Hoy ha sido un día muy largo, de esos en los que haces mil cosas y acabas con la sensación de que apenas has conseguido avanzar nada. Esto ocurre, sobre todo, cuando tratas con la burocracia. Durante la última semana he estado inmersa en una confusión constante de Hacienda, Seguridad Social y otras barbaridades, mientras me dedicaba a corregir textos ajenos e intentar mantener al día algunos asuntos básicos, si bien algunos proyectos, como siempre, tienen que quedarse de lado. En este caso, la gran sufridora ha sido Miss Cristal, que se ha quedado sin boletín este mes, sin cosas que vender y con varios encargos paralizados, además de que he perdido la oportunidad de participar en un mercadillo al que hacía tiempo que le tenía echado el ojo. El mundo se ha puesto de acuerdo para lanzárseme de golpe este mes, y a mí me encanta.
Sólo quería dejar constancia de algunas actualizaciones personales mientras tengo oportunidad:
a) El tema del peso. A pesar de que los 10 días pasados en un apart-hotel fabuloso en la costa malagueña, con sus correspondientes salidas para hincharme de camarones, curry y tortilla de patatas (no necesariamente todo junto) incidieron, traviesos, en mi dieta, una conveniente (si es que hay tal cosa) gastroenteritis un par de semanas más tarde terminó de cargarse el pequeño aumento, que de todas formas desaparecía con rapidez conforme volvía a mi vida normal. Así que volvemos a las buenas andadas, y ya ando cerca de los 10 kilos de pérdida desde que empecé a cambiar mis hábitos de dieta y ejercicio allá por diciembre de 2011. En este momento peso unos gloriosos 73 kilos que me tienen más que contenta. Para celebrarlo, aprovechando unas rebajas locales muy generosas, me compré un par de vestidos nuevos, uno de ellos muy rojo y muy apretado. Es de esos que no puedes ponerte sin meter barriga, pero el simple hecho de tener los santos ovarios de comprármelo ya me parece muy significativo. Lo mejor es la tranquilidad de saber que ya tengo ciertas costumbres a la hora de comer, que de hecho me he habituado a porciones mucho más pequeñas (y mucho más sanas), por lo que la ocasional escapada con algún que otro pecadillo no me preocupa en absoluto. Mi peso ideal, según mi experiencia, está cerca de los 65 kgs, pero no tengo excesiva prisa. Si tengo que esperar ocho meses más para alcanzarlo, los espero, lo importante es sentir que puedo mantener esta forma de alimentarme para siempre. Cada vez tengo más claro que las dietas de pérdida rápida son menos eficientes y suelen significar después un peligroso efecto rebote, como me ha ocurrido en bastante ocasiones.
Los puntos que más me han ayudado han sido los siguientes:
-No tener en casa NADA que me aporte calorías vacías, ni el más mínimo capricho.
-Evitar las situaciones donde sé que voy a comer más de la cuenta (ir de tapas con amigos, ir a casa de familiares que suelan pasarme comida por las narices, etc.), excepto en determinados días con los que ya cuento (en mi caso, cuando estoy de viaje, no sé dónde voy a acabar comiendo y es mucho más difícil planear lo que consumo, por lo que me planifico y acepto esos días como casos perdidos).
-Evitar abrir la nevera o la despensa fuera de horarios de comida. Ni mirarla.
-Por supuesto, evitar el alcohol. Significa calorías extra (muchas) y menos fuerza de voluntad y disciplina.
-Un mínimo de ejercicio diario.
-Hacer una media real del peso (esto ya lo expliqué al hablar de la Dieta del Hacker), para no desanimarme con las subidas y bajadas de peso que no tienen sentido aparente.
-Antes de comer, respirar un poco. Gran parte de mis comilonas venían de la ansiedad, así que tranquilizarse un poco antes de comer viene bien. Y siempre me hago tres preguntas muy importantes: ¿Realmente necesito comer ahora? ¿Merecen la pena estas calorías extra? Y la más importante, ¿es bueno para mi cuerpo esto que voy a comer, o hay algo de comer por aquí que me sentaría mejor?
b) El tema del alcohol. No pensé que llegaría a decir esto nunca, pero… prueba superada. Desde hace un par de meses me tomo una copa de vino si ceno fuera, una situación que suele darse apenas un par de veces al mes. Tengo muy claro que sólo puede ser vino (empezar con la cerveza de nuevo sería mi perdición, por no hablar de los gintonics), que lo tomo por el disfrute del sabor (el efecto, de hecho, me disgusta), sólo con comida y sólo fuera de mi casa (ubicar las cosas, los hábitos, asignarles un entorno, ayuda lo indecible). Desde que hago esto ha desaparecido por completo mi obsesión por beber, mi sensación de desconsuelo por no poder hacerlo. De vez en cuando echo de menos el alcohol, sí, pero luego me imagino realmente lo que se siente, el sabor, el efecto de éste, y recuerdo que no es para tanto. Por ahora es un tema que no me preocupa en absoluto, ya que, al igual que con la pérdida de peso, sé que tengo que seguir ciertas directrices y no tengo problema. Puedo permitirme algo que echaba muchísimo de menos: disfrutar de un buen vino, simplemente por el hecho de disfrutarlo, no por el efecto del alcohol. Claro, he llegado a este punto después de unos cuantos meses de abstención (en los que tomarme una copa de vino habría significado volver a caer en los patrones de antes), que han sido muy duros.
Como considero que son los dos temas con los que llevaba lidiando más tiempo y que por fin consigo tener más o menos controlados, puedo hacer un balance más efectivo. No sé cuál será mi próximo gran reto, ya que tengo muchas pequeñas cosas en mis manos. Supongo que estará encuadrado en el marco laboral, pero este es ahora mismo tan dispar que cuesta mucho analizarlo en su totalidad. Mientras, os seguiré llenando el blog de citas, imágenes, noticias chorras y otros asuntos. Gracias por seguir por aquí 😉
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Fotografía de báscula de Asif Akbar.
Fotografía de copa de vino de Thoursie.