Que yo no digo que a la escritura haya que tratarla como un proceso frío y científico.

Tampoco entiendo por qué lo científico tiene que ser frío. Lo científico puede ser apasionante.

A mí me produce pasión (de esa escalofriante y gustosa) todo lo que estamos descubriendo en los campos del aprendizaje. Se habla de una nueva «ciencia de la pericia» (science of expertise), pero no veo que se aplique demasiado al campo de la escritura.

Sospecho que es por el halo.

No el de Beyoncé, el otro.

La magia de escribir (y de no aprender)

A la escritura la envuelve un halo de misterio y magia que hace que nos creamos diferentes. A veces da la sensación de que el trabajo y la disciplina ocurren en otros sectores, menos mágicos y misteriosos que el nuestro.

Seguimos cubriendo de humo todo lo que es el proceso de aprender a escribir, porque cubrirlo de humo es mucho más fácil que tener que pararse a pensar y diseñar un sistema válido que nos permita progresar en nuestra escritura de una manera eficiente.

«¡Pero, Gabriella! —me diréis, con vuestra vocecilla insistente e imaginaria que siempre pone bien las comas de vocativo y sabe que se pueden usar comillas inglesas en medios digitales—: ¡El mundo está lleno de cursos para escritores!».

Cuánta razón, vocecilla. Haberlos haylos. Los hay buenos, con metodología docente detrás, pero también hay muchos que parecen un montón de cosas inconexas encontradas por internet y tiradas a un cubo. Por cada taller o curso bien diseñado hay tres que dejan a sus alumnos rascándose la cabeza, perplejos. Esos alumnos me escriben y me cuentan sus experiencias, y algunas no son bonitas.

práctica deliberada
Venga, deprisita, que tengo que terminar otra ronda completamente subjetiva de valoraciones para las que no tengo formación técnica alguna. Y deja ya de escribir dragonadas, Pablo Javier, que aquí solo enseñamos Literatura de VerdadTM.

Pasa algo similar con las conferencias y las famosas masterclasses. Escuchar hablar a los que saben es genial, pero si no tenemos cuidado, se convierte en otra gota en el cubo ese del que hablaba. Un cubo lleno de conocimientos y ejercicios aleatorios.

Yo también doy talleres o charlas, a veces, y soy muy consciente de mis limitaciones. Le doy muchas vueltas a qué utilidad pueden tener para mi público. Aunque me exigen mayor esfuerzo mental (y energético, que ya sabéis que los introvertidos somos así), las consultorías individuales parecen más efectivas para escritores, ya que se ajustan a sus necesidades y proponen cuestiones prácticas que pueden aplicar enseguida. Pero todas las consultas profesionales del universo sirven de poco si el alumno no está dispuesto a invertir el tremendo esfuerzo que supone salir a diario de una mentalidad fija, empujarse a sí mismo a progresar.

Seguro que habéis oído aquello de que las cosas se convierten en verdad si se dicen muchas veces. Y seguro que habéis oído lo de «a escribir se aprende escribiendo«. Pues sí, claro que sí. Del mismo modo que aprender a tocar el piano se aprende tocando.

Pero no solo tocando, ¿verdad? Si te sientas ante un piano y comienzas a pulsar las teclas, puedes hacerlo durante horas y días y semanas, y eso no te va a convertir en Chopin.

práctica deliberada
Llevo trece años tocando a diario. Solo conozco una canción, pero oye, es Despacito y me sale niquelao.

Ya he hablado en este blog de la importancia de compaginar teoría y práctica en nuestro camino como escritores. Escribir todos los días no te va a enseñar a usar los verbos ni a retratar a tus personajes. Por lo menos, no en mucho tiempo. Y ese es el problema de la práctica sin propósito, repetitiva.

Por qué la práctica repetitiva no te llevará al Nobel

Igual os suena aquello de las 10000 horas, aunque solo sea por lo pesada que he sido con el tema aquí en el blog. Lo popularizó Malcolm Gladwell en su libro Outliers, y básicamente se refiere a la cantidad aproximada de tiempo que se requiere de práctica para alcanzar la competencia en una disciplina. Vamos, que si quieres ser un gran escritor, vas a tener que escribir 10000 horas (1).

práctica deliberada
Lo sentimos, señor Pérez-Patata, pero le faltan exactamente 238,3 horas de trabajo para que adaptemos su libro a serie en nuestra plataforma, Nexflit. Vuelva dentro de unos meses. 

