No tengas más de 30 libros en casa.

Esta frase ha invocado rayos y centellas en las redes sociales, y no es para menos.

¿Deshacernos de libros, en serio?

¿Quién se cree que es Marie Kondo para decirnos cuántas obras debemos tener en la estantería, en la mesilla de noche, sobre la cama o bajo la pata de una silla coja? Twitter, Facebook y hasta Google+ (¿tal vez? ¿creo? ¿posiblemente?) se han incendiado con semejante descaro, despertando, a la vez, toda una suerte de reflexiones, profundas o no, sobre el valor de nuestros libros:

tirar libros

Lo gracioso es que yo estoy un poquito de acuerdo con lo que dice Marie Kondo. O sobre lo que no dijo. Porque Marie Kondo no dijo eso*.

Pero solo os pido que, antes de mandarme las metralletas a casa, subidas a lomos de drones, tanques o tiranosaurios, leáis el resto del artículo.

Comienza el debate

A finales de 2018, leí (o más bien escuché, en audiolibro) The Life-Changing Magic of Tidying Up. La narradora tenía una voz dulce y agradable, y me decidí a poner en práctica lo que el libro predicaba, porque servidora es muy desordenada y su entorno tiende, constantemente, a la entropía.

A diferencia del 90% de los libros de autoayuda que he leído, este funcionó. Os prometo que ahora cuando miro mis cajones me caen lágrimas de felicidad en vez de darme ataques de pánico. Eso sí que es progreso.

Por casualidades de esas extrañas del destino, justo después de terminar el libro y de poner patas arriba mi dormitorio y despacho, apareció un reality de Kondo entre mis novedades de Netflix.

Porque todos esos vídeos en Youtube sobre cómo doblar tus bragas no eran suficientes.

Marie Kondo es una mujer japonesa que va a hogares estadounidenses a arreglarles la casa (o, más bien, a enseñarles cómo hacerlo). Marie conquista todo mediante la magia del amor y la organización. Su firme manejo de sus clientes, entre risas encantadoras, me recuerda a cuando sugiero a clientes escritores que veintiocho gerundios por página no son necesarios. Yo también río cuando intento quitarle hierro a la crueldad y el autoritarismo, Marie.

A mí me gusta Kondo, me gusta mucho, sobre todo porque en el mundo hay muy poca gente que ama su trabajo. Hay hasta estadísticas que lo demuestran. O por lo menos lo demostraban en 2017 en una selección realizada en el mercado laboral estadounidense, así que hasta aquí solo demuestro la invalidez de decir en un blog que hay estadísticas que demuestran algo.

Me sentí mal cuando empecé a ver comentarios indignados sobre esta dama honorable en la burbujita que son mis redes sociales, Solo he visto un trozo del episodio en cuestión, pero parece ser que Kondo propone a dos escritores que reduzcan su caudal de libros. Esto implica, terror de los terrores, deshacerse de objetos sagrados.

Antes de nada, diré que está claro que Kondo nunca ha tratado con escritores o jamás se le ocurriría meterse en semejante boca de lobo.

Que los libros son nuestro trabajo, Marie. Y nosotros también amamos nuestro trabajo.

A veces.

Un número (nada) mágico

Ciertamente 30 es una cifra un poco estúpida. Sospecho que Kondo proviene de Tokio, un lugar que no destaca precisamente por sus viviendas espaciosas, aunque su casa postéxito parece generosa.

Yo diría que esa cifra debe variar según el espacio del que dispongamos (o incluso a qué nos dediquemos). Tras la purga a la que sometí mi biblioteca (que no es la primera, desde luego), han sobrevivido más de 30 libros, y no son más que una gota en el mar inmenso que era mi colección de libros. Dar un número preciso, algo que por lo demás Kondo elude en todo momento (supongo que para evitar este tipo de reacción, precisamente) es un gran error.

