Bueno, ya es oficial y ya puedo decir en público lo que lleva comiéndome desde hace ya un tiempo; no tengo más remedio que cerrar la editorial (aunque seguirá abierta hasta el 30 de junio para rematar todas las cosas pendientes). A pesar de toda la ilusión que tanto Víctor y yo habíamos invertido, al final ha pesado más lo negativo (en este caso, los números y mi falta de salud mental) que lo positivo.

El cierre de Parnaso no es sólo el cierre de una empresa que inicié hace ya siete años, a una muy tierna edad. Es el cierre, para bien o para mal, de una etapa de mi vida. Durante la totalidad de esos siete años, el dinero fue una preocupación constante, y mi salud fue empeorando de manera progresiva. Afortunadamente he tenido a V. a mi lado, que ha sido mi mayor apoyo tanto laboral como personal durante los últimos años.

Y ahora todo cambia. No tengo trabajo pero tampoco tendré ya que preocuparme tanto por dinero que debo o dejo de deber. No tengo casa, pero por lo menos en casa de mis padres no me faltará comida ni ropa (sobre todo, ropa). No tengo pareja, pero eso, más allá de reajustarse a mi nueva relación con quien hasta recientemente era mi otra mitad, tampoco es el fin del mundo, y en cierto sentido creo que ha sido bastante iluminador para ambos. Y ya no tengo pildoritas, o por lo menos, espero no tenerlas en un tiempo. Está claro que ahora mismo mi estado de ánimo no es, ni mucho menos, positivo, pero me gustaría pensar que las cosas tienen que ponerse Muy Muy Feas antes de poder empezar a mejorar.

Por ahora sigo con mis proyectos personales, como Proyecto Poema o Miss Cristal. Busco trabajo, lo que, como bien sabéis, ahora mismo no es una labor muy divertida. Me gustaría que fuera en algo de lo mío, si no pues tendrá que ser en otra cosa. De cualquier forma, me hace una ilusión tremenda pasarme un tiempecito acostándome por las noches sin estar dándole vueltas a los números ni acordándome de algún familiar de algún cliente (trabajar con escritores, os lo aseguro, no es fácil).

Este post es, tal vez, el más narcisista y exhibicionista que he escrito hasta ahora. Pero qué coño, hoy sí que creo que me lo merezco.