¿No os encantan esos libros que os hacen plantearos Cosas(TM)?

En el caso de Pureza, de Franzen, no quiero decir que me plantease Cosas Tan Importantes y Trascendentales como el estado de una cultura sobrestimulada por lo digital y el datashock, ni las complicaciones del feminismo contemporáneo, ni la validez moral que pueda haber detrás de proyectos de supuesta transparencia informativa. Creo que eso es lo que el autor quería que yo me planteara.

No, Pureza me lleva a plantearme algo mucho menos importante, que es si Franzen es un gran escritor o si nos está tomando el pelo a todos. Así que en las notas de lectura de hoy, en vez de ventajas y desventajas, dividiré la sección es a) razones para pensar que Franzen es un gran escritor y b) razones para pensar que Franzen nos está tomando el pelo a todos.

Y, lo más importante, analizo cómo podemos aplicar nosotros algunas de las mayores virtudes de este señor. Apunto que he leído la versión original (Purity), así que no puedo opinar sobre el estado de la traducción. Si alguien tiene algo que decir sobre esto último, estaría muy bien que opinara al respecto en los comentarios.

Vamos allá. Sabéis que intento siempre huir del ad hominem, pero esta vez me ha resultado muy difícil. Disculpadme, por favor, mi debilidad:

Razones para pensar que Franzen es un gran escritor

  • A Franzen se le da genial eso de meter un elemento de nombre extraño. que aparezca de vez en cuando, y no revelar hasta más adelante (o no revelar del todo, nunca), de qué narices está hablando. Por ejemplo, en tu novela podrías hacer que todos los personajes hablasen de un cabragremondo y que tardemos un tiempo en saber de qué narices están hablando (¡o nunca!). Este elemento incluso puede servir como detonante para la trama y la acción, a lo macguffin. Un ejemplo cinéfilo de esto sería el famoso maletín de Pulp Fiction.
  • A Franzen se le dan genial también las frases megaingeniosas de comentario social. Tiene un sentido del humor extraordinario, tan extravagante que nunca sabes si se ríe de sí mismo y del mundo o si todo responde a un sentido demasiado dramático y serio de la realidad.
  • También es un maestro en eso de coger elementos inanimados (por ejemplo, la niebla) y dotarlos de una personalidad recurrente. Probad esto también. A mí me gusta especialmente el modo en que la serie The Killing hace esto con la lluvia de Seattle: siempre presente, siempre un tema de conversación.
  • Ay, ¡los personajes! Todos son multidimensionales y hay muy pocos autores capaz de hacer personajes tan sobradamente insoportables como Franzen. Cuando crees que ya le tienes la medida cogida a alguno, hace algo que no te esperabas, pero que encaja perfectamente en su visión del mundo. Todos parecen a un paso de la redención, pero muy pocos llegan y el camino está plagado de… sí, más personajes insoportables. Al final les coges cariño, tal vez porque nos enseñan lo peor de nosotros mismos. Es muy difícil crear personajes odiosos y simpáticos a la vez, así que recuerda que si quieres hacer a un idiota irritante, asegúrate de que tenga alguna virtud que permita un grado de empatía.
  • Suele usar narradores poco fiables. Es posible que esto se empiece a hacer demasiado común (Perdida es un buen libro, pero cuánto daño ha hecho). Por suerte, Franzen lo utiliza muy bien: la memoria nunca es exacta y el ser humano nunca lo narra todo de manera completamente coherente, así que esta no-fiabilidad rocambolesca resulta divertida y realista. Para entender muy bien cómo usar este recurso, recomiendo (sí, otra vez) a Julian Barnes con El sentido de un final o a Kazuo Ishiguro con Pálida luz en las colinas.
  • Es un experto en eso de enseñarte cómo la infancia puede fastidiar a alguien de por vida. Y los recuerdos de la infancia, esa memoria neblinosa y confusa, forman parte de esa escasa fiabilidad narrativa ya mencionada. Si quieres meter recuerdos de tu personaje para explicar un poco por qué es como es, ten en cuenta que los recuerdos nunca son 100% claros ni reales.
  • ¡Juegos lingüísticos! Me gusta cuando Franzen coge una palabra y luego juega con ella colándote sus derivadas a continuación, en un tonteo musical. Esto lo hace también muy estupendamente David Jasso en Lo que ves cuando cierras los ojos. Probad a jugar con el lenguaje, a divertiros con las palabras y su sonido.
  • Uno no puede escapar de sus guiños y metarreferencias. El parrafito donde un personaje reflexiona sobre la manera en que el mercado literario está copado de Jonathans es maravilloso. El humor paródico de Franzen también llega hasta sí mismo. Pero cuidado con esto, amigos lectores: el humor es algo muy especial, y cosas que para ti son relevantes o dignas de referencias no tienen por qué serlo para tus lectores. Hablo mucho de las referencias y la doble codificación en este artículo.
  • Me fascina la belleza con la que describe experiencias que muchos de nosotros damos por sentado, pero que son nuevas para un personaje. Por ejemplo, reconocí en la protagonista, Pip, esa emoción que yo sentía las primeras veces que iba a un hotel sola o con alguien que no era de mi familia. ¿Qué actividades realizas tú de forma común? ¿Podrías expresarlas en tu narrativa como si fuera la primera vez que las llevas a cabo? (Esto nos obliga también a una atención a la minucia que nos viene genial como escritores).
  • Nunca me cansaré del recurso literario de utilizar una palabra o expresión concreta unida a un solo personaje, para definirlo mediante pequeños detalles. Hay escritores que abusan de esto, pero bien hecho ofrece resultados estupendos. Tal vez tu personaje dice mucho enjundia, a mansalva, jopelines o anticonstitucionalmente. Tal vez se atusa demasiado el pelo. Sus palabras lo describen tanto como sus gestos. Franzen domina a la perfección esta técnica.
  • También utiliza un recurso que a mí me entusiasma: describe a un personaje, hace que diga que es de una manera X y luego hace que se comporte de manera totalmente contraria. Evidentemente, esto hay que hacerlo bien, para que se note que es una contradicción inherente a un personaje mentiroso o dudoso, no un simple despiste del autor.
  • En resumen, de nuevo; los personajes. Franzen refleja de manera realmente especial las relaciones emocionales y sexuales. Hubo momentos del libro en que pensé: «¡anda, yo hice esto!» o «jopelines, anticonstitucionalmente, yo dije algo así una vez».
  • Refleja muy muy bien detalles que corresponden a experiencias que no suelen aparecer en novelas. Por ejemplo, narra ese momento que tenemos muchas mujeres (e imagino que algunos hombres) de sentirnos presionadas por tener una relación sexual con alguien que de entrada nos gusta pero que al mismo tiempo nos produce, sin saber por qué, cierto rechazo. Describe de una manera ambiental y sensorial (no directa) esa vocecilla en tu cabeza que te dice: «esto no va a salir bien, no lo hagas». En general, Franzan es un retratista espectacular (aunque sí tengo problemas con su manera de representar a las mujeres en general, lo reconozco).

