¿El mayor miedo? Creo que la respuesta es universal, ¿a qué se puede tener más miedo que a dejar de existir? Es probable que todo el mundo conteste a esa pregunta con una respuesta similar: la muerte (y, en consonancia, a pasar por la vida de puntillas, sin dejar nada atrás). Pero dejando de lado lo más obvio, es complicado pararse a reflexionar sobre miedos, más que nada porque uno suele pensar que aquello que se ignora acabará desapareciendo. Generalmente tengo miedo a todo lo que represente una falta de estabilidad bajo mis pies: subirme a una escalera de mano, a unos patines, a una bici (curiosamente no tengo miedo de ir de paquete en una moto, pero jamás llevaría una yo sola). No tengo vértigo en sí, miedo a las alturas, sino miedo a caerme. No me importa asomarme desde un vigésimo piso si siento que el suelo está firme bajo mis pies, pero es subirme a un patinete y mi cuerpo empieza a sufrir espasmos de terror.

Tal vez esto provenga de un miedo más profundo a hacerme daño, al dolor y/o a la inconveniencia de dañar algo en mi cuerpo de manera irremediable. Y aquí entra otro de mis miedos recurrentes: parir. Por un lado no tengo intención de tener hijos (no me gustan los niños, y apenas puedo sobrevivir económicamente yo sola), pero tengo pesadillas de manera constante sobre el hecho de parir. Me parece algo monstruoso. Y también está el tema de la desaprobación ajena, a no ser querida. Supongo que ese, junto al de la muerte, es uno de los temores más comunes.

(Imagen de Joshua Hoffine, galería completa aquí).