En teoría todo eso está muy bien, pero no es exactamente cierto. Lo de las 10000 horas proviene, en su origen, de un estudio capitaneado por Anders Ericsson, y se refiere a un grupo de estudiantes de violín en una academia de prestigio en Alemania. Ericsson analizó una selección de alumnos con distintos grados de competencia y descubrió que los mejores violinistas, los que se presuponía con más «talento» (¡los genios!) eran, más bien, los que más horas habían dedicado al violín desde niños (algunos desde los tres años).

Hay que tener en cuenta aquí varios factores interesantes:

  1. La plasticidad del cerebro infantil, que permite un aprendizaje acelerado.
  2. Las 10000 horas eran una media practicada desde su infancia por estos alumnos supuestamente «geniales». Los alumnos estudiados tenían entre 17 y 25 años. Es decir, todavía les faltaban bastantes horas para alcanzar su cúspide profesional. Esto implicaría que si bien 10000 horas pueden ser suficientes para alcanzar una buena competencia, la grandeza en una profesión o campo llegaría con bastantes más.
  3. El tipo de práctica realizada.

De estos tres factores, lo último es fundamental. 10000 horas de rasgar un violín no te proporciona gran cosa. Estos alumnos seguían métodos de entrenamiento sofisticado, por lo que su práctica no era meramente repetitiva, sino deliberada, intencionada.


¡Ojito! Una nota sobre el talento

Nótense mis comillas cuando hago alguna referencia a habilidades innatas, talento y cosas así: el estudio no encontró que el talento tuviera relevancia alguna en los resultados de los alumnos. Los mejores eran los que dedicaban más horas de práctica deliberada y punto.

Esto es clave: no hubo NADA que hiciera pensar que un supuesto talento o lo innato tuviera algo que ver con los resultados de los alumnos. De hecho, uno de los pasatiempos favoritos de Ericsson es desmontar todos los casos de supuesto talento que se encuentra, desde jugadores de hockey a grandes maestros del ajedrez. Del mismo modo, tampoco encontró correlación en sus estudios de estos casos con una mayor inteligencia (o, por lo menos, con la medición de inteligencia que nos proporcionan las pruebas de CI). Esta solo proporciona una ventaja inicial… luego todo es práctica.

Conclusión: Dejemos de utilizar la falta de talento, de inteligencia o de habilidades innatas como excusa.


Volvamos a lo de antes: ¿qué es eso de la práctica deliberada y cómo podemos aplicarlo al campo de la escritura?

Ay, amigos, aquí es donde yo me pongo muy ambiciosa. Porque no solo os cuento qué compone una práctica deliberada (algo que está ya bastante estudiadito en otros campos), sino que meto los pies en las aguas turbulentas de qué creo yo que podría implicar una práctica deliberada para escritores.

Y os voy avisando ya de que no es para débiles.

Tipos de práctica

Para mis propósitos en este artículo, diferenciaremos entre tres tipos de práctica:

  1. Práctica repetitiva: Aquella que se limita a ejercitar la habilidad una y otra vez, sin sistema ni intención concreta. Ejemplo: Escribir un texto cualquiera, porque apetece, sin saber dónde se encamina, sin trabajo de preparación ni reescritura posterior. Puede ser una buena práctica al empezar, ya que ayuda a eliminar bloqueos, ayuda a implementar un hábito y nos quita el miedo a trabajar, pero no nos va a hacer mejorar en nuestra competencia.
  2. Práctica deliberada: Es una práctica sistemática, intencionada, difícil, orientada a un progreso constante. Tiene representaciones mentales claras y sistemas de medición objetivos. Es la que se produce en entornos como la música profesional o el deporte reglamentado. En el campo de la escritura no podemos realizar, realmente, este tipo de práctica objetiva, pero sí que podemos aplicar una práctica con propósito, tomando y adaptando lo más útil de la práctica deliberada, como vemos en el siguiente punto:
  3. Práctica con propósito: Es una práctica que incluye todos los componentes de la práctica deliberada, pero que, por las características del sector en que trabajamos, no dispone de representaciones mentales claras (esto lo explicaremos más adelante, que no punda el cánico), ni formas objetivas de medición de calidad, ni competencia directa. La escritura es un buen ejemplo de sector donde se produce este tipo de práctica, ya que no hay modelos «oficiales» de calidad objetiva, ni maneras universales de valorar los resultados de la práctica, ni formas de entrenamiento con reconocimiento general.

