Tengo la gripe, o un resfriado febril, o lo que sea. Curiosamente, esto es para mí motivo de celebración, ya que todo empezó en la garganta y me temía estar en proceso de amigdalitis, que he sufrido tantas veces y que no es nada recomendable (sobre todo ahora que para que te den antibióticos tienes que estar en tu lecho de muerte). Al final ha quedado en un resfriado virulento pero normal, así que entre el dolor de cabeza, de espalda y todos los síntomas poco atractivos de un anuncio de Frenadol, me considero una chica con suerte.
La amigdalitis me trae malos recuerdos, ya que fue la única culpable de que una escapada que planeé con V. hace dos o tres años para mi cumpleaños se fuera a la mierda debido a una fiebre de 39 grados que los de urgencias pretendían curar con aspirina. Habíamos reservado un par de noches en un hotel fantástico en Jerez de la Frontera, con la idea de visitar no sé qué zoo y ponernos tibios en las bodegas locales: Para mí, la idea de unas vacaciones perfectas, sobre todo teniendo en cuenta que eso de las vacaciones para mí es una costumbre bárbara que celebran otras personas. Este agosto voy a hacer 30 años, y la parte más fiestera de mí querría celebrarlo a lo grande, pero me temo que la desorientación absoluta por la que estoy pasando en estos momentos me lo va a poner difícil. No tengo un grupo estable de amistades (mis amigos más íntimos, los que sobreviven a los embates del tiempo y del cambio, están lejos, exceptuando a un par que afortunadamente tengo cerca), no tengo un lugar propio para celebrarlo (ni dinero, claro), no tengo pareja (lo duro no es no tener pareja, que me da igual, sino no tener a la pareja de siempre, que a la hora de pensar en un cumpleaños me pone muy nostálgica). Es probable que acabe en una salida de fin de semana más, y eso me entristece, porque me gustaría pensar que para entonces todos mis problemas estarán resueltos y mi vida estará encauzada de nuevo. Con treinta años esperaba más de la vida, ¿pero quién no?
Lo malo es que cada vez que intento tomar una decisión, surgen más parámetros, cambian las circunstancias y, sobre todo, dependo, como siempre, de la opinión y necesidades de los demás. Tengo las herramientas para el cambio, pero no sé cuál tiene que ser. Una parte importante de mí quiere irse muy lejos, y empezar todo de nuevo.
Y hablando de nostalgia…