“Me siento delante del ordenador, pero el texto no fluye como antes —me decía un amigo escritor— . No sé qué me pasa“.
Nunca ha tenido problemas para encontrar ideas, pero en el último par de años le cuesta escribir con fluidez. La calidad no ha disminuido, pero el proceso es cada vez más tortuoso y menos satisfactorio. Revisamos las razones habituales: las cuestiones psicológicas que hay detrás de los bloqueos. Damos con algunos puntos importantes, pero nos sigue faltando una pieza crucial del puzle. Tras muchas vueltas, comenta que antes daba largos paseos donde rumiaba aspectos de su escritura: tramas, personajes, estructuras. En el último par de años sigue con los paseos, pero está más pendiente del móvil que de otra cosa.

Le pido que pruebe a dejar el móvil en casa. Ambos nos reímos del chiste, pero consigo convencerlo de que por lo menos se lo deje en el bolsillo, que lo saque solo al final del paseo, ya de camino a casa.
Al día siguiente ya me está hablando de cómo ha arreglado varios nudos de trama. Está lleno de ideas y motivación. “Ahora recuerdo por qué daba esos paseos —me dice—. Es que era así como escribía“.