En referencia a comentarios que he recibido al anterior post, tanto en el propio blog como fuera de él, quería añadir algunas cosillas.
Algunos estudios demuestran que el problema de los alcohólicos no es tanto que sean adictos al alcohol sino que tienen una personalidad adictiva o que están predispuestos, de manera biológico o genética, a ser adictos a esta (u otra) sustancia. Por esto el alcohólico no puede beber nada, si consume aunque sólo sea una copa inmediatamente entra de nuevo en el ciclo vicioso. Es decir, aunque muchos de vosotros podéis salir, beber, el rollo de siempre sin mayor preocupación, o incluso tomaros un vinillo en casa con la comida sin mayores consecuencias, para otros es un callejón sin salida, nunca podrán simplemente tomarse una cerveza. De una manera similar, hay personas que sólo fuman ocasionalmente (aunque son las menos, y suelen acabar convirtiéndose en fumadores asiduos) o sólo consumen otro tipo de drogas (cocaína, cafeína, incluso azúcar) de manera eventual. Yo misma tengo una necesidad casi física de consumir alcohol, pero puedo eliminar el dulce y el azúcar de mi dieta sin ningún problema, algo que para otras personas es del todo inconcebible. Puede que en mi caso esto sea porque a lo largo de mi infancia y adolescencia apenas se ha consumido dulce en el hogar familiar, así que no lo echo en falta. Con la cafeína me pasa algo similar: como no me gusta el café, no tengo esa obligación burra que tienen tantos de consumir grandes cantidades de cafeína. Consumo coca-cola o té con cierta frecuencia, pero más bien porque suelo tener la tensión baja y es una manera eficiente de subirla. En ese sentido tengo cierta obligación por consumir cafeína, pero no una necesidad ni una adicción.
Creo que en el fondo todos tenemos una personalidad adictiva (todos tenemos nuestras adicciones, más o menos perjudiciales), pero algunos, por características biológicas o educativas, tendemos a unas más que a otras. Ojalá desarrollase una adicción al agua, al ejercicio o a cualquier cosa saludable.
En cualquier caso, ya van 8 dias sin probarlo. Los primeros días es difícil, como siempre, pero me está costando menos que otras veces. Tal vez influya en esto que por una vez me he dado cuenta de que llevo intentando dejarlo más de seis años, y que es ahora o nunca, que no puedo seguir con la misma dinámica de siempre. Lo que sí noto más que en otras ocasiones es el síndrome de abstinencia físico, algunos días me duele la cabeza por las mañanas (me levanto con una especie de resaca aunque no haya bebido) y con frecuencia estoy más susceptible que de costumbre y de mal humor.
Como dije en el post anterior, no sé si será para siempre o para un tiempo limitado, tal vez sólo hasta que pierda algo de peso para poder recuperar mis vestidos favoritos del armario. En cualquier caso, se trata de de hacerme a la idea de que vivir sin alcohol es posible, algo mucho más difícil de lo que parece.
Hace falta no poca fuerza de voluntad para deshacerse de un hábito nocivo que nos va gangrenando el alma y la vida.Desde un punto de vista estrictamente racional, parece obvio que esa tos perruna que nos acompaña al levantarnos por la mañana no puede ser sana o que castigarnos el hígado con toda clase de bebidas espirituosas (u horribles matarratas, depende del abrevadero) es la manera más rápida de acabar sirviendo de abono para el camposanto, pero casi siempre nos comportamos de una forma mucho más pasional de lo que nos gusta reconocer… Los efectos secundarios de la abstinencia del alcohol no son para siempre, ni mucho menos.
Ánimo!
Vil Traidor
Qué está sonando? «The lost art of conversation»
Al agua se puede desarrollar adicción. Se llama potofagia y la escritora Amelie Nothomb la describe de manera autobiográfica creo que en «El sabotaje amoroso», pero cito de memoria…
Hmm, ¿no era Sofía Mazagatos la que decía que bebía ocho litros de agua al día o algo así?