Mientras me relajaba en una terracita en el delicioso casco antiguo de Avilés la semana pasada, me preguntaba si el nuevo festival Celsius 232 podía ser el encuentro friki que todos estábamos buscando. Con mayor proyección y más cómodo que una Hispacon, más práctico y tranquilo que una Semana Negra, y una excusa estupenda para reunirte con absolutamente todo el fandom habido y por haber, atraídos por un jugoso programa de firmas y charlas nada densas, cabe la posibilidad de que el Celsius haya sido el festival relacionado con el género fantástico más atractivo al que haya asistido hasta la fecha. Con todo lo mejor de la Asturcon (espicha y fiesta de disfraces, actos específicos del género en español) y de cualquier reunión multitudinaria de los aficionados a este mundillo, me sentí en mi salsa reencontrándome con viejos amigos de hispacones, encuentros gastro-literarios y celebraciones juerguistas en general. También había mucha cara nueva, y creo que no me equivoco al decir que todos los que venían solos y desamparados fueron acogidos con gracia y afecto por los presentes.
Lo peor del Celsius 232:
- Las colas interminables para las firmas. La firma de George R. R. Martin fue larguísima pero la cola se movía a gran velocidad: su firma es muy sencillita, lo cual es una pena para el firmado pero una alegría para las colas. Sin embargo, Laura Gallego se toma su tiempo con cada dedicatoria. Yo llevaba tres libros que me habían encargado para que me los firmara (tenía la esperanza de poder pillarla justo antes o después de la firma oficial, pero tuve que esperar bajo el sol como el resto, como era justo y necesario). No conseguí almorzar (una gran paella que se hizo en plena calle) hasta casi las cuatro de la tarde, pero ella no consiguió ni eso. Cosas de ser famoso, supongo.
- Los camareros: Si bien en el resto de sitios el servicio fue estupendo, hubo dos locales en particular donde éste fue realmente nefasto. Nunca había visto a camareros tan agobiados por tener que servir dos mesas en una terraza.
- Llevar taconazos a una comilona donde no hay donde sentarse. Afortunadamente llevaba las chanclas en el bolso.
- Camas individuales en el hotel. Cómo las odio.
- Por supuesto, la gente. Reencontrarse con personas especiales a las que solo ves muy de cuando en cuando, ponerse al día con los viejos amigos y pasarlo teta ideando proyectos, planes y barbaridades muchas.
- Los actos en sí. Todo muy ameno y divertido. El taller de supervivencia al apocalipsis zombi de Sergi Viciana se salía. Gracias a Sergi por enseñarnos que las hachas gigantes no son una buena opción.
- Avilés en general. Un lugar de ensueño.
- La sencillez. Una sola carpa y un auditorio, además de unos cuantos puestos de libros. No hace falta nada más.
- El nivelazo de los invitados. Además del protagonista indiscutible, Martin, teníamos un surtido alucinante de escritores entre nosotros.
- La espicha. Y es que no hay nada como disfrazarse para disfrutar de la tradicional espicha de la Asturcon en un llagar inmenso rodeado de personajes curiosos. Ahí arriba me tenéis vestida de la Muerte de Neil Gaiman, justo antes de salir de la habitación del hotel.
- El resto de la habitación del hotel. Una ducha casi mágica, que se regulaba al milímetro, un vestidor enorme y un bonito suelo de parqué para taconear.
- Mi aniversario. Ha caído otro cuadernito de Paperblanks, un anillo que creo que es de jaspe dálmata y un peluche de lechuza que ha sido bautizado enseguida como Lechuguita (no preguntéis). Mi colección de peluches de animales crece: ya tengo pingüino, ornitorrinco, lémur, lobo y lechuza. Combinan genial con el peluche gigante negro llamado Ebo que suele colocarse encima de mi cama y que ronca de manera endiablada. No tenía ni idea de que fuéramos a intercambiarnos regalos. De hecho no fue un intercambio, ya que yo no había comprado nada. Pero así tengo excusa para vengarme adquiriendo objetos igualmente fantásticos en cuanto pille despistado al Sr. Demiurgo.

Ay, paella, con qué ligereza utilizan tu nombre. XD
Juas. Y que lo digas. Pero qué quieres, era tarde y yo tenía hambre atroz.