Me cuesta enfocar la vista en la pantalla después de pasarme varias horas decorando otra caja roja (sí, cuadraditos y mil cosas más). Tampoco creo que sea bueno para mi salud pasarme horas encorvada sobre las cajas. En fin.

Terminé el libro de Ishiguro y, aunque estoy de acuerdo con él en que le funciona mejor centrarse en lo que conoce (el mundo occidental) a pesar de su inicial deseo de retratar sus orígenes (Japón), la obra es excelente, como siempre. Ishiguro es un maestro de la insinuación, de decirlo todo sin apenas decir nada, de dejar que el lector absorba decenas de explicaciones para cada párrafo de su obra. Ahora acabo de empezar City of Glass de Paul Auster. Veremos qué tal.