Teniendo en cuenta mi habitual ultra-honestidad, también conocida como la táctica del TMI (Too Much Information!), es muy probable que cualquier cosa que nadie se haya molestado en preguntarme ya la haya contestado yo de sobra en alguna conversación, apunte del blog o fugaz mención en Facebook. A estas alturas muchos ya sabéis lo de mi colección de Pequeños Ponis, lo de mi par extra de colmillos o que no puedo donar sangre, entre otras trivialidades que, más allá de lo meramente curioso, no suponen un cambio significativo a lo dicho hasta ahora.
Y es que este tipo de preguntas siempre me hace gracia. Es como aquello de «cuéntanos un secreto». Si lo contara, dejaría automáticamente de ser un secreto, ¿no? Claro que tengo secretos, historias inconfesables, como todo el mundo. Alguno de ellos sería interesante de incluir en un blog de constante exhibicionismo como es este, pero a lo mejor considero que no es el momento, o están implicadas terceras personas.
Uno de mis blogueros favoritos, Niall Doherty (el blog está en inglés, pero ahora mismo está aprendiendo español así que alguna palabra pillaréis), un irlandés que de buenas a primeras lo dejó todo y se largó a dar la vuelta al mundo (ahora mismo está en Burgos, intentando navegar el extraño mundo de lo español), decidió dar el paso definitivo y contar su mayor secreto en su blog. A Niall su secreto lo limitaba y a la vez lo aterrorizaba. Veréis, Niall nació con un solo testículo, y toda su vida había estado condicionada por este hecho. Su confianza en sí mismo, su relación con los demás, toda su vida personal y social ha estado limitada por la noción de ser un monstruo mono-cojonil. Finalmente decidió enfrentarse a sus temores y confesar su supuesta limitación. Obviamente, la reacción de sus lectores fue positiva… ¿qué tiene ese secreto de terrible? A mí, personalmente, me parece incluso atractivo (pero es que a mí ciertas diferencias físicas me resultan muy sexys). Y resultó que su gran secreto, su inmenso miedo, no tenía absolutamente nada de vergonzoso, lo que fue, para él, muy liberador.
En mi caso, no creo que tenga un secreto que haya definido de tal forma mi vida. Algunos de los momentos vergonzosos, escondidos, han perdido peligro y oscuridad cuando se los he contado a alguien. Guardarse las cosas, en mi opinión, sólo sirve para que se hagan más grandes y poderosas. Por supuesto que algunos recuerdos prefiero guardarlos para mí, pero los peores monstruos los tengo libres, volando, y una vez fuera de la jaula no son ni la mitad de terribles de lo que parecían.