Lo de los trucos raros, por una vez, no es clickbait.

Son raros porque soy rara: me lo han dicho siempre y a estas alturas, con cuarenta años (casi todos de vida escritora), empiezo a sospechar que tienen razón. He llegado a aceptarlo; tanto, que la fantasía que escribo más a menudo es esa que ahora llaman weird.

Lo bueno de ser rara es que pruebas cosas que se salen un poco de lo habitual y a veces encuentras soluciones interesantes.

La vida es un gran experimento (y escribir también)

Muchos de nosotros (escritores o no) sufrimos de esa plaga actual a la que nos referimos con la expresión genérica «problemas de salud mental«. Ansiedad, depresión… ya sabéis, lo de siempre. Todo esto acarrea síntomas, tanto mentales como físicos, que hacen que las labores creativas sean especialmente difíciles.

Aun ahora recibo con frecuencia preguntas de personas que ven que esto afecta a su labor escritora.

Lo primero que digo siempre es que NO soy una profesional de la salud y que antes de nada hay que buscar ayuda especializada. Google no es médico y esa terapia de flores con carbón activado posiblemente no sea lo que necesitas.

Yo puedo ayudar a alguien a implementar un hábito de escritura o a entender cómo mejorar su novela, pero no puedo decir si es mejor que tome antidepresivos o que desarrolle una práctica de meditación.

Lucio descubrió algo tarde que esa actividad en grupo contra la depresión era algo más… definitiva de lo que esperaba.

Tengo mis opiniones, claro. Pero son eso: opiniones. Cosas que me han ido funcionando a mí y que a lo mejor para ti no son ideales. Lo que creo que sí es importante, una vez obtenida ayuda profesional, es ir probando diferentes opciones. Experimentar, anotar, analizar.

Tres pilares básicos

Podemos hablar de todos los trucos que queráis, pero me gustaría partir de la base de que en esto de encontrarse medio bien, y poder ser persona productiva y medio funcional, hay siempre tres pilares indispensables: dieta, ejercicio y sueño.

No voy a entrar en el farragoso debate de qué es comer bien, pero creo que la mayoría de expertos están de acuerdo en que probablemente deberíamos comer menos carne y menos azúcar. Y qué decir del alcohol, de los cinco cafés diarios, etc. En el fondo, ya sabemos qué hábitos tenemos que no nos están haciendo ningún bien.

¡Pero mira, si tiene una hojita verde! ¡Tiene que ser sano por narices!

Tampoco insistiré en eso de que debemos movernos más, ni diré qué ejercicio es el mejor. Se supone que necesitamos ejercicio cardiovascular y también de resistencia, aderezado de algo que nos ayude a mantener mobilidad y flexibilidad… y una máquina de horas extra para cada día estaría bien también, ¿verdad?

Sí hablaré del sueño. En eso sí que soy pesada, pesadísima, sobre todo después de leer esa pesadilla que es Por qué dormimos, de Matthew Walker. Lee eso y no volverás a saltarte una noche de sueño. Dormir poco y mal nos está destruyendo.

Trucos raros: Atajos menos conocidos para trabajar (y vivir) mejor

Vamos a lo que vamos: los trucos raros. Insisto en que lo que me funciona a mí no tiene que funcionarte a ti, pero también digo que todos tienen sus estudios científicos detrás (excepto el de las 10 ideas, pero daño no te va a hacer) y, en teoría, deberían aportar algo positivo.

1. Te tiene que dar el sol lo antes posible

Esto no lo recomiendo si te levantas a la una de la tarde en agosto. Como persona muy pálida, hago un gasto anual nada desdeñable en protector solar. NO te pongas al sol sin protección en las horas peligrosas.

Con este aviso por delante, es muy importante que lo antes que puedas asomes la naricilla al sol más amable de la mañana. Solo cinco minutos de luz natural son suficientes para meterle marcha a tu cuerpo.

Si, como a mí, te cuesta despertarte por las mañanas, este truco es radical. He pasado a ser una persona productiva por la mañana, algo que antes me resultaba inconcebible (no me espabilaba del todo hasta las 11 o 12 del mediodía, por muy temprano que me levantase).

Esa luz solar está diciendo cosas muy importantes a nuestro cuerpo, a muchos niveles. El ritmo circadiano depende de esa luz natural y solemos tratarlo fatal: nos exponemos a una luz artificial insuficiente por la mañana, del mismo modo que nos damos demasiada luz artificial por la noche antes de dormir.