No obstante, toda esta indignación me dejó perpleja. Entiendo que la idea de tirar libros a la basura puede resultar desagradable, pero hay muchas otras opciones, como regalar tus libros o donarlos a quien los necesita. Me sentí, incluso, un poco atacada. Si estaban tan indignados con la Kondo, ¿qué pensarían de mí?

Los escritores, cabreados

En mi entorno de escritores (y otros miembros del gremio literario), fue donde encontré las quejas más persistentes. Este es un ejemplo claro de lo que opinaban algunos de mis amigos (cito con su permiso expreso):

tirar libros

¿Por qué a mí me resultaba positivo deshacerme de libros, mientras que para otras personas era, evidentemente, algo negativo?

He llegado a algunas conclusiones.

1. En España el libro tiene un valor especial

Como muchos sabéis, servidora es bicultural.

En el Reino Unido hay una mentalidad muy distinta respecto al libro. Aquí en España tenemos libros de bolsillo, pero el tipo de libro de bolsillo pensado para un solo uso es muy propio del mundo anglosajón. Donde yo vivo, en la Costa del Sol, es muy común que los hoteles tengan estanterías llenas de los libros que los visitantes británicos han comprado solo para leer durante su estancia y que luego han abandonado. Para ellos, esos libros son desechables. Son libros que, tras una lectura, ya tienen una apariencia sobada y asalvajada. Por supuesto, su precio también es bajo.

Este tipo de lectura es propia de un país donde puedes comprar un libro por un precio risible en Tesco, el equivalente a pillarte una novedad editorial por cinco euros en Mercadona. La demanda alta de libros (que, entre otros factores, se debe a un clima que favorece actividades de interior, como la lectura) permite que haya también muchos libros disponibles en formatos rápidos. El libro lo lees una vez y lo tiras o lo donas. Si te gusta mucho, te lo compras en tapa dura.

deshacernos de librosTe amaré para siempre... o hasta que una edición ilustrada y encuadernada en piel nos separe.

Por todo esto, esa mentalidad es, en parte, la mía también. Estoy acostumbrada a ir a tiendas de segunda mano y volver cargada de novedades que me han costado a euro el libro (o menos). Estoy acostumbrada a llevarme libros de hoteles, a comprar libros tirados de precio, en general. Además, he sido editora, y cuando lidias con cajas y cajas de libros que no consigues vender, tu perspectiva hacia ellos cambia un poco. Por trabajo, también recibo muchos libros de prensa o cortesía, y témome que esos «regalos» no siempre son de mi agrado.

Con el tiempo, los libros se han convertido para mí simplemente en un medio para aprender y/o divertirme. Lo valioso no es el libro como objeto, sino el contenido. 

Tengo la sensación de que ocurre algo muy distinto con los libros españoles. Los libros en España suelen ser más caros, exigen más esfuerzo para nuestro bolsillo y una mayor energía de selección. Nos arriesgamos menos al elegir. Evidentemente, su durabilidad es mayor y aguantan más de una relectura (o diez). Tirar un libro comprado en España, a una editorial española, es un horror. Es como tirar 20 euros a la basura y de paso escupirle al maquetador, pisotear al corrector y dejar mensajes lascivos al autor en el buzón.

deshacernos de libros¡Hola! ¡Vengo del contenedor, de tirar uno de tus libros! ¡Y lo he tirado al CONTENEDER AMARILLO!

No voy a entrar en las razones por las que el libro en España tiende a ofrecer estas características. Básicamente, leemos menos, compramos menos y se crea un círculo vicioso en la oferta y demanda. Ese es un tema mucho más complejo, para un artículo mucho más largo.

Así que tal vez no seáis vosotros. A lo mejor vosotros le dais el valor al libro que debe tener, y soy yo la que le ha perdido el respeto, como a quien le regalan doscientas cajas de galletas de chocolate y de repente decide que no, que ya no le gustan las galletas de chocolate.

