Llegó ese momento del año, adorado por muchos y temido por otros tantos.

14 de febrero. San Valentín.

Nunca me ha gustado sumarme a la moda de las recomendaciones de San Valentín. No es que tenga nada en contra de dedicar un día al amor (aunque es una fiesta comercial, hace sentirse mal a los que no tienen pareja, deberíamos dedicarle al amor todos los días del año y blablablá). Pero sí me cansa ver las listas de siempre en esta época: los regalos perfectos para él, los regalos perfectos para ella (por lo visto no podemos coincidir), los poemas más bonitos, los libros ideales.

Si yo le regalara uno de esos “libros ideales” a mi pareja, no creo que lo hiciera muy feliz. Y si él apareciera con una caja de bombones (no soy muy aficionada al chocolate), un ramo de rosas de precio inflado (con lo bonitas que están plantadas y vivas) y un librito de rimas de Bécquer, andaría ya buscando un sacerdote especializado en exorcismo.

No digo que estas cosas estén mal. Pero sé que hay muchos ahí fuera a quienes no gustan estos regalos típicos ni estas listas anuales. No todas las ideas acerca del amor navegan alrededor de El cuaderno de Noah, ositos rosas de peluche y cajitas de chocolate en forma de corazón.

Así que he intentado ofrecer alguna otra opción para los que empiezan a cansarse de tanto «me gusta cuando callas porque estás como ausente…» (porque cuando quieres a alguien normalmente te interesa lo que tiene que decir). Si estás aquí, leyendo esto, asumo que la persona a la que pretendes agasajar para el 14 (o para cualquier otro día del año) es también amante de la lectura, así que allá van:

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1. En vez de Pablo Neruda, Leopoldo María Panero

Ya que hemos empezado hablando del poeta chileno, sigamos con él. Neruda parece haber sufrido el mismo destino que cualquier canción hermosa pero pegadiza que, de tanto radiarse, acaba por convertirse en parte del elenco pop repetitivo de música de hilo musical de supermercado. Si Pablo todavía hace que las cuerdas de tu corazón vibren, genial, pero, para los que empiezan a cansarse, ¿por qué no recurrir a otros clásicos? ¿Qué hay de los románticos, en el verdadero sentido de la palabra, de ese Byron, de Shelley? ¿Y de los griegos y los romanos: Safo, Catulo, Propercio y compañía? ¿Qué hay de los malditos, de Rilke, de Baudelaire? Y, hablando de malditos, siempre podéis regalar este poema de Panero (dejando claro que no es vuestro, pillines), donde le dice a Mercedes Blanco: “Te aguardo / al final del camino: no te ofrezco / ningún gozo / acompáñame en la tumba”, en una maravillosa y triste reflexión sobre la realidad del recuerdo y la (im)posibilidad del amor eterno. (Poema completo aquí).

2. En vez de Cincuenta sombras de Grey, Historia de O

Vale, Historia de O tampoco es un ejemplo de una relación BDSM sana, pero os puedo asegurar que está bastante mejor escrita. Para aprender más, de una forma más realista, sobre relaciones de D/s (dominación y sumisión), S&M (sadismo y masoquismo) y todo lo relacionado, es muy recomendable la web de La mosca cojonera, sobre todo este post, que sirve como introducción para mujeres que se han podido plantear eso de la sumisión y derivados.

Las obras de Sacher-Masoch y del marqués de Sade tampoco son la mejor manera de acercarse al sadomasoquismo, pero tienen un innegable valor estético e histórico, por lo que se llevan aquí una mención.

3. Y si no te va lo del BDSM…

Lo erótico no tiene por qué ser cutre ni ñoño, terreno exclusivo de la novela rosa menos afortunada. Ahí tenemos los grandes clásicos (Delta de Venus, Trópico de Cáncer, Memorias de una cantante alemana, ¡Las once mil vergas!, y una larga lista más). Y no es la novela el único formato: en la novela gráfica también encontramos maravillas, como vemos en esta lista donde aparecen nombres tan conocidos como Milo Manara. ¿Sabíais además que algunos de los dibujantes y creadores más conocidos tuvieron también una vertiente algo guarrilla?

