Me temo que no creo en los errores, ni en las decisiones equivocadas. Quiero decir que los errores existen, y se deciden cosas que no son las más convenientes. Pero me gustaría pensar que todo tiene su lado positivo, y que los peores errores que cometemos pueden ser los que nos sirvan de guía para tomar las decisiones realmente importantes. Tal vez las peores decisiones que tomé fueron aquellas que fui postergando, que tardé demasiado en tomar, como la de cerrar la editorial. Parnaso era un lastre que debí soltar hace mucho tiempo, pero tampoco puedo lamentarme, me enseñó, precisamente, a desembarazarme lo antes posible de las cosas que me pesan y no me aportan nada. También ha hecho que me lo piense dos veces cada vez que empiezo un proyecto o tengo una idea que me apasiona. Antes me lanzaba a ello sin meditarlo ni reflexionar, ahora le doy unos días de desarrollo mental, y sólo si sobrevive a éstos, si la pasión se mantiene y he enumerado todas las desventajas de manera realista, me pongo a ello. Intento eliminar lo que me sobra, lo que no necesito, para concentrarme en las cosas que me resultan fundamentales.

Escuchando: Snow Patrol en mi cabeza.
Leyendo: A Clash of Kings, de George R. R. Martin