Creo que para mí el mejor momento de la semana es el viernes a mediodía, cuando compongo el artículo de recortes para el blog y me tomo la primera cerveza del finde.

Es como hacer un repaso sesudo de lo más interesante que has leído en los últimos siete días, mientras te aseguras de ir mermando poco a poco tus capacidades intelectuales. Es un poco como rendirse y decir «ya está, ya lo he dado todo. Ahí tenéis todo lo que he pensado desde el lunes. Ahora ya no tengo que pensar más«.

Como todas, ha sido una semana intensa, de trabajar mucho y de realizar una serie de enfrentamientos físicos y emocionales que me han dejado exhausta. Se suponía que esto de enfrentarte a tus temores te hacía más fuerte, ¿no? A mí siempre me deja temblando. Desde hace un tiempo tengo la idea de que si algo es difícil, razón de más para hacerlo. Ya sabéis, lo que dicen en todos los libros de autoayuda. Hay otra cosa que no te dicen los libros de autoayuda: el 90% de las veces te vas a llevar la hostia. Las razones por las que tenemos miedos muchas veces son lógicas. Las cosas son difíciles porque son difíciles, si no, las haríamos sin pensar.

Pero creo que el 10% de veces que no te llevas la hostia ocurren hechos sorprendentes. Y así no me quedo nunca sin ideas para relatos y siempre tengo algo que contarle a la gente en reuniones de esas incómodas en las que pasa un ángel y nadie tiene nada interesante que decir.

método bradbury

Bradbury y la técnica del empapelado

Todo esto (si has aguantado hasta aquí) viene a que hace poco leí en un blog una cita atribuida a Ray Bradbury que me dejó muy pensativa (es decir, en mi estado habitual). El artículo en concreto, a cargo de Emily Wenstrom, empezaba así:

ray bradbury

Ray Bradbury escribía un cuento a la semana. Era imposible, insistía él, escribir 52 cuentos malos seguidos.

¿No os parece una noción genial? La misma en la que me empeño yo: si escribes un 90% de porquería y un 10% de contenido aceptable, escribe muchísimo para que ese 10% sea cada vez mayor. El año pasado escribí un cuento al mes. Hay mucha porquería, claro, aunque parte pudo rescatarse gracias a varias reescrituras. Pero la diferencia de calidad entre los primeros y últimos relatos es notable.

Y ahora llega lo más interesante. Porque parece ser que Bradbury llevó esta idea mucho más lejos. Aquí está el proceso que sugiere. La propia Wenstrom admite que encontró la cita por internet y no pudo comprobar la fuente (y ya se sabe que en internet con que pongas una imagen al lado de una frase automáticamente la convierte en cierta), pero merece la pena explicar y considerarla, sea o no sea del propio Ray:

ray bradbury

Elige una habitación de tu casa y empapélala con cartas de rechazos editoriales. Para cuando termines de empapelarla, te habrán publicado. Y, de hecho, no llegarás a terminar de empapelarla.

La noción es la misma: el solo hecho de practicar mucho te hará no solo mejor escritor, sino que empezarás a entender mejor cómo acercarte a un editor, cómo enviar un manuscrito, cómo tratar con la industria en general. El rechazo editorial se convierte en un escalón más en tu camino, no en un fracaso personal. Y por tanto tus posibilidades de publicar irán subiendo.

Hoy en día habría que imprimir emails de «no encaja en nuestra línea editorial», pero el efecto es el mismo. De nuevo, se trata de ver el rechazo no como fracaso, sino como un paso más cerca de nuestro objetivo. Pensé hace algún tiempo en hacer un concurso de cartas de rechazo, con un premio para el que más tuviera. Eso sí que nos haría verlo todo de un modo distinto.

Recordemos que todo esto es parte de un proceso de aprendizaje. El rechazo debe servir para modificar nuestros sistemas y progresar, no para cometer los mismos errores de manera repetida. Creo que fue Einstein el que dijo que locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes.

Doherty y tres reglas claves de productividad

Para aquellos a los que os dé pereza leeros la lista completa de Niall Doherty de 69 trucos de productividad, que traduje aquí en el blog, aquí os traigo los tres puntos que al propio Doherty parecen funcionarle mejor. Cada persona es un mundo, pero estos tres son sencillos y estoy bastante de acuerdo con los dos primeros (yo funciono mejor con recompensas que con castigos):

Niall Doherty

1. Mantén bajas tus expectativas.

2. Asegúrate de tener a alguien ante quien responder.

3. Que la penalización por fallar sea muy dura.

Con esto Niall se refiere a:

1. Ponerte un objetivo muy accesible y fácil. Si entramos en el terreno de la escritura, yo suelo proponer escribir 200 palabras diarias, pero para personas con poca costumbre de escribir 50 puede ser un buen objetivo. También puedes hacerlo por tiempo (10-30 minutos diarios), aunque creo que por palabras es más eficiente, ya que los resultados estimulan más que el tiempo dedicado a una tarea. No hay un mínimo demasiado bajo. Lo importante es elegir una meta que te sea fácil. Piensa en cómo sería escribir durante el día más horrible que recuerdes. ¿Cuánto habrías podido escribir ese día? Pues eso. Ya habrá tiempo de ir subiendo poco a poco. (Esto es aplicable a cualquier tipo de tarea, no solo a escribir).