¿Entendido? Espero que sí, porque nos vamos a meter de cabeza en la piscina.

La práctica deliberada o intencionada: cómo funciona

Según el análisis realizado por el propio Ericsson en su muy excelente Peak (que no os engañe esa portada con pinta de autoayuda barata: es un libro de  divulgación con base científica), apoyado por otros análisis que he leído de científicos, divulgadores y ensayistas como Angela Duckworth (Grit), Robert Greene (Maestría) o Charles Duhigg (El poder de los hábitos), creo que podemos resumir una práctica deliberada en los siguientes factores:

  1. Enfoque: Una práctica deliberada exige concentración absoluta. Nada de notificaciones de móvil, de vídeos de gatitos ni de ocho pestañas abiertas en el navegador.
  2. Objetivos: Al tratarse de un sistema consciente e intencionado, debemos definir, precisamente, esas intenciones. ¿Cuál es nuestro objetivo a largo plazo? ¿Y a corto? ¿Qué pretendemos conseguir en la sesión de hoy? ¿Y el año que viene?
  3. Planificación: Todo esto exige de una planificación. Deberás estudiar qué métodos de aprendizaje usarás y cómo los implementarás en tu trabajo diario. También será necesario encontrar ejercicios específicos para solucionar debilidades y errores.
  4. Salir de la zona de confort: El progreso más rápido se produce cuando hacemos cosas que nos resultan difíciles. Por duro que suene, tu objetivo deberá ser hacer algo que te resulte complicado en cada sesión. Hablamos de un trabajo intenso que exige de un esfuerzo enfocado.
  5. Estar solo: Si bien la práctica con otros es necesaria (para motivarse, para recibir valoraciones, para aprender de un maestro, para recibir ideas inspiradoras…), el progreso más rápido se realiza en una sesión concentrada y solitaria. Únete a otros en otros tipos de práctica: la deliberada debes realizarla a solas.
  6. Priorizar la habilidad práctica (skill) sobre el conocimiento (knowledge). Ericsson diferencia entre estos dos aspectos, partiendo del estudio ya mencionado de los violinistas. El progreso de los que se centraban en una práctica solitaria directa con su instrumento superaba con creces al de los que dividían su tiempo entre práctica solitaria, práctica en grupo, actuaciones en público y estudio teórico (memorización). Incluso cuando recibían clases tutorizadas, estas eran personalizadas y servían para fijar la comprensión teórica y recibir ejercicios prácticos que luego se llevarían a cabo en solitario.
  7. Representaciones mentales: Para Ericsson, esto es lo que diferencia a los grandes de los mediocres. Los buenos profesionales tienen representaciones mentales: visualizaciones complejas de cómo es lo que quieren conseguir. Por ejemplo, un músico lee primero en su mente una partitura, antes de interpretarla; decide cuál sería la interpretación ideal y cómo sería. Esa música que oye en su cabeza es su representación mental.
  8. Retroalimentación: De nada sirve crear en el vacío si quieres mejorar. Necesitas valoraciones para identificar tus fallos y flaquezas, que son los puntos que deberás atacar con mayor energía. Necesitas un profesor, un mentor, un crítico. En el siguiente apartado analizaremos distintos modos de conseguir ese feedback en la escritura.
  9. Hábito: La práctica consciente es constante. Es un hábito periódico (generalmente diario) para los practicantes. Sobre cómo implementar hábitos (sobre todo el de la escritura) hablé aquí.