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Solo. Un. Capítulo. Más.

Y no, la luz que entra por la ventana no vale. Tienes que exponerte físicamente al aire. No tienes que ponerte directamente al sol, no te preocupes: puede ser a la sombra (y da igual que esté nublado). Lo importante es que a tus ojos (y a tu cerebro) está llegando el mensaje de que comienza un nuevo día.

Yo no tengo ni idea de cencia, por cierto. Esto lo aprendí de Andrew Huberman, un experto en neurobiología que es profesor en Stanford. Recomiendo muchísimo su trabajo de divulgación (por ahora solo en inglés, creo) y su pódcast.

Pisa la calle o el balcón lo antes que puedas. Bastan cinco minutos para notar la diferencia (aunque si es un poquito más, aún mejor). Y por la noche baja las luces un rato antes de irte a dormir. No comas nada por lo menos dos horas antes de intentar conciliar el sueño. Intenta dormir en oscuridad completa.

Duermo mejor y tengo más horas útiles durante el día. Mi querido novio ahora dice que soy una plantita, pero me da igual. Si hay que hacer la fotosíntesis para escribir más y mejor, se hace.

2. Escribe 10 ideas al día

Este truco lo cogí de James Altucher y si bien no le veo las capacidades transformadoras revolucionarias que él promete, tengo que admitir que mi creatividad ha mejorado. No me refiero solo a la escritura y a otras acciones artísticas: diría que ha mejorado bastante mi forma de enfrentarme a los problemas. Diría que tengo mejores ideas en general.

En esos minutos mañaneros que estoy fuera, absorbiendo sol como una florecilla campestre, aprovecho para hacer una lista de diez ideas.

¿Sobre qué? Eso da igual. Pueden ser diez ideas para cuentos. Pueden ser diez ideas de títulos para un artículo. Pueden ser diez ideas para películas que nunca dirigiré. Pueden ser diez recetas que nunca cocinaré (no creo que los garbanzos con pomelo estén buenos, no sé). Pueden ser diez ideas para listas de diez ideas. No es necesario hacer nada luego con esas ideas, la gran mayoría serán muy malas. Lo que quieres es ejercitar tu cerebro, hacer que use la imaginación y que sufra un poquito con el esfuerzo.

Para desbloquear atascos creativos este ejercicio es fenomenal y además notarás, ya desde las primeras semanas, que tu forma de enfrentarte a todo lo que te confunde a diario será distinta.

(Y un subtruco raro)

Otro idea absurda que cogí de Altucher es el uso de «comanderos», esas libretas que usan los camareros para tomar la nota o comanda. Son geniales. Tienes el espacio perfecto para hacer listas y tienen el tamaño perfecto para meter en el bolsillo o cualquier bolso o mochila.

Compré un pack de diez y ahora los uso para todo, desde las listas de diez ideas a mi lista de sesiones de trabajo diarios (es perfecto si, como yo, usas pomodoros). Puedes encontrarlos en cualquier tienda china o papelería de barrio, pero a veces cuesta dar con los que no tienen papel autocopiativo. Yo los compré por Amazon (aviso que soy afiliada), y recomiendo mucho estos en particular.

3. Practica una actividad que se te dé mal

Desde pequeños se nos anima a que desarrollemos nuestras habilidades naturales y «talentos», y acabamos huyendo de aquello que nos humilla, que nos hace pensar que no somos «buenos» en algo. Esto es… problemático.

Si eres una persona más bien torpe, como yo, es normal que evites cierto tipo de actividades.

Y aquí entramos en mi ejemplo favorito para todo este asunto: el yoga.

¿No tienes equilibrio, ni aguante, ni flexibilidad?
¡Haz yoga!

En mi vida pensé que podría hacer yoga, pero, como conté en su momento en mi lista de correo, me mantuvo cuerda durante la pandemia.

Hablo de yoga como podría hablar de cualquier actividad en la que soy un desastre. Empecé hace siglos por recomendación médica y pronto descubrí lo que ya me imaginaba: se me daba como el culo. Mi flexibilidad era nula, ponerme en poses incómodas solo me estresaba (¿el yoga no se suponía que era relajante?), y además descubrí que tengo una cadera más alta que la otra, lo que tal vez explique un poco mi escaso sentido del equilibrio.

