Aunque hoy no me he levantado a las seis de la mañana (todavía me estoy recuperando de la noche de LAN en celebración del cumpleaños de mi hermano, en la que perdí miserablemente al Héroes III y bebí en grandes cantidades para compensar mi posterior sequía), son sólo las siete y media de la tarde y ya estoy reventada. Si bien una rutina diurna es algo que nunca pensé que me serviría de mucho, durante los últimos meses me ha ayudado a llevar mi continua y habitual somnolencia y me ha prestado unas cuantas horas más al día que no sabía que tenía. Y es que ese par de horas antes de irme al paseo por la mañana posiblemente sean las mejores, son las que uso para perder el tiempo por Internet y disfrutar de la calma que proporciona que los demás estén durmiendo y que todavía no haya salido el sol.

Segundo día sin alcohol.

Leyendo: The Corrosion of Character: The Personal Consequences of Work in the New Capitalism, de Richard Sennett y An Artist of the Floating World, de Kashuo Ishiguro.