Pues sí que ha tardado en llegar el viernes.

Esta semana me ha traído menos lecturas y movimiento en general. Ha sido una de esas semanas en las que te inundan pequeños acontecimientos, tanto buenos como malos, que se van comiendo tu tiempo y concentración casi sin darte cuenta.

Entrevista a Rodolfo Martínez

res21Lo cual no quiere decir que no haya estado ocupada. Ayer, como todos los jueves, hubo entrevista relámpago, pero también entrevisté a Rodolfo Martínez para LEKTU, sobre el proceso creativo, la edición digital y todo lo demás. Es una entrevista bastante completa, y os recomiendo que le echéis un vistazo. Es un escritor con una lista impresionante de obras, y ahora también es editor: fundó y dirige la editorial Sportula. Siempre tiene cosas interesantes que decir, pero me quedo con esta, en respuesta a mi pregunta sobre cómo ve en estos momentos (y en el futuro) el panorama de la edición digital:

Respecto a su futuro: ni idea, así de sencillo. Creo, además, que cualquiera que diga que sabe cómo será el futuro editorial o miente o se engaña a sí mismo. Nos movemos en un terreno que es desconocido para todos y ni los gurús de lo digital ni los adalides de lo impreso saben realmente lo que va a pasar. Eso responde un poco a la primera parte de la pregunta también, porque el momento presente es de una incertidumbre total, absoluta. Eso, que puede causarles pánico a algunos (y a buena parte de la industria editorial tradicional parece que se lo causa y mucho) puede ser una oportunidad para otros. Todo depende de cómo te lleves con el caos y, sobre todo, de que abandones cualquier esperanza de controlar el proceso. Lo único que conseguirás con eso, me temo, es ser destrozado por el tsunami.

Y otra vez Godin

Sí, ya sé que la semana pasada también cité a Seth Godin, pero qué le vamos a hacer si el hombre tiene tendencia a soltar sentido común y sabiduría por esa boquita.

Godin

Cuando las cosas mejoran un poquito cada día, damos las buenas noticias por sentado. Una mejora no tarda nada en convertirse en una expectativa, y la expectativa no tarda nada en darse también por sentado.

Pero cuando las cosas empeoran, no podemos dejar de pensar en la pérdida; extrapolamos este patrón hasta lo terrible, y luego vivimos con lo terrible mucho antes de que realmente llegue.

Hay un fallo en el sistema de nuestra cultura, pero eso no significa que no podamos trabajar para solventarlo. Cuando filtramos lo que recibimos de los medios (y cuando filtramos lo que emitimos), y cuando decidimos qué historia contarnos a nosotros mismos (en vez de aceptar la historia de alguien que tiene objetivos diferentes a los nuestros), podemos reprogramar nuestras entradas y cómo las procesamos.

Los mismos hechos, experiencias diferentes. A propósito.

Esto es algo que aprendí hace un par de años y que no puedo dejar de recomendar. No digo que haya que ignorar todo lo que pasa ahí fuera, eso sería absurdo. Pero sí podemos elegir qué mensajes recibimos (qué contactos tenemos en las redes sociales, e incluso en la vida real) para intentar crear una alimentación mediática y textual no solo positiva, sino constructiva.  Una entrada constante de noticias negativas, lamentos e imágenes grotescas afecta de manera también constante a nuestro ánimo. Por pura supervivencia, el ser humano tiene tendencia a darle mayor importancia a los hechos negativos que a los positivos. No dejes que los negativos se pasen todo el día, todos los días, comiéndote la moral.

Stephen Pressfield y qué hacer con las malas reseñas

En una entrevista reciente, Stephen Pressfield, escritor especialista en creación artística, dijo lo siguiente acerca de las reseñas:

pressfield

Un escritor profesional (o un actor, o director, o atleta) no lee sus reseñas. A mí no me importa una mierda lo que opine la gente de mí. El propio Hemingway dijo en una ocasión que no puedes leer las reseñas de tus libros porque «si las crees cuando te dicen que eres genial, tendrás que creerlas cuando te digan que eres un inútil«.

Aquí creo que es importante distinguir entre reseña crítica o técnica y reseña subjetiva, de simple y llama opinión. A las segundas no habría que hacerles mucho caso, por lo mismo que dice Hemingway. De las primeras es de las que, en teoría, se aprende para mejorar.