Teniendo esto en cuenta, y citando a James Clear, el proceso sería el siguiente:

Deliberate practice always follows the same pattern: break the overall process down into parts, identify your weaknesses, test new strategies for each section, and then integrate your learning into the overall process.

Ahí lo tenéis:

  1. Divide el proceso completo en partes.
  2. Identifica tus debilidades y fallos.
  3. Prueba nuevas estrategias para cada parte o sección.
  4. Integra tu aprendizaje en el proceso completo.

Todo esto suena muy abstracto, ¿verdad? Para algunas áreas es sencillo identificar los modos exactos de llevar a cabo estos cuatro puntos, pero para los que escribimos la cosa es bastante complicada.

¿Lo intentamos?

(Deseadme suerte, ay).

¿Cómo debemos practicar los escritores?

Según las teorías de Ericsson y coleguitas, los escritores no podríamos realizar una práctica deliberada en el sentido estricto, pero sí que podemos tomar la práctica con propósito y ajustarla lo más posible. La propia subjetividad de lo artístico nos impide tener baremos y criterios claros, pero eso es parte de lo bonito de escribir, supongo: que los gustos son como los culos, todo el mundo tiene uno y muy poca gente sabe usarlo en condiciones. Igual que yo con los símiles.

Así que vamos a intentar adaptar las propuestas de Clear y de Ericsson a nuestras necesidades. Ante todo, un recordatorio IMPORTANTE:

Insisto en que una práctica deliberada no es sentarse a escribir lo que salga, ni publicar en redes sociales ni contestar a emails de tus lectores. Todas estas acciones son válidas (y necesarias, generalmente), pero pertenecen a otro ámbito de práctica.

Cuando hablamos de práctica deliberada, hablamos de una sesión intensa de mejora y enfoque, creada con el propósito claro de avanzar en tu competencia.

Aunque el marketing, la edición y todo eso es muy importante para nosotros como autores, la escritura en sí sigue siendo la parte más importante de nuestro campo, por lo que una sesión de práctica deliberada debería, en principio, dedicarse a ella (aunque el sistema de este tipo de práctica es útil para cualquier otra actividad en la que queráis mejorar, claro).

Por esto mismo, propongo tres tipos de práctica que podemos llevar a cabo los escritores:

  1. Una práctica con propósito, muy cercana a la práctica deliberada.
  2. Una práctica creativa.
  3. Una práctica funcional.

La práctica con propósito ya la hemos explicado y ahora nos adentraremos más en ella.

La práctica creativa sería aquella libre, buscando un flow agradable, en la que escribimos disfrutando, por el mero gusto de hacerlo.

La práctica funcional sería aquella en la que llevamos a cabo tareas de bajo esfuerzo, pero necesarias (tareas administrativas, sociales, etc.).

progresas en tu escritura
Algunos ejemplos de práctica funcional para escritores: gestionar un grupo de Facebook, preparar una oferta especial para la lista de correo,  calcular las ventas del mes,  llorar en la ducha,  mirar intensamente por las ventanillas de los trenes. 

Hay puntos en los que estas tres prácticas confluyen (algunas prácticas complejas pueden tener estados de flow, y algunas prácticas funcionales pueden entrar en el terreno de la práctica deliberada), pero por ahora vamos a separarlas en nuestras mentes. Una vez probéis la práctica con propósito, podréis ver con claridad la diferencia entre estos tipos de ejercicio.

¿Cómo me reparto entre estas prácticas?

Por su nivel de intensidad, la práctica con propósito no debería superar el par de horas diarias (o hasta el momento en que sientas que pierdes enfoque por cansancio).

La práctica creativa, aunque menos efectiva para el aprendizaje, en principio, es necesaria para reencontrarnos con el amor por la escritura y para acceder a nuestro subconsciente y memoria, y recuperar buenas ideas. La práctica creativa no es solo escribir: también puede ser consumir otras formas narrativas, leer, jugar al rol, visitar un museo, etc. Sirve para llenar el pozo de la inspiración y podemos dedicarle el tiempo que deseemos.

