice, y además restas valor y dignidad al trabajo de tus compañeros de sector. Pero también entiendo que cuando uno tiene que comer, rebaja por donde sea (sí, todos lo hemos hecho), así que esta es una idea que lanzo al vuelo, basada en mi experiencia particular, sin ánimo de comenzar ningún debate.

Dicho todo esto, creo que las correcciones son un buen ejemplo de trabajos que sí se pueden realizar gratis, si nunca has hecho ninguna, como experiencia de aprendizaje. Creo que corregir significa un aprendizaje brutal para los que escriben y lo recomiendo. Corrige gratis obras de tus amigos: aprenderás a escribir mejor. Ellos no podrán exigirte una corrección a nivel profesional, claro, solo una «revisión de amigo».

Eso sí, si me entero de que a un corrector profesional le has pedido que te corrija el libro de gratis, mañana mismo estoy en tu casa con la paleta de Hello Kitty.

2. ¿Qué vas a aprender de esta experiencia?

Ya que hemos hablado de cosas que hacemos para aprender, vamos a ampliar un poco el tema.

Si ya has participado en dieciocho antologías steampunk, es posible que participar en otra más no te enseñe nada nuevo. Si vas a seguir haciendo cosas gratis, intenta que sea porque te compensa en otro sentido, porque te permita progresar de alguna manera.

Imagínate que te ofrecen a la vez dos trabajos para el verano. El primero es un puesto de corrección básica con una editorial muy pequeña, sin exigencias, pero que paga de forma digna. Imagínate que conoces bien la editorial y sabes que tu trabajo podría hacerlo un mono con los ojos vendados. El segundo es en una editorial grande, a nivel nacional, que te ofrece unas prácticas en un puesto de ayudante de edición.

La elección dependerá de cuánto necesites el dinero, claro. Pero muchos diréis de inmediato que lo primero: haces lo que sabes, lo que es fácil, y encima te pagan. Todo depende también, sí, del punto 1 (de cuánto tiempo lleves dedicándote a esto). Pero un puesto en mitad de faena del mundo editorial a gran escala es una oportunidad de aprendizaje a velocidad ultrasónica. Así que para algunas personas ese trabajo mal pagado (o sin pagar) durante tres meses de estrés sí podría merecer la pena.

El valor del aprendizaje es inmenso y puede que te interese hacer algo gratis en algún momento si eso te da la oportunidad de trabajar en un entorno nuevo o con profesionales a los que admiras y de quienes sabes que puedes aprender mucho. Lo cual nos lleva al punto 3:

3. ¿Cón quién vas a trabajar?

Charlie Hoehn revolucionó el mundo del blogging cuando admitió que el secreto de su éxito era trabajar gratis. Tanto fue así que hasta escribió un libro sobre el tema, donde lo recomienda activamente.

Pero hay que especificar que Hoehn se refería a trabajar gratis en un sentido muy concreto: trabajar gratis al principio de su carrera, para gente que merecía la pena.

Hoehn trabajó gratis para Tim Ferris y para Ramit Sethi, por ejemplo, dos de los blogueros más conocidos de EEUU. Nos gusten a nosotros más o menos de manera personal y mercadotécnica, Hoehn los identificó como líderes en su sector. Analizó el trabajo de estos blogueros y descubrió qué tipos de tareas podía realizar para ellos para hacerles la vida más fácil. Y sí, se ofreció a hacérselas gratis. ¿Cómo podían decir que no?

Os podéis imaginar que el valor de este tipo de trabajo es fenomenal. Hoehn aprendió a ritmo acelerado, consiguió una agenda de contactos que ya la querrían muchos burdeles y tuvo acceso a un público potencial que, básicamente, lo llevó de la invisibilidad a ser, él también, bloguero y escritor de éxito.

Así que la pregunta de «¿voy a trabajar gratis?» debe ser también «¿con quién voy a trabajar gratis?». ¿Qué pueden aportarte estas personas? En ciertas ocasiones lo gratis sí merece la pena, si los resultados son un pago no monetario que supera, con creces, el valor económico que no estás recibiendo.

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Cuando aquella editora me dijo que me pagaría ese relato en especie, pensé que quería decir azafrán.

Por supuesto esto no significa que debas aceptar un trabajo o proyecto porque te dará «visibilidad». ¿O sí?

4. ¿Te va a traer visibilidad?

Todos conocemos la historia: llevas toda tu vida dedicándote a sexar pollos y de repente viene un granjero que te dice que a él se los sexas gratis, que te va a recomendar a todos los demás granjeros de la zona.