Y todo esto nos lleva a…

2. El sesgo de pérdida

El sesgo de pérdida es una de las trampas mentales más nefastas que existe. Cuando invertimos tiempo, energía o dinero en algo, muchas veces seguimos haciéndolo, aunque ya no compense, por no «perder» ese tiempo, esa energía o dinero invertidos. Ocurre mucho con los proyectos de trabajo (cuando llevas meses trabajando en algo que evidentemente no va a funcionar, pero no abandonas porque sería echar a perder todos esos meses de curro) y con los juegos de azar. Es el «no puedo parar ahora, con lo que he invertido» del pobre ingenuo que ya ha perdido ocho rondas de blackjack.

Como aquel abrigo te costó 400 euros, sería un crimen deshacerte de él, aunque solo te lo has puesto una vez en quince años y no estuviste nada cómodo; aunque verlo en tu armario te proporcione una sensación incómoda de agobio y culpabilidad. Con los libros también ocurre.

Los libros son una manifestación de este sesgo, a veces. Y todo es mucho peor si te lo regalaron. A lo mejor es un libro de historia babilónica escrito en versos de Coelho y con ilustraciones de la señora que restauró aquel Ecce Homo, pero es que te lo regalaron, tío.

Ahí se juntan la culpa y el sesgo de pérdida. Y esa unión es demoledora.

3. El valor emocional del libro

Hay emociones guardadas entre las páginas de nuestros libros, en sus lomos y guardapolvos. No solo son emociones positivas. Algunos de mis libros estaban cargados de malos recuerdos, de rencor, de culpa, de ansiedad. Por eso resultó tan liberador deshacerme de ellos.

Esto, por supuesto, no es igual para todo el mundo. Muchas personas se sienten orgullosas de esos sentimientos negativos, también. Lo consideran una parte importante de su vida. Si eres de esas personas, guarda tus libros con primor. Todo depende del trato emocional que tengas con tus posesiones.

Cada persona se enfrenta de forma diferente a los recuerdos que asocia a un libro. Para muchos lectores, los libros son también un álbum de notas:

tirar libros

Nuestros libros son nuestra identidad, como explica tan bien Jesús. Y nuestra identidad cambia, al igual que cambia nuestra relación con nuestros libros:

tirar libros

Eso sí, ¡importante!: asegúrate de que tu fijación por conservar libros no sea una excusa para no tener que enfrentarte a la dura decisión de decir adiós a recuerdos dañinos, a emociones que te minan, a sentimientos que no aportan nada bueno. Eso sería trampa, ¿no?

Bien sé que ese enfrentamiento es difícil, pero creo que es necesario. Y ya que andamos hablando de identidad, todo esto también me ha hecho darme cuenta de lo siguiente:

4. Los libros representan lo que queremos ser

¿Qué ocurre cuando nuestras posesiones no son nuestra identidad real, sino la que nos gustaría tener?

¿Cuántos de vosotros tenéis libros de esos que comprasteis porque sentíais que debíais tenerlos?

Yo tenía unos cuantos. Manuales arduos que nunca conseguí terminar, obras de referencia que ya no consulto… ¿para qué?

Conserva los libros que amas, los libros que representan lo más profundo de ti, no lo que te gustaría que pensara de ti cualquiera que visitara tu casa.¿Te gusta Dan Brown? Lúcelo con orgullo. Nadie te obliga a tener libros de Chéjov en tu estantería.

Que podrías, porque Chéjov mola, pero nadie te obliga.

Y por supuesto te voy a juzgar por tener libros de Dan Brown en tu estantería, porque así es la naturaleza humana. Pero a ti no debería importarte, en absoluto.

Ni siquiera deberías invitarme a tu casa, por esnob.

5. el Prestigio de una buena biblioteca

Ocurre algo curioso con los libros. Si alguien tiene dos habitaciones repletas de figuritas de Warhammer, es un friki y no está bien de lo suyo. Pero si alguien tiene dos habitaciones repletas de libros, es un gran ejemplo moral a seguir.

deshacernos de librosLa escritora Rocío Vega tiene figuritas Y libros. Lo que demuestra que sí, que se puede tener todo en esta vida.