La práctica funcional, a mi juicio, debería reducirse en lo posible. Es muy fácil caer en la trampa de hacer mil tareas menores a lo largo del día para evitar realizar una práctica deliberada, que es mucho más difícil. Estas tareas deberían organizarse siguiendo la famosa ley del 80/20.  Recuerda que un 20% de tus tareas proporcionan, generalmente, el 80% de tus resultados: no pierdas el tiempo con aquellas que ofrecen un retorno mínimo.

Un ejemplo de práctica intencionada para escritores

Siguiendo el sistema que recomienda Clear y teniendo en cuenta todas las indicaciones que hemos examinado sobre qué significa la práctica deliberada, probemos con un ejemplo práctico de escritura con propósito para escritores.

Antes y durante tu práctica deberás:

  1. Enfocar. Apaga el teléfono y lárgate a trabajar a un sitio donde nadie te vaya a molestar (o ponte unos cascos)
  2. Marcar y revisar objetivos. ¿Has definido los tuyos? Deberías tener uno también para cada sesión.
  3. Planificar. Ordena y organiza lo que harás en cada sesión de práctica.
  4. Salir de lo cómodo. Si lo que estás haciendo te resulta sencillo o si ya lo has hecho muchas veces antes de la misma manera, cámbialo. Esta práctica debe hacer que tu cerebro duela un poquito.
  5. Estar solo. Escribir es una tarea exigente y solitaria, y es muy importante que tengas el apoyo de otras personas: grupos de autores que puedas formar en talleres, congresos, ferias o incluso Facebook son utilísimos para solventar dudas y recibir ánimos. Pero tu práctica deliberada debe estar solo entre tú y el papel o la pantalla.
  6. Priorizar la habilidad práctica (skill) sobre el conocimiento (knowledge). Esto no quiere decir que no aprendas la teoría. Lee todo lo que puedas sobre el arte de escribir, pero no te quedes ahí. Intenta encontrar una aplicación a todo lo que aprendas de interés. Si estudias sobre creación de mundos, aplícalo a tu propio mundo de ficción. Si estudias recursos estilísticos, investiga dónde puedes insertarlos en tu trabajo artístico.
  7. Crea representaciones mentales: Antes de comenzar (y mientras escribes), visualiza en tu cabeza lo que quieres conseguir. Imagínate un texto perfecto, maravilloso. Si no lo consigues, lee un texto maestro, de un escritor que universalmente se considere de calidad intachable. No basta en este momento con leer un texto de cualquier autor al que admires, porque es posible que estés en un punto en que todavía no veas sus fallos. Busca grandeza para reproducir grandeza. Evidentemente, cuantos más grandes autores leas, más fácil te resultará crear representaciones mentales efectivas.
  8. Retroalimentación: Después de la sesión, necesitas algún modo de saber en qué debes mejorar, en qué estás fallando y cómo solucionarlo. Ahora explicaremos algunos modos de conseguirlo.
  9. Hábito: Practica con intención siempre a la misma hora del día, con una periodicidad alta (si puede ser diaria, ya sería la leche). Esta sesión debe ser prioritaria y valiosa para ti, tanto que al terminarla sientas que ya has hecho lo más importante de tu día.

¿Listo? ¡Vamos a crear tu sistema de práctica!

1. Divide tu proceso en partes

¿Cuáles son las partes de la escritura? Podéis seccionar esto como queráis, pero propongo las siguientes, ordenadas de menor a mayor, si pensamos de forma estructural:

  1. Ortografía
  2. Gramática y sintaxis
  3. Estilo y musicalidad
  4. Descripciones
  5. Diálogos
  6. Personajes
  7. Worldbuilding (creación de mundos y escenarios)
  8. Escenas
  9. Capítulos
  10. Arcos argumentales
  11. Tramas y subtramas: patrones narrativos
  12. Corrección y edición

Si lo deseáis, podéis seguir añadiendo otros aspectos como diseño, marketing y creación de marca personal, pero prefiero centrarme, como ya he dicho, en la escritura por ahora. Repito que con este proceso de práctica deliberada, intencionada, podéis mejorar en cualquier habilidad, asociada o no a la escritura.

práctica deliberada
3000 horas más tarde, Sara por fin consiguió perfeccionar el arte de comunicarse con patos. Por desgracia, también tardó 3000 horas en descubrir que no tenían nada interesante que contar. 