Y tú dices que no, porque sabes muy bien que a) será un cliente mucho más problemático, pesado y exigente que el cliente que paga y b) no te va a recomendar a nadie.

¿Pero y si acabas de empezar y viene un granjero muy conocido de la zona, un granjero cuya granja siempre está llena de otros granjeros pudientes, un granjero que sabes que recomienda y que habla de los sexadores de pollos que le gustan? Tal vez sí tengas que planteártelo.

Esta es la idea que hay detrás de los libros gratuitos, por ejemplo. Si tu libro es lo bastante atractivo como para que otros quieran leerlo, si haces que sea muy fácil obtenerlo y lo ofreces gratis, ese libro llegará a las manos de muchas más personas que si estuviera a la venta. Esta es una estrategia a largo plazo, claro (no resulta en un gran número de ventas inmediatas), y conviene tener otros libros publicados para que tus lectores «gratis» tengan donde comprar si les gusta tu estilo.

También es la idea de los blogs. Los que escribimos en blogs generalmente ofrecemos nuestros contenidos de forma gratuita porque es una forma de que nos conozca nuestro público objetivo y de que luego compre nuestros libros relacionados con nuestros contenidos gratuitos.

A veces la visibilidad sí merece la pena. Cuando empezamos a escribir y no nos conoce nadie, sí puede compensar participar en publicaciones no remuneradas. Tenemos que sacar nuestro nombre a la calle, y si todavía no hemos encontrado una editorial que nos avale, nos toca ir haciéndonos un hueco como podamos. Esa visibilidad se complementa con nuestra participación en redes sociales, nuestros textos gratuitos y todo lo que nos vaya haciendo falta para que otros nos lean.

Ahora, si llevas dieciocho años escribiendo y publicando y aparece un editor al que no conoces de nada que hace minitiradas de fanzines y te pide un relato de gratis, más vale que te encante la temática del fanzine para planteártelo siquiera. Cinco lectores nuevos igual no compensan el tiempo que podrías estar dedicando a escribir un relato para una publicación o plataforma 1) remunerada y 2) con un alcance muy superior.

Pero sí, igual llevas dieciocho años escribiendo y publicando y no te hace falta, pero piensas que ese fanzine es lo mejor que existe. Y eso nos lleva al punto 5.

5. ¿Cuánto te apetece hacerlo?

Leí por ahí, no recuerdo dónde, que la mejor manera de decidir si aceptar o no un proyecto es preguntarte cuánto te apetece. Y si la respuesta no es: ¡claro que sí, jopelines!**, no merece la pena.

Esto puede parecer calculador, pero es muy eficiente. Todos tenemos que hacer cosas que no nos apetecen por dinero, por aquello de que comemos, nos abrigamos y tenemos vicios caros e inconfesables. Pero aceptar hacer algo gratis porque nos sentimos obligados a ello, porque no queremos decir que no, siempre acaba trayendo problemas. Puedes acabar sintiendo que te deben un favor muy grande, incluso puedes acabar molesto/a con la persona que te lo ha pedido. También está el peligro de que acabes sin cumplir con tu parte al 100%, porque no te llegan ni el tiempo ni la voluntad para hacerlo en condiciones. Yo no sé vosotros, pero en mi caso, si no estoy totalmente satisfecha con lo que he entregado, ese es un peso que tengo sobre mi conciencia, que ataca a mi orgullo profesional.

No obstante, a veces he dicho que sí a proyectos en los que sentía que podía progresar y crecer como escritora. Creo que un proyecto al que digas que sí debe o bien entusiasmarte o bien presentar un desafío que estés ansioso/a por superar.

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Los escritores debemos enfrentarnos a nuestros demonios, a verdaderos desafíos. Como, por ejemplo, escribir posts de blog de menos de 3000 palabras.

6. ¿Es para una empresa con ánimo de lucro?

Si no te apetece demasiado, si no vas a conseguir gran cosa, si no confías plenamente ni admiras a tus compañeros de trabajo y ENCIMA esto es para una empresa que va a hacer dinero con tu trabajo, no. No, no, no y mil veces no.

Una cosa es colaborar con un proyecto que te parezca chulo y donde nadie va a ver un duro. Sin iniciativas así no disfrutaríamos de algunas webs excelentes, con aportaciones de alta calidad por parte de personas que disfrutan realizando dichas aportaciones. Creo que La piedra de Sísifo es un buen ejemplo en este caso: deja muy claro que no ofrece remuneración, que su valor es cultural y que no hay ánimo de lucro en su trabajo.