Años más tarde, sigo haciendo esta cosa tan rara de moverse fluidamente (o no muy fluidamente, en mi caso) entre una postura estrambótica y otra.

Lo bueno que tiene hacer algo que se te dé mal es que acabas aprendiendo a comerte el orgullo, a mandar el ego a paseo y a desarrollar una cabezonería que no sabías que tenías. La sensación de victoria ante cualquier progreso es diez veces mayor que cuando realizas una actividad para la que tienes aptitudes. Todo lo que he aprendido del yoga ha acabado reflejado en mi manera de enfrentarme a la escritura: si puedo intentar OTRA VEZ hacer la dichosa postura del cuervo, puedo intentar sacar otro texto al mundo, por muy decepcionante o difícil que haya sido la experiencia del anterior.

Sobre la esterilla hay días buenos y días malos. Igual que en la escritura. Nunca voy a ser una gran yogi… o tal vez sí. Tal vez me muera sin haber conseguido hacer un cuervo medio digno, pero lo importante en yoga no es hacer las inversiones más impresionantes ni las posturas más contorsionistas. Es enfrentarte a ti misma a diario y descubrir una disciplina, una aceptación y una curiosidad que no sabías que tenías.

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No te rías de mí, tío, hago lo que puedo.

He de insistir en mi uso de la palabra una en eso de «una actividad». Con una tarea difícil autoimpuesta tengo bastante, gracias. Mi ego tiene un tope de humillación diaria.

4. Prueba la hipnosis

Sí, puede que esta sea la más rara. La descubrí también gracias al ya mencionado Huberman. Yo pensaba que la hipnosis era un truco de circo, y de hecho la hipnosis de espectáculo existe, pero el trabajo de psiquiatras como David Spiegel (entrevistado por Huberman aquí) es muy interesante y demuestra las posibilidades de esta herramienta.

La hipnosis te permite entrar en un estado de relajación enfocada, que por las definiciones que da Spiegel me recuerda bastante al estado de flow o flujo que usaba Mihaly Csikszentmihalyi (intenta pronunciar eso con la boca llena, ya verás). Vamos, que hay más en común entre ese estado que tienes cuando estás escribiendo de forma muy concentrada y pierdes la noción del tiempo que con la noción clásica que tenemos de un espectáculo de hipnosis que nos hace cacarear como una gallina.

¿Es para ti la hipnosis?

Aquí ya voy con muchos disclaimers por delante y creo que este apartado lo he reescrito unas ocho veces por lo menos. Lo de la hipnosis es algo con lo que aún estoy experimentando, pero los resultados han sido tan positivos que me siento un poco obligada a mencionarlo.

Para mí la hipnosis ha sido un gran descubrimiento, pero no es para todo el mundo. Debemos acercarnos a esta herramienta con cuidado, por las razones que daré a continuación. Quiero dejar claro que el peligro NO está en esa noción de que la hipnosis puede obligarte a hacer cosas que no quieras. Aunque estás en un estado más sugestionable de lo normal, sigues estando consciente. De hecho, una de las ventajas de la hipnosis es que te permite tener un control mental y visual sobre todo sin tener que experimentarlo en la realidad. Es por esto por lo que se puede usar en el tratamiento de estrés postraumático, por ejemplo.

Pero vayamos con los avisos:

  • Si tienes problemas severos de salud mental y pretendes probar la hipnosis como parte de tu terapia, será más útil que busques a un profesional médicamente cualificado que te ayude. Mi uso de la hipnosis es más bien como autohipnosis para relajación, si buscas algo más dirigido a problemas concretos, asegúrate de comprobar las credenciales de quien te trate.
  • ¡Ojo! Parece ser que hay un tercio de la población que no es hipnotizable, así que esto posiblemente no haga nada por ti. Hay una manera sencilla de saber si eres hipnotizable o no. Levanta la mirada hacia arriba (como si intentaras mirarte las cejas) y baja los párpados. Si los ojos y la mirada bajan con los párpados (en vez de mantenerse en su sitio mirando hacia arriba), no eres hipnotizable. Si no lo tienes muy claro, pídele a alguien que mire mientras haces este ejercicio y te diga si los ojos bajan o no. Básicamente, cuanto más blanco se vea de tus ojos (esclerótica) al volver a subir el párpado, más hipnotizable serás.
  • Hay mucha pseudociencia ahí fuera. Youtube y Spotify están llenos de «hipnosis» asociada con un montón de conceptos que nada tienen que ver con mis objetivos.

