Conozco pocas profesiones que debiliten tanto el ego como esta de escribir.

¿Te imaginas que estuvieras sacando sangre a un paciente y ocho personas entrasen en la sala, enfurecidas, a exigirte que les devuelvas su sangre porque «tu aguja es demasiado larga», «no me convence el color de tu bata» o «yo creía que esto era una hamburguesería»? ¿Y si le dieras un formulario a un cliente para que lo rellenara y te dijera que, por desgracia, no puede, porque «su boli no está aceptando ese tipo de formularios en ese momento»? ¿O porque «es un formulario con mucho potencial, pero ¿qué te parece si el boli lo pagamos a medias?«.

rechazoEh, tú, sí, tú, el bombero. Ese apagón de fuego nos ha enganchado mucho menos que el que hiciste la semana pasada. 
Deja de lloriquear y a ver si espabilas, que estás tomándonos el pelo a tus rescatados.

No sé si es porque nos educan para ser más o menos competitivos, o porque en algún lugar comenzaron a vender la noción de que las cosas fantásticas se consiguen de golpe, de la noche a la mañana, pero tenemos muy asumido que somos estrellitas especiales y brillantes del firmamento y que todo lo que hacemos es diferente, único, con piruletas de purpurina. Que nuestros textos han llegado para cambiar el mundo literario, forever.

Y sin embargo hay todo un universo ahí fuera que se empeña en decirnos lo contrario.

100 rechazosNo me cansaré nunca de citar a Coelho.

Escribir, sobre todo cuando tiras por la vía de la publicación tradicional, es como estar en el paro siempre. Siempre estás buscando un trabajo: vas de entrevista en entrevista. Y, si tienes suerte, alguno de tus entrevistadores se dignará a contestarte en menos de un año y, con más suerte aún, te dirá por qué no conseguiste el trabajo.

Y llega el momento en que no lo aguantas más y dejas de ir a entrevistas.

Con la vía de la autoedición por lo menos te evitas a esos gatekeepers, esos guardianes de las puertas del maravilloso planeta de felicidad y prestigio que dicen que es publicar. Puede que te canses de las entrevistas de trabajo y te lo montes de tal modo que sean otros los que vengan a ofrecerte trabajo a ti. Aun así, no te libras de reseñas ni de opiniones sobre tu obra. De hecho, si no tienes reseñas ni opiniones sobre tu obra, es que estás haciendo algo mal. Todos sabemos que lo único peor que una mala reseña es ninguna reseña.

100 rechazosO el fin del mundo. El fin del mundo es peor que una mala reseña. Por poco, pero lo es.

Todo esto es terrible, te vapulea. ¿Otra negativa editorial? ¿Otra opinión que te destroza? ¿Otro concurso del que no fuiste ni finalista? ¿Un libro tuyo que han comprado exactamente tres personas (y dos eran de tu familia)?

No, no, no. Siempre te dicen que no. Cuán horribilis.

En esos momentos, piensas que eres un pobre incomprendido o, peor, un inútil.

¿Y si te dijera que, en realidad, es lo mejor que te puede pasar?

Sobre el rechazo útil

En su libro The Successful Author Mindset, Joanna Penn habla de tres tipos de rechazo útil:

  1. El rechazo de un editor o agente. Esto te hará plantearte si estás mandando tu texto a los sitios adecuados, te hará afinar tu puntería. Para algunos, el continuo rechazo editorial puede llevar a la autoedición y a convertirse en escritor emprendedor. Lo cual es muy duro, pero también es fantástico y tiene tropecientas ventajas. No te cierres a un tipo concreto de publicación: en estos momentos creo que lo mejor que puede hacer un escritor es ser híbrido (mezclar autoedición con edición tradicional), y quedarse con las opciones que más interesan en cada momento.
  2. La crítica constructiva de un profesional. Muchas veces no recurrimos a lectores profesionales, editores y correctores por miedo a qué dirán de nuestro libro. Y es que hay que cambiar la perspectiva: les pagas precisamente para que te digan qué puedes mejorar en tu libro. Contar con un buen profesional siempre es una experiencia acelerada de aprendizaje.
  3. Las reseñas de una o dos estrellas en Amazon. Y quien dice Amazon dice Goodreads o cualquier otra plataforma de valoración. Pero en Amazon sobre todo puedes ver si estás enfocando tu libro al público que necesitas y lo estás promocionando de forma correcta (muchas veces las valoraciones muy negativas provienen de expectativas frustradas: ¡imagínate que un lector de terror duro leyera tu libro de romántica! ¿Cuál sería su reacción?). Por otro lado, por mucho que duelan, esas reseñas tan negativas también pueden tener contenido útil.