El conocimiento no se transmite por ósmosis. Los libros solo aportan cultura si te los lees. Quedan bonitos, sí, y si tener dos habitaciones llenas de libros te da felicidad, mira, ¿por qué no tener tres? ¿Pero no tendría más sentido tener en esas habitaciones solo los libros que te aportan algo?

Las figuritas de Warhammer las pintó aquel friki y las disfruta cada vez que las ve, recordando el trabajo y detalle que invirtió en ellas. Tú no eres mejor que él por rodearte de celulosa.

Tenemos que fomentar la lectura, por muchísimas razones. Esto no implica que tengamos que fomentar un consumo exacerbado de objetos materiales, máxime si gran parte de esos objetos no hacen nada por nosotros. Si te encantan los libros como elemento decorativo, ¡fabuloso! Ya te están dando algo. Lee todo lo que quieras (todo lo que puedas y más), pero considera si TODOS los libros que te rodean te hacen mejor persona.

O si te dan algo de felicidad.

6. El peligro del y si

¿Y si el año que viene me mudo a Canadá y la enciclopedia de osos más peligrosos del mundo me hace falta? ¿Y si quiero volver a leer aquella serie de 29 libros de fantasía épica que, francamente, perdió fuelle tras el tercero? ¿Y si cambio de parecer político y este ejemplar de Mein Kampf se convierte en mi libro de cabecera? ¿Y si…?

Es peligroso el y si, el afán de agarrarnos a cosas por si las necesitamos en el futuro. Provienen de una mentalidad de escasez y, de hecho, a veces tienen mucho sentido (si sufres o has sufrido una escasez real). Pero si tu escasez no es realista (o si es heredada), plantéate: ¿qué es lo peor que puede pasar si te deshaces de este libro? ¿Harás daño a alguien, un daño irreparable? ¿Terminará tu vida tal y como la conoces? ¿Vendrá Darío Villanueva en persona a echarte la bronca y arrancar de la pared tu diploma de Filología?

Es sorprendente la de cosas que tenemos que no necesitamos, basadas en un subjuntivo muy poco probable.

7. Una cultura donde el consumo es una obligación

Si alguien te regala un libro, te costará desprenderte de él. A lo mejor es porque te recuerda a esa persona y eso te proporciona rendimiento emocional. Pero también puede ser por culpabilidad: ¿qué opinaría esa persona si se enterara?

deshacernos de librosHe arrancado la hoja de dedicatoria, he roto cada página en millones de trocitos diminutos, pero ¿y si un experto en rompecabezas hurga entre mi basura, recompone el ejemplar y avisa al autor de que me he deshecho de su libro?

Creo que esto parte de la noción desagradable de que debemos poseer algo por el hecho de poseerlo, no por lo que nos proporcione. Si un regalo no ha sido un acierto, ¿no tiene más sentido que lo disfrute otra persona, en vez de tenerlo en una estantería cogiendo aún más polvo?

Comprar menos libros en papel no implica el fin de la industria editorial. Podemos invertir en libros de papel que tengan mayor margen para las editoriales (¡y para los indies!). Podemos comprar lo que es realmente especial, adquiriendo ediciones de lujo. Y los eBooks y audiolibros existen (otro día hablamos, eso sí, de la problemática de acumular títulos sin leer en un Kindle, ejem. Y todo esto que digo no es excusa para dedicarse a la piratería, por cierto. Compra eBooks originales, que siguen teniendo un coste de creación, diseño, marketing y publicación. Su carácter digital no los hace menos valiosos).

Leer mucho no tiene por qué corresponderse con tener 10000 libros en casa (y saber mucho tampoco).

Elige libros que sean especiales para ti. Compra bien. Aunque consumas mucho en libros, ¿qué te obliga a conservarlos todos? 