2. Tener alguien ante quien responder. Doherty tiene un «compi de email» al que tiene que enviarle un email diario con las palabras que ha escrito. Y ya no es solo porque tema quedar mal con su compi, sino porque si no manda el email tiene que enfrentarse a…

3. Una penalización dura. Si no manda el email, Doherty tiene que pagarle 1000 dólares a su compi. Sí, 1000 dólares es una barbaridad, razón de más para que no falle nunca. Esta es la filosofía que hay detrás de sistemas como Beeminder (donde pagas si no cumples con los objetivos que te has marcado) o HabitRPG (donde tu personaje puede morir si no lo alimentas con puntos obtenidos de llevar a cabo tus tareas).

Todo esto se relaciona con la idea de hacer algo porque no tienes más remedio, en vez de confiar en una menguada fuerza de voluntad. Es especialmente útil para tareas que tienes que hacer al final del día (cuando has estado horas trabajando y tu disciplina flaquea), para tiempos muy ajetreados en los que no te llega la disciplina para todo o para tareas que simplemente no te apetecen nunca.

Lo cual no quita que la fuerza de voluntad haya que ejercitarla como un músculo. Mejora cuanto más se usa. No es un simple talento innato como parece creer todo el mundo.

Un músculo muy jodido, por cierto, como esos abdominales laterales que ni los que viven en el gimnasio terminan de desarrollar.

Altucher y la importancia de las prioridades

Ya sé que me repito, pero ojalá me hubiera dado cuenta años atrás de lo fundamental que es tener muy claros tus objetivos y prioridades. Me habría ahorrado años de ir saltando de una cosa a otra, trabajando en esto y lo otro a la desesperada, en vez de enfocar todos mis esfuerzos en un solo proyecto. James Altucher, ese escritor/financiero/inventor medio loco,  habla de ello en relación con una técnica que usa Warren Buffet, el famoso magnate estadounidense:

james altucher

Alguien me preguntó ayer qué opinaba de la famosa técnica «5/25» de Warren Buffet:

A) Escribe las 25 cosas que más quieres hacer con tu vida (por orden de preferencia).

B) Concéntrate en las primeras 5.

C) NO VUELVAS A CONCENTRARTE JAMÁS en las 20 siguientes. EVÍTALAS. Solo son distracciones si realmente quieres ser bueno/a en las cinco primeras.

Yo creo que está mal concentrarse en las cinco primeras. Concéntrate a lo mejor en las primeras dos o tres.

Si creemos en todo aquello de las 10000 horas útiles para alcanzar la maestría (o incluso en 1000 horas para ser mucho mejores que los demás en algo), es importante elegir. Eso sí, no estoy de acuerdo en que tengas que olvidar otras aficiones y deseos para siempre. A los de mi lista de correo ya les hablé de mis sentimientos en este sentido, y creo que este cómic lo resume muy bien: si te lleva siete años dominar un campo, tienes muchas oportunidades de dominar muchos campos. Nadie ha dicho que solo puedas dedicarte a una cosa. El truco está, creo yo, en dedicarte a una cosa a la vez.

Medel y el fomento de la lectura

Estos últimos días, con lo del día del libro y la campaña de #leoautoresespañoles, han sido de intensa reflexión sobre un tema que nos atañe a todos: el fomento de la lectura, sobre todo en niños y jóvenes. Aparte de los beneficios probados de la lectura en general, para mí el fundamental es el que atañe al desarrollo de la empatía. De hecho, según Pinker y otros estudiosos, el nacimiento de la imprenta y la generalización de la lectura podrían haber sido determinantes para reducir de forma impactante el índice de violencia en la historia de la humanidad (leed Los ángeles que llevamos dentro. Podéis estar o no de acuerdo con mucho de lo que dice, y algunos apartados sobre el terrorismo ya se han quedado obsoletos, pero Pinker transmite con gran elocuencia un mensaje esperanzador).

Elena Medel reflexiona sobre esto de leer para Babelia (leed también el comentario de Manguel), y me parece que da en el clavo con la siguiente observación:

elena medel

Podemos ponernos todo lo culturetas que queramos, porque parece que se nos ha olvidado lo que nos gustaba leer de pequeños y de adolescentes. Podéis poneros a criticar libros superventas para el público juvenil, pero lo cierto es que son esos libros los que están enganchando a leer a los jóvenes. Y sí, muchos seguirán leyendo superventas, pero no son pocos los que descubren un mundo nuevo y cada vez exigen más, cada vez quieren una calidad mayor, con unos valores menos mainstream y más acordes con su desarrollo personal e intelectual. No puedo contar las veces que algún amigo o conocido profesor me ha dicho «pues a mí me encantaría mandarles a (insertar aquí autor molón), pero quieren leer Crepúsculo«. Y esos mismos amigos y conocidos están encantados con Crepúsculo, porque por primera vez pueden tener una conversación racional en el aula acerca de un texto que no sea el Marca. No sé, tal vez si esos profesores pudieran colar un La isla de Bowen, Semana bruja o La canción secreta del mundo, ya apaga y vámonos. Hemos conquistado el mundo.

De ahí a Kierkegaard, a Elliot y a Solzhenitsyn hay un paso (esto último era irónico, pero ya sabéis a qué me refiero).

 


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