Razones para pensar que Franzen nos está tomando el pelo a todos

  • Ya lo he dicho: a Franzen se le dan genial las frases megaingeniosas de comentario social. A veces demasiado, tanto que se le olvida que de fondo también hay una trama. No hagáis esto en casa, chicos. Podéis experimentar todo lo que queráis, pero me temo que la trama es lo que hace que el lector siga con el libro en sus manos.
  • Que seas un escritor superventas no es excusa para no permitir que te hagan correcciones. En mi edición hay errores, repeticiones y algunas oraciones que son, directamente, flojillas y vagas. Es el tipo de cosa que nos pasa a todos pero que en una buena editorial se arregla y punto. En comparación con Las correcciones y Libertad, he tenido la sensación de que en Pureza ha habido una mano correctora menos hábil (o directamente se ha entregado el texto menos pulido).
  • Ay, las repeticiones involuntarias (ver punto anterior). Repeticiones tenemos todos, ¡repito!, pero en este libro son más llamativas (tal vez porque no son habituales en la prosa de Franzen).
  • Franzen es un experto en eso de enseñarte cómo la infancia puede fastidiar a alguien de por vida, sí. Hasta puntos algo cansinos. Os lo resumo: en Pureza, la culpa siempre es de las madres.
  • Ohmaigod: el tema del feminismo. Creo que feminista y derivados es la palabra que más se repite en el libro (y rara vez para algo positivo). Si no sabes cómo funciona, si no estás muy seguro de si te parece bien o no, si a ti lo que te gusta es describir a jovenzuelas apetecibles fornicando con señores de tu edad, si solo lo vas a representar de manera caricaturesca, déjalo estar. Y no lo digo por el feminismo: podría ser cualquier cuestión ideológica. Pocas cosas son tan irritantes como un escritor con Opiniones (sí, con mayúscula). Los personajes extremos de Franzen son muy divertidos, pero a veces se ven los hilos y el autor parece decirnos exactamente qué debemos pensar (qué es bueno y qué es malo). Resulta molesto, como un mosquito que no para de zumbar a tu alrededor mientras intentas sumergirte en la lectura.
  • Y lo mismo con sus opiniones sobre la nueva generación e internet. ¡El desastre, el fin de la cultura! (*suspiro*). Desde luego, las Opiniones de Franzen están por todas partes. A veces son meramente irritantes, otras veces son aburridas (¿recordáis las parrafadas sobre pájaros en Libertad?). Y un autor puede ser denso, pero nunca aburrido.

Os dejo con Lechuguita para la valoración (breve) final, ya que es mucho más inteligente, sabia y bella que yo. Disculpad su vocecilla, que hoy anda un poco ronca.

Valoración final de Lechuguita:

Gracias, Lechuguita, por tanto.

En general este libro está recomendado si:

  • Eres fan de Franzen.
  • Te gusta la buena narrativa contemporánea estadounidense.
  • Quieres aprender a construir personajes dinámicos y complejos.
  • Eres escritor y te llamas Jonathan.
  • Eres un señor de cierta edad a quien le gustaría fornicar con jovenzuelas apetecibles.

Notas importantes:

  1. Ahora tengo Instagram, como la gente popular.