Otra cosa es colaborar con un proyecto que está haciendo dinero y obteniendo reconocimiento por tu esfuerzo. Hay webs ahí fuera, algunas a gran escala, que ofrecen visibilidad y nada más. Eh, van a leerte miles y miles de personas. Si tienes forma de obtener rendimiento a esa visibilidad, entonces perfecto; estoy segura de que muchos están conformes con el intercambio. Pero personalmente me irrita que un medio potente pueda lucrarse de las aportaciones de sus redactores si estos no obtienen renumeración a cambio. Este tipo de actitudes es, a mi juicio, el que conduce a que el trabajo de creación de contenidos tenga una valoración tan baja.

Mención aparte merecen las antologías, revistas o cualquier otro tipo de proyecto colaborativo. Aunque las editoriales normalmente ofrecerán a sus autores los pagos o porcentajes que cabría esperar de cualquier publicación, hay empresas que no pagan por estas colaboraciones. Por lo general suele tratarse de editoriales pequeñas que pueden cubrir los gastos de edición gracias a las compras que hacen los propios autores, ilusionados por salir publicados. Esto, en teoría, no tiene nada de malo, pero sigue tratándose de un trabajo que realizan los autores sin recibir remuneración. De nuevo, toca medir si te compensa en otros aspectos; y recuerda, antes de participar, preguntar a la editorial qué tipo de regalías se ofrecen a los colaboradores.

7. ¿Es por una buena causa?

Y hablando de antologías, revistas y etc., puedes encontrarte con muchas publicaciones de este tipo con fines benéficos. Si deseas colaborar, está claro que estás llevando a cabo una tarea noble y te felicito. Pero también asegúrate de enterarte de qué porcentajes de lo recaudado se destinarán a la causa benéfica; y no dejes, en ningún caso, que alguien pretenda hacerte chantaje emocional con este tema. Cuando llevaba un servicio de autoedición, hubo varias asociaciones y ONG que nos exigían (sí, exigían) que les hiciéramos los libros gratis. Gratis para nosotros no era gratis: ¿quién iba a pagar los gastos de impresión, por ejemplo?, y como cualquiera que haya intentado sobrevivir en la industria editorial sabe bien, llegar a fin de mes ya es una hazaña heroica: como para ponernos a ceder a exigencias de gente y causas que ni conocíamos.

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No me puedo creer que no quieras corregirme mi libro de gratis. ¿Cómo voy a pagarte? ¡No tendría para pagarme la manicura de hoy!

Ayuda siempre que puedas, pero no hasta el punto en que te estés quitando de la boca tu propia comida. Esta es una lección que he tardado mucho en aprender. Colaborar está muy bien, pero no sirve de nada si estás deprimido/a, hambriento/a y tiritando en la calle.

Tenemos miedo, mucho miedo de parecer egoístas (e igual alguno de vosotros lo está pensando: «qué egoísta que es Gabriella»), pero OJALÁ ME HUBIERAN GRABADO ESE CONSEJO EN EL CULO CON UN HIERRO CANDENTE.

Bueno, mejor en la frente, que el culo solo me lo veo cuando me quedo en hoteles de esos que tienen más de un espejo.

8. ¿Tienes tiempo?

Yo antes era una chica «sí». Qué queréis, soy medio inglesa, me educaron para ser muy cortés.

No es que ahora sea una chica «no». No digo siempre que no, eso sería absurdo. Dedico mucho tiempo a echar una mano a otros escritores y a aportar contenidos gratuitos de un tipo u otro. Eso también me beneficia de muchas maneras, pero también lo hago porque quiero, porque me apetece, del mismo modo que hubo gente que me echó una mano a mí cuando me hizo falta; del mismo modo que hay gente que me ayuda todos los días sin esperar nada a cambio.

Pero lo que no puedo hacer, por mucho que quiera, es sacar tiempo de donde no lo tengo. Y cuando digo tiempo no me refiero al rato que uno pasa viendo realities televisivos o mirando las notificaciones de Whatsapp: ese tiempo sí que podríamos dedicarlo a salvar al mundo, ¿por qué no? Hablo de tiempo para cosas importantes.

Tendemos a subestimar el tiempo que tenemos; somos demasiado optimistas con nuestra capacidad energética. Se produce un efecto curioso: es muy fácil decir que sí sobre la marcha, porque no pensamos en cómo nos vamos a sentir cuando estemos realizando un trabajo (sí, como lo de ponerse a dieta estricta sin ser conscientes de todos los momentos de debilidad en los que mataríamos por una onza de chocolate o, en mi caso, una lonchita de queso. La de gente que moriría por mis ganas de camembert). Si alguien me pide algo, intento primero visualizarme realizando ese trabajo a medio proyecto; imagino cómo me sentiría y en qué estaría pensando.