Pero a veces no es lo explícito lo que más nos excita, sino escenas puntuales, discretas, dentro de una historia creíble. Recuerdo que en la novela de fantasía de Robin McKinley Sunshine (¡una novela de vampiros con un vampiro que no es guapo!) hay una sola escena sexual, en la que además no ocurre nada de nada (los dos protagonistas están encerrados en un espacio mínimo y él no puede evitar tener una erección contra el cuerpo de ella) y, sin embargo, hay más tensión y erotismo en ese breve momento que en muchas otras novelas donde se narran actos de índole sexual de principio a fin. Muchas veces se trata más del “precalentamiento” que del acto en sí.

Y hablando de vampiros…

4. En vez de Crepúsculo, El diario secreto de Laszlo, conde Drácula

Probablemente si lo leyera ahora, El diario secreto de Roderick Anscombe, me parecería bastante ligero y mojigato, pero era muy jovencita cuando cayó en mis manos. Esto fue antes de la explosión de Anne Rice y sus vampiros omnisexuales, así que fue todo un descubrimiento. No es el único ejemplo, claro: el mismísimo Drácula de Stoker tiene un contenido sensual indiscutible, al igual que narraciones tan antiguas como El vampiro, de Polidori (basado en la figura de Lord Byron) o Carmilla, de Sheridan Le Fanu, donde la relación entre vampirismo y sexualidad tabú (en este caso, lesbianismo), es evidente. Y, hablando de sexualidad no normativa:

5. En vez de pareja, trío (o lo que quieras)

San Valentín perpetúa la noción de relación monógama que estamos acostumbrados a ver en todas partes. Por suerte, poco a poco esto empieza a cambiar, haciéndose más inclusivo. San Valentín no tiene que ser solo para un hombre y una mujer, ni para una pareja. Si te apetece leer un poco sobre formas diferentes de concebir las relaciones, Ética promiscua, publicado en España por la editorial Melusina, es un lugar interesante donde empezar.

Aunque tal vez algunas de las nociones y términos estén ya un poco anticuados, también tenéis aquí este pequeño artículo introductorio que escribí sobre el tema del poliamor.

En cuanto a lo no heteronormativo…

6. En vez de Romeo y Julieta, Nadan dos chicos

Aunque Romeo y Julieta, como cualquier obra de Shakespeare, es de lo más recomendable, no solo de la unión de hombre y mujer vive la literatura. Ya me habréis oído hablar de Nadan dos chicos, la maravillosa obra de Jamie O’Neill, pero nunca me cansaré de recomendarla. ¿Queréis tragedia sobre un fondo histórico? Con los dos chicos del título tenéis de sobra, creedme. Tiene que haber sido difícil traducir la complejísima prosa de O’Neill (leí el original en inglés), pero, según me cuentan, Pre-textos ha hecho una labor estupenda. Y si queréis chicas, Sarah Waters es una de las grandes favoritas; su historia sobre dos jóvenes enamoradas en la Inglaterra victoriana El lustre de la perla (ejem), le ha valido críticas realmente excelentes. Para más obras de temática no heterosexual, Estandarte ofrece una lista incompleta, pero interesante para empezar, y aquí hay otra más larga (en inglés) y aquí hay otra, también en inglés, muy muy larga.

7. En vez de libros, objetos relacionados con libros

Que tu amado/a adore los libros probablemente significa que adora todo tipo de cosas relacionadas con los libros. En sitios como Etsy, Artesanio o Dawanda podrás encontrar muchísimos regalos hechos a mano especialmente para aquellos que aman los libros. Como por ejemplo este pañuelo de Alicia en el país de las maravillas, este póster con una tabla periódica con las grandes obras de la literatura o tapas para lectores electrónicos que hacen que parezcan libros tradicionales. Y puede ir uno más allá: resulta que hay velas con el olor a libro que decimos que echamos de menos.

Si falla la imaginación, yo creo que hay una solución muy atractiva: busca el libro favorito de tu pareja, encuentra una imagen a buena resolución de la portada y encarga a una copistería o imprenta (física u online) que te lo saque en un tamaño adecuado para enmarcarlo y ofrecerlo como regalo decorativo.

