Ebony con frío. Lo que asoma es su colita.
Nuevo gato para nuestra casa. Ya tenemos guardián de piedra en la entrada.
Samarkanda, o vista de la estación de Atocha en Madrid.
Retrato de servidora por mi amiga Cassandra. El gato retratado es Golfo (DEP).
Ilustrando dedicatorias ajenas. Mi cara dura no tiene límites conocidos.
Acabo de llegar de Grecia con la cabeza rota (nada demasiado grave, aunque estuve ingresado tres días en el hospital militar de Atenas). Es lo malo de ir a nuestro aire, sin acreditación de prensa ni nada, que cuando las cosas se ponen verdaderamente feas no tenemos santo al que encomendarnos. Hablo en plural debido a que no somos pocos los que practicamos este periodismo «de guerrilla», profesionales de la información que, hartos de no encontrar trabajo ni a tiros, hemos acabado jugándonosla a todo o nada para venderlo después a los medios tradicionales (cuyos reporteros no salen del hotel ni para ir a la vuelta de la esquina) o publicarlo directamente en internet. Todo este rollo viene a cuento para decirte que me parece bonito que celebres el día de los enamorados (mi pareja y yo también lo hacemos, incluso cuando todo arde a nuestro alrededor y ella se niega a abandonar el lugar de los hechos hasta acabar el último carrete de fotos), de alguna manera, ambos somos artesanos en lo nuestro (he pensado en regalarle a mi novia uno de tus fabulosos collares, ya hablaremos…) y seguiré siendo visitante asiduo de tu «blog» mientras pueda conectarme a la Red (¡no siempre es fácil!).
¡Ánimo! ; )
Vil Traidor
¿Qué estoy leyendo? «Suttree» de Cormac McCarthy
Vaya, siento lo de la cabeza rota, ¡y espero que estés de nuevo entero!
Cuánta razón con lo del periodismo de guerrilla. Recuerdo muy bien cómo compañeros míos acabaron dedicándose al mundo del paparazzi y la farándula porque pagaba bien y las agencias cuidaban de sus empleados, a diferencia de cualquier otro tipo de periodismo que básicamente consistía o en arriesgar la vida haciendo reportaje de guerra o en ir de cama en cama con la esperanza de acostarte con el tipo adecuado para conseguir un sueldo, aunque fuera mínimo. Yo no aguanté mucho en ese ámbito, y ahora mismo mi «periodismo» es más bien sencillito, desde casa y desvanándome los sesos para escribir por encargo para las pocos trabajillos especializados que me salen. Por otro lado, mi timidez incapacitadora me impide hablar con gente por la calle que no conozca (recuerdo las pesadillas y los sudores fríos que tenía trabajando para radio local), razón de más para que admire a todos aquellos que se lanzan a la aventura en busca de información 😉
Y ya ves, qué poca falta hacen los bombones cuando se tienen edificios en llamas u_u