Cualquiera que se dedique a escribir de un modo semiprofesional, o si lo hace simplemente para plantearse retos o personales o, por qué no, porque le gusta, sabe que hay reglas ineludibles en esto de la composición de palabras. Y diría que las fundamentales son tres:
- Leer. Leer mucho. Es la mejor forma de aprender.
- Conocer a fondo tu herramienta de trabajo. Para el escritor, su herramienta es la lengua, las palabras. Así que es necesario aprender todo lo que podamos de ortografía y gramática.
- Escribir mucho. Practicar, practicar, practicar.
En lo que se refiere a la tercera, siempre recuerdo aquel viejo dicho de que para empezar a dominar cualquier disciplina se requieren 10.000 horas de práctica. Esto, para un escritor (al igual que para un músico, un deportista o un ajedrecista), implica una práctica diaria. Los consejos varían, pero generalmente se recomienda dedicarle un mínimo de 90 minutos diarios a escribir, sólo a escribir (es decir, aquí no se incluiría el tiempo dedicado a editar, corregir o documentarse).
No todos los días estamos inspirados. De hecho, la mayor ventaja de la práctica diaria es que nos ayuda a inspirarnos, al obligarnos a usar de manera continua nuestros «músculos» de escritor. Pero hay días que es imposible, que sencillamente no nos sale nada.
Para estos días es muy útil la escritura libre, también conocida como freewriting, un ejercicio que consiste en escribir sin parar, lo más rápido posible, en un tiempo determinado. El material producido suele ser muy útil para reelaborarse después o para romper un bloqueo. Ojo que esto no es escritura automática, tienes que pensar en lo que escribes, pero a la vez deja una ventanita abierta al subconsciente que puede generar ideas y nociones que de forma normal no se te ocurrirían
A continuación os explico el proceso habitual para llevar a cabo esta práctica. Aunque hay muchas variantes y formas de hacerlo, la más completa que he encontrado es la que se detalla en Wikihow, así que los que os defendáis bien en inglés podéis ir directamente a ese enlace, pero para los demás os dejo aquí una guía similar:
- Calentamiento. Ponte una alarma en el despertador, en el móvil o en el ordenador. A mí me gusta TimeMe, porque tiene la opción de avisarte con una ventanita en la pantalla en vez de con un ruido (suelo concentrarme mucho y los ruidos de alarma me pegan buenos sustos). Haz 5 ó 10 minutos de escritura continua sobre ningún tema en particular para ir pillando el ritmo. No corrijas ni edites ni nada, no vuelvas sobre tus pasos, sólo avanza. No pienses en el tiempo transcurrido.
- Elige un tema. Ponlo en la cabecera de una página nueva, donde vas a empezar ahora a escribir. Si no se te ocurre ningún tema, no elijas ninguno.
- Pon la alarma.
- Escribe lo primero que se te venga a la cabeza. Puede estar relacionado con tu tema (o no, si se te ocurre otra cosa). Hazlo lo más rápido que puedas.
- Sigue escribiendo hasta que suene tu alarma. No te pares hasta entonces. Si no sabes qué escribir, escribe que no sabes qué escribir. La cosa es que no te detengas. Si faltan palabras o las frases se quedan incompletas, no importa, sigue. Si en algún momento te quedas realmente en blanco, siempre puedes mirar qué objetos hay en tu entorno y escribir algo sobre ellos. Cuando termine el tiempo, repasa lo escrito y subraya las ideas que creas que pueden ser útiles.
- Analiza las ideas y frases que has subrayado y decide cómo te ayudarán en tu proceso de escritura, cómo puedes utilizarlas. Agrúpalas por tema, utilidad, etc.
- Ya puedes comenzar con tu borrador de escritura «seria». Si todavía te faltan ideas, repite el ejercicio de escritura libre.
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Imagen por cortesía de FreeDigitalPhotos.net
Yo me apunto. A ver cómo se me da 🙂
Ya me contarás. Yo lo hago a veces, pero sobre todo quiero retomar lo de los sueños, es utilísimo.
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