Realizando una práctica deliberada, tomarás sección por sección y trabajarás en ella, avanzando poco a poco.

2. Identifica tus debilidades

Hay muchísimas formas de ayudarte a identificar fallos y problemas. La escritura es subjetiva, sí, pero si recibes siempre las mismas críticas, tal vez es hora de mirarlas bien. Aquí surgen dos dificultades de lo más dificultosas: el propio ego y encontrar buenos críticos/mentores.

No desesperes: esto es algo que mejorará conforme ganes en experiencia y contacto con otros escritores.

Ahí van algunas ideas para conseguir recibir el feedback que necesitas. Y sí, necesitas valoración ajena para avanzar. Escribir en el vacío solo servirá para perpetuar tus fallos. Lo digo en serio: he visto autores con diez libros en Amazon que al décimo libro siguen cometiendo los mismos errores.

Cómo conseguir valoraciones:
  1. Informes profesionales de lectura
  2. Lecturas cero
  3. Análisis de estilo / corrección de estilo
  4. Intercambio de lecturas y comentarios en grupos de escritores
  5. Reseñas
  6. Talleres
  7. Asesorías / consultorías
  8. Cursos personalizados
  9. Blogs, u otras publicaciones en internet, que permitan comentarios (preferiblemente moderados: quieres críticos, no troles).

Considera también quién te está realizando la valoración (¿sabe de lo que habla?), qué utilidad tiene para ti y su nivel de objetividad:

práctica deliberada
Imagen de Scott Young, incluida en su excelente artículo sobre valoraciones y retroalimentación.

Es importante recordar que aquí el público objetivo juega un papel crucial. Si escribes fantasía ligera romántica para un público adolescente, la crítica de un lector avanzado de grimdark a tu sistema mágico no debe importante tanto como un comentario de algún lector joven acerca del ritmo o de la historia de amor. Asimila las críticas en la medida en que afectan al género y público para el que escribes.

Dudo que George R. R. Martin escuche críticas que digan que «salen demasiados dragones», o que a Mariana Enríquez le afecten mucho comentarios como «¿realmente es necesaria tanta masturbación femenina?». Pero qué sabré yo.

3. Prueba nuevas estrategias

Una vez hayas identificado alguna debilidad, busca o diseña ejercicios específicos para eliminarla.

Por ejemplo, si tienes problemas de ortografía, hay montones de libros de ejercicios y de páginas en internet con actividades. Si no sabes identificar errores comunes de estilo, yo te doy algunas ideas, pero lo importante es que las apliques a tus propios textos.

Voy a hacer hincapié en el hecho de que estos ejercicios deben ser prácticos. No vale solo leer sobre reglas de ortografía, asentir con la cabeza y devolver el libro a la estantería. Si no encuentras un ejercicio concreto, inventa uno. Por ejemplo, si no puntúas bien los diálogos, escribe un diálogo de 2000 palabras, asegurándote de colocar bien en todo momento las rayas, puntos, comas, mayúsculas y demás.

Realizados estos ejercicios, acuérdate de anotarlo. Deberás volver a ellos (o encontrar otros mejores) si sigues cometiendo el mismo fallo.

4. Integra lo aprendido en el proceso general

Ya sé que todo esto es mucho, y que exige mucha preparación para tus sesiones de práctica. Pero tengo la seguridad de que poco a poco se convertirá en costumbre, conforme vayas pillando lo que mejor te funciona a ti. Prueba diferentes enfoques hasta dar con el mejor método.

Recuerda que con este tipo de práctica no buscamos pasarlo bien ni simplemente echar unas horas. Debe dar como resultado una mejoría evidente. Si en algún momento ves que tu aprendizaje se ha estancado, deberás buscar diferentes modos de feedback, distintos ejercicios, etc. Esta situación de búsqueda constante de superar tus límites es lo que te llevará a un progreso rápido.