Hay un fenómeno curioso que he observado con las reseñas en general, y es que tienden a alimentarse unas a otras. Creo que si tienes treinta reseñas, con leer las primeras cinco ya has leído todo lo que tienes que leer. Las otras veinticinco no van a aportar mucho más. Creo que es porque nos condicionan las opiniones de otros, por mucho que intentemos ser objetivos, así que un reseñador o crítico no habla desde la nada, desde una percepción completamente limpia. Dale ese mismo libro tuyo a treinta personas que no se conozcan entre sí y que nunca hayan leído una reseña del libro y puedo asegurar que encontrarás muchas opiniones muy distintas. Lo cual, a su vez, me hace preguntarme acerca de la validez de las reseñas para un escritor. ¿A cuál de esas treinta opiniones diferentes deberías hacerle caso?

La crítica que deberíamos leer todos es la que tiene más semejanza con un informe de lectura: un análisis elaborado y frío de las características técnicas de una obra. Por desgracia, de ese tipo de crítica hay poco, como es lógico. Exige bastante esfuerzo y conocimiento. Ojalá pudiéramos saber, antes incluso de leer una reseña, si nos compensará o no. Si nos enseñará algo importante o si simplemente nos dejará, heridos en nuestro orgullo, doloridos para el resto del día.

Chuck Wendig y por qué el talento es lo de menos

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Los escritores no nacen, se hacen. Gracias a la fuerza de voluntad, al trabajo. Se hacen de iteración, ideación, reiteración. Se hacen gracias al aprendizaje, el aprendizaje que viene de la práctica, de la lectura y de los profesores que ayudan a guiarte a través de todas estas cosas para darle contexto a tus esfuerzos.

No, no todo el mundo triunfará, porque en esta vida nada está garantizado.

Pero tu falta de éxito no tiene nada que ver con cómo naciste.

Los escritores no son una casta. No son los elegidos.

Trabajamos por lo que queremos. Esculpimos nuestras historias de la piedra, en tinta de nuestra propia sangre.

Sí, también hablo demasiado de Chuck Wendig, pero es que muchas de sus palabras son oro puro (sí, incluso aquellas en las que habla de trabajar sin pantalones y de caca y pis y pedos y su pene). El otro día soltó un artículo magnífico acerca de como, en el fondo, el talento es lo de menos. Sin trabajo no vale absolutamente de nada. Y toda esa ocurrencia de que tienes que ser un genio para conseguir algo en cualquier campo es, in my humble opinion, muy nociva.

Ángela Ruiz Robles y los preludios del libro electrónico

Ángela Ruiz RoblesAntes, mucho antes del ebook, en 1949, ya andaba una profesora e inventora pergeñando la enciclopedia mecánica, un artilugio tal que así:

«Abierta, consta de dos partes. En la de la izquierda lleva una serie de abecedarios automáticos, en todos los idiomas: con una ligerísima presión sobre un pulsador se presentan las letras que se deseen, formando palabras, frases, lección o tema y toda clase de escritos. En la parte superior de los abecedarios lleva a la derecha una bobina con toda clase de dibujo lineal, y en la de la izquierda otra con dibujo de adorno y figura. En la parte inferior de los abecedarios, un plástico para escribir, operar o dibujar. En la parte interior, un estuche para guardar asignaturas. En la parte de la derecha van las asignaturas, pasando por debajo de una lámina transparente e irrompible, pudiendo llevar la propiedad de aumentos, pueden ser estos libros luminosos e iluminados para poder leerlos sin luz. A la derecha e izquierda de la parte por donde pasan las materias lleva dos bobinas, donde se colocar los libros que se desee leer en cualquier idioma; por un movimiento de los misma van pasando todos los temas, haciendo las paradas que se quieran o queda recogido. Las bobinas son automáticas y puede desplazarse del estuche de la Enciclopedia y extenderse, quedando toda la asignatura a la vista; puede estar sobre una mesa (como los libros actuales) o perpendicular, facilitando comodidad al lector, evitando con ello gran número de esfuerzos intelectuales y físicos. Todas las piezas son recambiables. Cerrado, queda del tamaño de un libro corriente y de facilísimo manejo. Para autores y editores el coste de sus obras se aminora considerablemente, por no necesitar ni pasta ni encuadernado y queda impresa de una tirada, o cada una de sus partes (si consta de varias), resultando este procedimiento un bien general».

¡Y eso es todo, amigos! Que tengáis un muy espectacular y fantafabuloso fin de semana.