En ocasiones parece ser que si no tienes 1000 libros en casa, es que no aprecias la literatura. Pero propongo considerar el otro lado de la moneda… si conservas solo los libros que son importantes para ti, ¿no los apreciarás más? Sé que, por lo menos en mi caso, ha sido así. No se trata de ver al libro como desechable (aunque, como se ha visto en Gran Bretaña, eso podría fomentar la lectura en general), sino aceptar que no es obligatorio quedarte con todo lo que recibes o compras.

Y cuando sabes que te deshaces de lo que no te convence, te lo pensarás mucho más antes de tu próxima compra por impulso.

un par de conclusiones

Dona, no tires

Es posible que gran parte de la indignación que suscita una «regla» como la de Kondo es que asumimos que tenemos que tirar posesiones a la basura. Pero deshacernos de libros no significa su destrucción final y muerte. Hay muchas cosas que se pueden hacer para darles una segunda vida digna. Este artículo de La Vanguardia propone unas cuantas.

Personalmente, tengo la suerte de tener cerca una tienda de segunda mano que pertenece a una ONG local en la que confío. Respecto a las obras que están en peor estado, también hay unos cuantos vendedores de mercadillo a la caza y captura en mi vecindario, así que en cuanto dejo una bolsa de libros cerca de un contenedor, desaparece a velocidad vertiginosa.

UNA SOLA FRASE PUEDE DESTRUIRTE

En realidad todo esto no es lo importante de mi artículo. Toda esta reflexión ha surgido, sobre todo, como prolongación de algo que siempre me preocupa: la rapidez con la que juzgamos a los demás, algo que se ha visto magnificado por las redes sociales. La mayoría de los que hablaban de la famosa frase de la Kondo en mi entorno virtual no conocen su libro ni nada de lo que propone. Apenas he visto unos capítulos del documental, pero creo que pocas cosas hay tan inocuas como una señora japonesa un poco extravagante que nos sugiere que nos quedemos con las cosas que nos aportan felicidad.

Y sin embargo…

deshacernos de libros

Tal vez es por frases así por las que me veo impulsada a escribir este artículo. Asumo que se ha dicho a la ligera, sin pensar, igual que cuando Kondo (no) soltó lo de los 30 libros. A la ligera, sin pensar. Da miedo que nuestras palabras puedan provocar una reacción tan visceral. Sobre todo cuando las cosas se exageran un pelín, de lo que se burla el escritor de fantasía Sam Sykes:

deshacernos de librosNo me puedo creer que Marie Kondo dijera que destruyéramos todos los libros y que luego entrara en cada casa de cada individuo y les hiciera comerse todos sus libros y cuando intentaron protestar les dijo "no hables con la boca llena de libros, bocalibro" y todos los chicos populares se rieron.

Es precisamente esa visceralidad lo que me interesó. Lo que empezó como algo negativo y frustrante, en mi caso, terminó en un debate fructífero con otros compañeros. Ha surgido toda una evaluación de mi relación con mis libros y mis demás posesiones, y también, como escritora, me ha ayudado a conocer un poco mejor mi mercado.

Al final ha sido positivo todo esto, porque en el fondo no se trata de que estés o no estés de acuerdo con lo de los 30 libros. Se trata de pensar por qué estás tan violentamente de una parte u otra. Todos queremos imponer nuestros criterios y me gustaría, simplemente, aportar algunos puntos de vista menos debatidos. Si tener 10000 libros te hace feliz, eso es maravilloso. Si tener 10 te hace feliz, eso es maravilloso.

A mí, desde luego, me es indiferente.

Yo solo estoy aquí para hablar contigo de literatura, de escritura y de libros.

Te prometo que me da igual cuántos haya ahora mismo en tu estantería.


Créditos de imágenes:

*Gracias a Pablo en los comentarios por el enlace al artículo donde se cita la frase original de Kondo. Sugiero unirlo a este, donde se desmiente el meme de los 30 libros obligados y se analiza de dónde surgió la indignación viral.