Cuando digo que sí sin pensar, sin realizar ese ejercicio de visualización, la cosa acaba en estrés, ansiedad y trabajo mal hecho. Por cada libro que leo por hacer un favor hay un libro que debería estar leyendo y que no estoy leyendo. Por cada artículo que escribo gratis para tu página, hay un artículo que no estoy escribiendo en la mía. Si corrijo tu novela, no podré corregir la mía. Entiende que tengo un cupo de favores, y casi siempre lo llenan las personas a las que conozco muy bien y a las que quiero. Lo cual me lleva al siguiente punto.

9. ¿Es para un amigo?

Y aquí llega otra pregunta: ¿cuánto quieres a tu amigo? ¿Cuántos favores le debes? Solo porque te una cierto grado de amistad con alguien no es razón para entregar tiempo que no tienes y un esfuerzo que no te puedes permitir.

Además, los amigos pueden tomarse ciertas confianzas que un extraño no se tomaría. Pueden ponerse exigentes. Por suerte, no tengo un exceso de amigos amigos. Amigos de esos íntimos, ya sabéis. Amigos por los que trabajaría gratis semanas enteras si hiciera falta.

Sí, para esos amigos sí debes trabajar gratis.

Si la pregunta en realidad es: ¿es para tu pareja?, a no ser que tu pareja sea un/a aprovechado/a de cuidado (en cuyo caso igual deberías plantearte por qué es tu pareja), sí, para tu pareja creo que también debes trabajar gratis. Recuerda que sois un equipo: lo que beneficia a tu pareja también te acaba beneficiando a ti (o así debería ser en una relación equivalente). Doy por sentado que tu pareja también hace muchas cosas por ti.

Todo esto conduce a una última pregunta. La he incluido porque la vi en este infográfico y me hizo gracia, porque en realidad ni debería estar en esta lista.

10. ¿Es para tu madre?

Que te ha parido, hombre/mujer, por favor.

¿Quieres seguir comiendo lentejas/paella/cocido/cordero con bizcocho de algas reducido al Pedro Ximénez?***.

Pues ya sabes lo que hay.

Es evidente que hay más preguntas que podríamos hacernos. Y en ocasiones hay una respuesta muy clara (que suele ser: «¿por qué no te va un poquito a la mierda?»****). En el fondo creo que se reduce a algo más básico y, lamentablemente, egoísta: ¿qué obtengo yo a cambio si no me van a pagar?

Ojo, ese algo a cambio podría ser la sensación satisfactoria de hacer algo por alguien a quien quieres o de contribuir a que el mundo sea un lugar un poco mejor. Lo importante es que nuestra respuesta no venga desde la obligación, desde un quid pro quo injusto (tú me has hecho un favor que ni te he pedido y ahora esperas que te lo devuelva), desde el miedo a quedar mal ni desde el temor infundado de que si no decimos que sí a todo nos estamos perdiendo oportunidades importantes. Creedme que las oportunidades importantes vienen de donde menos te lo esperas, no de ese tipo que te asegura que si le mandas cinco copias en papel de tu libro te pondrá muy bien en su blog leído por tres personas.

Hay ocasiones en las que sí podemos trabajar gratis. Puede haber razones altruistas o interesadas detrás (COMPRA MI LIBRO, QUE SIRVE PARA CORREGIR NOVELAS Y TE VA A MOLAR Y HARÁ QUE PAREZCAS MÁS GUAPO/A EN LA FOTO DE AUTOR).

Pero «no» también es una respuesta válida.

A la larga, creo que podría venirnos bien usarla de vez en cuando.

 


*Esta va por ti, María M. Como si no tuvieras bastante con las preguntas gore que te hacemos los escritores…

**La exclamación original era FUCK YEAH! Mis traducciones pueden ser muy family friendly.

***Esta justificación también sirve para tu padre, si es él el que le da a la cocina. Pero él no te ha parío, desgraciao/a.

****Léase con el acento gaditano de Jesús Cañadas, a quien se lo he robado vilmente.

Nota: La imagen de la camiseta proviene de aquí. Mi hermano es un hombre muy ocupado y preferí no pedirle una foto de la suya. Me reservo mis peticiones de ayuda gratis a mi hermano para cosas importantes, como arreglarme el ordenador.


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