Ya está aquí, ya llegó. La hora de rendir cuentas y de proponerse cosas para mejorar nuestra vida futura. Generalmente la llegada de un nuevo año se asocia a esto; a reflexionar sobre el año que dejamos atrás y a pensar en cómo hacer que este que entra sea mucho mejor.

El problema de los propósitos de año nuevo es que no suelen durar mucho, así que tampoco le veo mucho sentido a hacer una larga lista de cosas que probablemente no vaya a cumplir. Por lo general seguiré con temas que me propongo casi a diario. Tal vez la única novedad es que he dejado otra vez de beber, y tengo la sensación de que esta vez sí puede ser la que consiga pasarme por lo menos una temporada larga de abstemia. Aunque es difícil, me he dado cuenta de varios aspectos fundamentales, que me ayudan a identificar las situaciones «de riesgo» y a reinventar mi vida lo suficiente como para durar un tiempo sin beber:

Beber es casi una obligación social. A diferencia de los fumadores, por ejemplo, a quienes se les anima para que dejen de fumar, dejar de beber suele producir desconcierto y, a veces, irritación por parte de los que te rodean. Personalmente entiendo que pueda haber cierta desconfianza e incredulidad para conmigo, ya que tengo ya como costumbre abandonarlo un tiempo y luego volver, una y otra vez. Pero me irrita sobremanera la insistencia.»Venga, porque te tomes una no pasa nada». Parece que la gente no sabe beber si no es acompañada, y reconozco que yo misma he pecado en este sentido con no bebedores. Cuando bebes te es inconcebible que alguien elija, por su propio pie y sin obligación médica o similar, no consumir alcohol. Es muy difícil explicarle a alguien que si me tomo una acabaré tomándome cinco, y lo peor de todo es que será vuelta a empezar. Beberé mañana, y pasado, y al otro. Y dejarlo otra vez será aun más difícil (por no hablar del síndrome de abstinencia que tarda entre tres y siete días en largarse, por lo menos en mi caso: dolores de cabeza, fatiga y muy mala leche).

Nadie entiende por qué quieres dejar de beber. Incluso cuando no podía beber por exigencias de una medicación, había quien casi me metía la copa en la boca. Y no es que yo consuma grandes cantidades de alcohol, ni vaya más allá de cervezas y vinos. Pero sí lo he hecho en el pasado, como manera de combatir el estrés y la depresión. Y levantarse todos los días con resaca no es nada productivo, hasta el punto de que tengo la sensación de que algunos años están borrosos, desaprovechados. En el último año he reducido de manera muy significativa mi ingesta alcohólica. Y aun así es demasiado. He llegado a un punto en el que a mi cuerpo no le gusta nada el alcohol. Sea porque recuerda esas resacas tan brutales que tenía en el pasado o sea por propia supervivencia, ha decidido que incluso una sola copa de vino se me va a quedar en la cabeza como un tambor desagradable. Y luego está el tema del peso, claro. No voy a decir cuánto he engordado en los últimos años por beber, porque sinceramente, me da bastante vergüenza. Y todo esto es algo que, a las tres de la mañana, es muy difícil de explicarle a un amigo o una amiga borracha.

Es muy difícil tener una vida social sin alcohol. Por la presión mencionada, y por el tipo de ocio que suelo practicar fuera de casa, que es, básicamente, beber y comer con amigos. Cambiar el «vamos al bar este a ponernos ciegos de pintas de cerveza y tapas mientras arreglamos el mundo» por «¿te apetece un té verde está tarde?» es bastante complicado para mí y sé, por experiencia, que estaré unas semanas, por lo menos, casi sin salir de casa para evitar tentaciones innecesarias. Además, cuando los demás beben y tú no, simplemente estáis en fases diferentes de interacción. Lo que a ellos les divierte a ti te aburre. En resumen, no beber cuando sales es muy aburrido. Es necesario reinventar tu vida social y modificar tu ocio.

Por otro lado, la sensación de claridad mental y de, no sé, limpieza, que tienes cuando llevas unas semanas sin beber es maravillosa. No sé si este propósito será para siempre, para unos meses o para 30 días. Por ahora quiero que dure lo más posible. Puede que caiga otra vez, como suele ocurrirme, pero que no sea por no intentarlo.

Leyendo: Corazones en Atlantis, de Stephen King
Escuchando: El murmullo de mi ordenador.