Mide tu progreso, porque si no, no sabrás si sigues avanzando o si te has estancado. Y aplica todo lo aprendido en cada una de esas secciones a tu trabajo general. Notarás, además, que en tu cerebro comienzan a crearse más conexiones inesperadas. Obligarlo a trabajar de ese modo es duro, pero lo activas de una manera tremendamente creativa.

Algunos aspectos problemáticos de la práctica deliberada para escritores

En mi intento de adaptar todas estas teorías sobre la adquisición de competencias al mundo de la escritura, he encontrado algunos dilemas a los que llevo dando vueltas estas últimas semanas. Por su cualidad subjetiva, es muy complicado ajustarnos a la perfección a sistemas rígidos, como ocurre en otros campos de aprendizaje como el piano, la natación o el ajedrez.

De entrada, se nos presenta el problema de que esta práctica intencionada puede restarle el elemento pasional y de diversión a la escritura. Pero, tras estudiar mejor estas perspectivas, me he dado cuenta de que no tiene por qué ser así, por dos razones:

  • Como ya digo, puede separarse la práctica deliberada de la práctica creativa. Puedes dedicar una dura hora de trabajo a una reescritura, analizando cada frase para mejorar tu estilo; o puedes escribir 10000 palabras de descripciones, probando estilos de diferentes autores, para mejorar tus descripciones; o puedes escribir un cuento en un género que no domines en absoluto. Y luego puedes dedicar otra hora a escribir lo que te salga del higo.
práctica deliberada
Pensabais que no tendría narices de poner una foto de un higo abierto, rojito y jugoso, ¿eh? Evidentemente, os equivocabais.
  • Todo depende del momento en que te encuentres respecto a tu habilidad. Al principio, es crucial que la habilidad se vea como diversión o juego. Muchos de los que empezamos a escribir de niños lo hacíamos porque disfrutábamos, porque nos divertía. Una vez adquiridas ciertas competencias mediante ese juego, debemos comenzar a ponernos retos si no queremos estancarnos. Si alguien quiere escribir por puro gusto y diversión, perfecto; pero si alguien pretende progresar más allá del estancamiento, serán necesarios otros métodos.

Mi experiencia personal es que trabajando con horas de práctica con propósito, aunque bastante más duras que sesiones normalitas de escritura, mi sensación de satisfacción es impresionante. Y sí, también hay puntos de flow y puntos de diversión, no todo es sufrimiento. Empujarse a sí mismo para aprender es frustrante, porque hay que superar cierta resistencia, pero también produce cierta euforia: nos volvemos adictos a superar retos. Puede que sea cierta aquella expresión de «odio escribir, pero me encanta haber escrito«.

Existe también otro factor a tener en cuenta: el tiempo. Si te dedicas a la escritura de manera más o menos profesional, si tienes fechas de entrega, tendrás que encontrar maneras de retarte en los mismos textos en los que estás trabajando. No podrás permitirte hacer ejercicios por un lado y escribir tus «cosas definitivas» por otro. En este sentido, toca ponerse ingenioso y unificar tus prácticas creativas y deliberadas en una sola actividad.

En el fondo, piensa que esto es como cualquier otro trabajo: habrá tareas que te gusten más y otras que te gusten menos, pero todas son necesarias para tu oficio.

Hay otra cuestión que me tuvo dudando unos días:

¿De dónde sacamos buenas representaciones mentales?

Si no sabes ni por dónde empezar a formarte, si no puedes permitirte un curso o asesor, si no conoces a nadie que pueda ayudarte, ¿cómo puedes crear representaciones mentales efectivas?

La solución que ofrece Ericsson (y mil personas más) está en la imitación. Como he dicho más arriba: lee, mucho, a grandes escritores, y anota cómo realizan sus diálogos, descripciones, personajes, estructuras… Lee con un lápiz en la mano y luego prueba a hacer lo mismo que hacen ellos en tus textos. Si lees y estudias lo suficiente, tendrás modelos muy claros para tu propia creación.