¿Por dónde empezar?

La hipnosis para mí ha sido un gran descubrimiento porque me relaja por completo, algo que jamás había conseguido (ni con yoga, ni meditación ni ejercicios de respiración ni nada). Si sufres de ansiedad crónica y además tienes insomnio, sabrás de lo que estoy hablando. Gracias a la autohipnosis, consigo «limpiar» mi cabeza antes de dormir y conciliar el sueño mucho más rápido. También me ayuda a recuperar la motivación y el ánimo en esos días de bajona en los que nada parece merecer la pena.

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¿Pero por qué no le han dado el óscar a Johnny Greenwood por la música de El poder del perro, por qué?

Si quieres probarlo, el propio Spiegel ha desarrollado una app llamada Reveri. Es de pago y solo está disponible ahora mismo para IPhone. Yo tengo Android, así que hasta que lo saquen en esa plataforma tengo que bucear en ese mar de (im)posibilidades ya mencionado de Youtube y Spotify.

Personalmente, hay algo en la voz de Joseph Clough que me funciona. Me lo pongo unos 15-20 minutos justo después de comer, para superar ese bache siestero que dificulta el trabajo de la tarde. Y luego justo antes de dormir, para conciliar el sueño como una bendita.

PERO (y siempre hay un pero)… Joseph Clough es terapeuta de PNL (programación neurolingüística). No soy muy amiga de la PNL como escuela en general, ni me gustan los contenidos de Clough relacionados con la «manifestación» y otros asuntos que asocio más con el pensamiento mágico que con la ciencia.

Selecciono sesiones generales en las que no entra demasiado en ese tipo de «terapia». Recomiendo esta para antes de dormir, que te noquea por completo mientras te dice cosas bonitas y motivadoras.

Y sí, está en inglés. Estoy segura de que habrá algún equivalente realmente bueno en nuestro idioma, pero por ahora no lo he encontrado.

5. El ritual: escribe todos los días, a la misma hora y en el mismo sitio, con las mismas condiciones

Lo sé, lo sé, encima de rara empiezo a parecer un tanto maniática. Pero creo que en parte eso es hacerse mayor: de joven experimentas, lo pruebas todo para ver qué funciona. Tiras el espagueti a la pared a ver qué cachos se quedan pegados. Con el tiempo vas quedándote con lo que funciona y llega el momento de optimizar. Así cambié mi forma de dormir, de trabajar, de comer… y dejé atrás cosas que me lastraban. Descubrí herramientas alucinantes, como los pomodoros, los desafíos de 30 y de 100 días, la lectura «activa»…

Pero la herramienta más potente ha sido el hábito, sin duda.

Ni inspiración, ni musas, ni fuerza de voluntad. A mí lo que me permite terminar y publicar libros es sentarme a diario en el mismo sitio, con el mismo termo de té, a la misma hora, a soltar palabras. Es por esto por lo que creo en la escritura diaria, como ya he mencionado muchas veces en este blog.

También es importante, por lo menos para mí, tener un sitio donde apuntar mi progreso. A lo largo de los años he buscado la herramienta ideal, pero no terminaba de encontrarla. Así que hice lo que hay que hacer en estas situaciones: crearla yo misma.

Así es: he creado una herramienta para optimizar esto del hábito de escritura, basándome en mi experiencia de los últimos veinte años, tanto mía como en mi trabajo con otros escritores.

Tenéis toda la información sobre cómo se fraguó y cómo usarla en este artículo. Y es que ya está a la venta mi 100 días de escritura, una libreta ideal para implementar el hábito de escribir. La tenéis disponible en dos formatos:

  1. Una edición en cuaderno, de manejo comodísimo, por solo 12 € (envío nacional incluido), que podéis comprar directamente de mi tienda web:

2. Una edición más grande, en tapa dura, a 17,50 €, que podéis adquirir en Amazon:

Espero que esto os ayude con algo tan increíble como es la escritura diaria.

Sobre todo lo demás: contadme. ¿Cuáles son vuestros propios experimentos «raros», aquello que más influye (para bien) en vuestro esfuerzo escritor?


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