
El broche era una pieza más hecha polvo de entre los restos de bisutería que compro ocasionalmente a los mayoristas del polígono industrial. Comprar restos siempre es una aventura apasionante, a veces te tocan bolsas llenas de basura y a veces cestas enteras de piedras semipreciosas, perlas barrocas y cosas por el estilo. Sea como sea siempre es divertido ir descubriendo los tesoros y aprovechando lo aprovechable y toda la bisutería rota o estropeada que los mayoristas no pueden vender y que, con el enchufe adecuado, puedes conseguir a precios ínfimos. El broche en cuestión se había quedado sin piedras, así que lo esmalté (al igual que otras cuentas estropeadas o feas) y me encantó el resultado:
En otro orden de cosas, el gato podría estar vivo o muerto:
Leyendo: A medias con La era del diamante, de Neal Stephenson y La historiadora, de Elisabeth Kostóva. Tengo que alternarlos porque uno es denso y el otro francamente estúpido. Las cosas que leo por trabajo…
Escuchando: El tema principal de Samurai Champloo (no recuerdo cómo se llama).
De hecho no se distingue bien si está vivo o muerto una vez abierta la caja ;P
Me encantan tus compricas, me recuerdan a nuestros tiempos de La Tienda de las Cosas Bonitas y el mercadillo…
Por favor, decime que está vivo.
Ann, está vivo, te lo digo yo que no veas qué tarde me ha dado tan pesada.