(Aunque, reconozcámoslo, las reseñas de una estrella nos suelen dejar más perplejos que otra cosa, porque tienden a ser reacciones viscerales. Admito que me cuesta dar con reseñas de una estrella que me indiquen algo de utilidad real sobre un libro, mío o ajeno. A no ser que todas tus reseñas sean negativas porque tu libro tenga fallos realmente garrafales, yo prestaría atención sobre todo a las de tres: al «está bien, pero…»).

Si hacemos caso a la Penn, que sabe mucho de todo esto, asumimos que no todo rechazo es malvado.

¿Pero y si vamos más allá? ¿Y si no nos limitamos a aceptar el rechazo? ¿Y si lo buscamos con todas nuestras fuerzas?

La búsqueda activa del rechazo

Hace poco leí la anécdota de Kim Liao, una autora que un día decidió buscar activamente el rechazo. Ahora, Kim se presenta a todos los concursos que puede, a todas las convocatorias, envía su currículo y manuscritos a todas partes en busca de premios, publicaciones y becas (sí, en Estados Unidos tienen ayudas muy curiosas para escritores). ¿Por qué lo hace? ¿Por qué exponerse a una humillación y decepción constante? Esta es su razón:

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A finales de 2011, una amiga escritora me estaba contando su experiencia de meses de tiempo ininterrumpido para escribir, gracias a sus becas en Millay Colony, Ragdale y Yaddo. Me impresionó el nivel tan alto de aceptación que había tenido. Probablemente tengas tú también alguna amistad así (ya sabes de lo que hablo, ese amigo que es un escritor fantástico, pero que además parece ganarlo todo). Apenas podía creerme que tuviera narices de presentarse a tantas becas y patrocinios (y mucho menos, conseguirlos), incluyendo una beca universitaria de prestigio, y a publicaciones en revistas de las que hasta había oído hablar.

Le pregunté cuál era su secreto y dijo algo que cambiaría mi vida como escritora: «Colecciona rechazos. Ponte metas de rechazo. Conozco a alguien que aspira a conseguir cien rechazos en un año, porque si trabajas lo suficiente como para conseguir tantos rechazos, también te llevarás algún sí».

Kim le hizo caso a su amiga:

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El año pasado, fui rechazada 43 veces por revistas literarias, patrocinios y becas. Es mi mejor récord después de empezar a buscar cien rechazos al año. Es más duro de lo que suena, pero también más gratificante.

¡Esos son muchos rechazos, qué dolor! Pero de algo le ha debido de servir. Para empezar, publica su artículo en LitHub, una de las webs literarias más conocidas de EEUU. Hizo contactos incontables y recibió cartas de rechazo amables y con contenido útil, incluso con sugerencias de otras publicaciones donde su texto podría encajar mejor (¡y encajó!). Los editores comenzaron a reconocer su nombre, y los rechazos comenzaron a acompañarse de invitaciones a enviar más textos.

El año pasado, Kim fue rechazada 43 veces por revistas literarias, patrocinios y becas. Pero fue aceptada por cinco personas: de ahí obtuvo una beca, una serie de lecturas y tres publicaciones en sitios de prestigio. Que jamás habría conseguido de no haber buscado activamente la negativa.

Cuando el porcentaje de aceptación depende del volumen de tu rechazo, tal vez va siendo hora de dejar de huir. De mandar más, de buscar activamente el no (dando nuestro mejor esfuerzo, claro), de empapelar nuestras paredes, como decía Bradbury, de cartas que atacan a nuestro ego.

Ya sabéis que hace algún tiempo dediqué un año de mi vida a presentar un relato al mes a algún concurso. No gané ninguno, pero acabé con un montón de relatos entre los que elegir. Entre el primero y el último, como os podéis imaginar, hay una gran diferencia. Algo similar ha ocurrido con todos mis libros. Y con todas las publicaciones de blog que nadie leía. Al final, si practicas y aprendes lo suficiente, te leerán.

Para cuando la habitación entera esté empapelada de rechazo, tú y yo seremos verdaderos escritores.


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*La foto utilizada para mi imagen de Paulo Coelho es de Paul Macleod – http://www.mynewsdesk.com/no/bazar-forlag/images/paulo-coelho-210626, CC BY 3.0, Link