8. En vez de lo fácil… lo facilísimo

¿Sabéis qué es aún más fácil que comprar los libros consabidos por San Valentín? Un libro que a ella (o a él, ¡o a ellos!) realmente le guste. Si tiene lista de los deseos en Amazon, Bookdepository y similar, lo tienes muy sencillo. Si no lo tiene, aún mejor, propongo un juego:

Pídele a tu amado/a que cree una lista de los deseos. Que escriba una lista de treinta libros que quiere tener. O cuarenta. Cuantos más mejor. Como si son cien.

Luego, cómprale uno de esos libros. O dos. O tres. Los que te permita tu presupuesto. También cuantos más mejor. Puede parecer que esto no es genial, porque no es una sorpresa, ¡ahí te equivocas! Primero, por la sorpresa de qué libros habrás elegido de todos los que sabes que él/ella quiere. Segundo, porque con cada libro irá una nota con la explicación de por qué lo elegiste.

No solo compras algo que él o ella realmente quiere, algo que conservará siempre, sino que le demuestras que te importa lo suficiente como para realmente reflexionar sobre cómo y por qué es importante ese regalo. Y si encima te trabajas la presentación, mejor (una caja gigante llena de papeles y libros; un envío intermitente desde Amazon, con notas por email de por qué has elegido cada libro; ¡incluso una caza del tesoro con libros escondidos y pistas!).

9. ¿En vez de un texto ajeno, uno propio?

En los consejos para San Valentín es frecuente leer aquello del poema o la carta romántica. Escríbela del corazón, dicen. Se derretirá, dicen.

No todos tenemos talento para eso de escribir cosas románticas sin parecer unos empalagosos. Dicen que la carta de amor nunca pasará de moda, sobre todo si está manuscrita, y que hasta el poema más ridículo puede ser hermoso a ojos del amante.

Solo que… no, no lo es. Sigue siendo ridículo, y si tu amado o amada es un lector ferviente, sabrá reconocer un mal poema a kilómetros de distancia.

Este consejo es un arma de doble filo. Si no sabes absolutamente al 100% que tu amado/a adora todo lo que le escribes, mejor no arriesgarse. Después de todo, mira que es difícil y frustrante sonreír y fingir que te ha gustado un regalo cuando no ha sido así. Pero si aun así quieres seguir adelante, ahí van algunos puntos para asegurarte de no fastidiarla demasiado:

  • Los poemas no tienen que rimar. De hecho, a no ser que lo tuyo sea el verso alejandrino avanzado, mejor evita la rima y punto.
  • Los tópicos aburren. Si has leído un símil o una metáfora antes más de una vez, no la uses.
  • Usa vuestro lenguaje, esas palabras y expresiones que son solo vuestras: huye del artificio.
  • NUNCA uses papel perfumado. A no ser que seas una dama decimonónica de clase alta, en cuyo caso, adelante. Y de color lila.
  • Acompaña el escrito con un buen regalo (cualquiera de los especificados en los puntos anteriores sirve). Por si acaso.

Y, para terminar, mi «en vez de» favorito:

10. En vez de un libro, el tiempo para compartir libros

Tal vez es porque mi pareja y yo vivimos lejos, y para mí lo más valioso es tener tiempo juntos. Cualquier inversión en regalos prefiero realizarlas en billetes de avión, tren u hotel. Pero pocas cosas tan románticas hay como estar en la misma habitación acurrucados, leyendo juntos. Compartiendo los párrafos que nos gustan, comentando todo aquello que nos parece genial.

Si tu pareja es, como tú, un lector, qué mejor que compartir un buen rato de lectura. Apartar un tiempo para leer, solo para vosotros.


Y nada más, que disfrutéis del 14 cuando llegue y que convirtáis todo ese afán consumista y ñoño y rosa y rojo en algo solo vuestro. O el 15, o el 13, o cuando queráis.

Nunca he estado muy de acuerdo con aquello de ponerse triste en San Valentín si estás solo/a, por cierto. Una fiesta es una fiesta, y yo soy muy de aprovechar las fiestas. ¿Qué mejor manera para celebrar tu amor con la persona a la que más quieres en el mundo?

Sí, eso es. A ti mismo/a.

Bonus: 11. En vez de sentirse solo y lloriquear, esto:

94635-Reading-And-Wine(Que además puede hacerse dentro de una bañera con agua caliente y espuma. Casi nada).

¿Y vosotros? ¿Cuál creéis que es el mejor libro para San Valentín?