Hablo de imitación de recursos, no de plagio, claro. Los resultados del plagio son bastante menos efectivos. Y si te pillan, son de lo más desagradables.

práctica deliberada
Atención a todas las unidades: seguimos a un sospechoso de robar textos ajenos. Solicitamos refuerzos: podría ir armado de tijeras y pegamento.
El problema de la brújula

Como nota aparte, me gustaría añadir que todo esto me ha llevado a una conclusión algo polémica: escribir con brújula podría ser mucho menos efectivo para aprender y progresar que escribir con mapa.

Una brújula pura (con esto me refiero a escritores que no realizan ningún tipo de planificación al escribir, ni siquiera en sus mentes) no permitiría construir las representaciones mentales de las que hablan Ericsson y compañía. No puedes visualizar un gran texto, una gran estructura, si no sabes qué va a pasar. Esta es una idea interesante que seguiré investigando.

Como tengo la suerte de conocer a escritores tanto de mapa como de brújula (y todo lo intermedio), he de decir que sí tengo la impresión de que la evolución de los primeros es más rápida que la de los segundos. Escribir en modo brújula puede ser muy útil para sesiones puntuales de escritura, pero le veo menos posibilidades en trayectos más largos, como la novela. Creo que podría llevar al estancamiento ya mencionado (por no hablar de los problemas estructurales que observo constantemente en obras de clientes de tipo brújula, por falta de planificación).

Imagino que habrá excepciones y tampoco puedo extraer conclusiones definitivas de un número de casos que, al fin y al cabo, es anecdótico. Y generalizar es peligroso. Pero da qué pensar.

Conclusión (o la parte en la que, por fin, Gabriella descansa sus deditos)

Soy consciente de que con este artículo, por largo que sea, no hago más que rascar en la superficie de las implicaciones que tiene la práctica deliberada para la escritura. Muchos de los que asistís a buenos cursos y talleres, y tenéis buenos profesores y mentores, estaréis llevándola ya a cabo sin tener que haber leído un texto casi infinito de una bloguera aficionada a los dragones, los unicornios y las cabras.

práctica deliberada
¿Que salgo en Gabriella Literaria? ¡Ay, qué ilusión! ¿Ca-brá dicho de mí?

Pero creo que todos deberíamos responsabilizarnos un poco más del desarrollo de nuestra habilidad.

Uno no «aprende a escribir» y ya está, ya sabe escribir para el resto de sus días. Todos sabemos que este es un proceso constante de mejora. Por desgracia, si la práctica no está enfocada a eso, podemos incluso empeorar. Una práctica repetitiva, sin valoraciones de utilidad, puede implementar errores de base, problemas de difícil solución, por no hablar de que hacer las cosas sin meta aparente ni intención de mejora puede llevar a una falta absoluta de motivación.

Supongo que al final regresamos a la pregunta de siempre. ¿Escribo por gusto, sin ambiciones, o escribo para mejorar?

Me encanta que la gente escriba por gusto.

Pero me gusta muchísimo más cuando escriben para mejorar.

La disonancia cognitiva llega con aquellos que aseguran que pertenecen al segundo grupo, cuando su comportamiento es del primero.

Di que eres escritor si quieres. La identidad es una parte crucial de todo este proceso: cuanto mayor sea tu sensación de identidad, más posibilidades hay de que te tomes la escritura con cierta disciplina.

Pero ¿hacer 10000 horas de escritura repetitiva, sin medir ni analizar ni buscar progreso? Eso no es ser escritor, creo. Eso es repetir una y otra vez el mismo proceso, esperando soluciones diferentes. ¿No era esa la definición de locura?

Más que nada, es perder el tiempo. Piensa en lo que podrías estar haciendo en vez de escribir: criar pingüinos, ver The Good Place, descubrir una cura universal contra el cáncer.

Ahora que lo pienso, a lo mejor no deberíamos estar escribiendo ninguno.

Pero si lo vas a hacer, si vas a ser tan egoísta como para tomarte la escritura en serio en vez de salvar al mundo del cáncer, ¿cuál es tu plan?

Porque tienes un plan, ¿no?


(1) Este es un concepto tan llamativo que ya escribí un artículo al respecto en 2016, pero considerad este texto que leéis como una versión mejorada y actualizada.


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