Me temo que tendréis que disculpar mi falta de actualizaciones en el último par de semanas. Como bien sabéis me fui de vacaciones. Lo que en principio iban a ser 4 días se convirtieron en 6, gracias a la generosidad de personas maravillosas que me ofrecieron alojamiento un par de días en Santander. Como con todos los viajes, planear las cosas a veces no resulta. Quiero decir que sales de casa con una idea y vuelves con otra, tienes pensado seguir cierto orden y al final te ves trastocándolo todo. Como siempre que me voy unos días, al regreso tenía un buzón lleno de emails pendientes, a los que no he podido terminar de contestar todavía, y había asuntos por resolver de todo tipo. Esta última semana, además, mi cabeza ha estado en otros sitios.

Igual que en su momento os pedía paciencia porque las cosas estaban cambiando y todo iba mal, ahora os pido paciencia porque las cosas están cambiando y van, extrañamente, bien.

No me he olvidado del reto que tenía pendiente, ni mucho menos. En teoría me lo cargué al decimoquinto día, cuando me di cuenta de lo difícil que es meditar en un autobús. Pero prefiero respirar un poco, reajustar las ideas, superar el sábado (que es mi cumpleaños), y retomarlo todo donde lo dejé. Creo que de vez en cuando el paréntesis es útil.

Mientras, a pesar de que me he cargado mis buenas costumbres de madrugar y etc., me he vuelto tremendamente productiva. Ya casi tengo terminado el que será mi tercer poemario oficial. Es raro dedicarse de forma tan continua a la poesía, dándole prioridad ante otras ocupaciones, pero al mismo tiempo es sorprendentemente satisfactorio.