Felicidad y albricias, pues se acerca el fin de semana.
Y aquí estoy yo, un viernes más, trayendo recortes, anotaciones y comentarios de interés (o no) con el que dejaros meditabundos, reflexivos, cavilosos y ensimismados durante el finde (gracias, oh sapiente Wordreference, por proporcionarnos sinónimos en nuestra hora de necesidad).
Vamos allá. Y empezamos con Le Guin, nada menos:
Ursula K. Le guin y escribir sobre lo que uno sabe
En un maravilloso artículo donde reflexiona sobre las supuestas tres reglas doradas de la escritura (enseña, no cuentes; habla solo de lo que sabes; crea un personaje con el que el lector pueda empatizar), Le Guin habla de cómo hay que matizar lo de «hablar solo de lo que sabes«:
En cuanto a «escribe de lo que sabes», cuando empecé me decían eso una y otra vez. Creo que es una regla muy buena y siempre la he seguido. Escribo sobre países imaginarios, sociedades alienígenas en otros planetas, dragones, hechiceros, Napa Valley en el 22002. Conozco esas cosas. Las conozco mejor de las que podría conocerlas nadie, así que es mi deber ser su testigo. Obtuve mi conocimiento sobre ellas, de la misma forma que obtuve todo el conocimiento que pueda tener de los corazones y mentes de los seres humanos, a través de la imaginación y de su observación. Como cualquier otro novelista. Lo único que necesita esta regla es una buena definición de conocer.
«Escribe de lo que sabes» es una buena regla, sin duda. Podremos escribir de una forma más intensa, elaborada y correcta. Pero eso no quita que si estás obsesionado con la época victoriana, tanto que ya te parece conocerla, haber vivido ahí, puedes escribir sobre ello, o sobre cualquier época, mundo o experiencia. La diferencia, creo yo, está en la cercanía emocional y en la documentación. Escribe de lo que sabes y de lo que te gustaría saber, creo yo.
Joe Bunting y de cómo hacer un buen final
En un artículo reciente sobre cómo escribir relatos para concursos, el escritor y bloguero Joe Bunting da algunos consejos de valor a aspirantes a premios y certámenes. Algunos son de lógica (no cometas muchas faltas de ortografía), pero me gustó esto que dijo sobre los finales que tienen giros inesperados:
Un buen final sorpresa puede predecirse desde el principio, pero el autor te distrae, con habilidad, para que nunca te lo esperes (la forma tradicional de distraer al lector es mediante pistas falsas).
Un mal final sorpresa no puede predecirse, y parece como si el escritor simplemente está intentando darle al lector algo que nunca se esperaría. Esto es de vagos.
Por favor, sorpréndeme. Por favor no te inventes el final más sorprendente sin dejar las pistas para ello a lo largo de la historia.
Esto que cuenta Bunting es algo que me pasa muy a menudo. Veo constantemente historias donde el autor parece haber pensado en el final sorpresa justo al final. No, un buen final sorpresa funciona porque es coherente con el resto de la historia. Los mejores finales sorpresa son aquellos donde relees el relato y ves las pistas, magistralmente colocadas y te dices «¿cómo no he visto eso antes?». Ahí es donde se produce ese «aaaaah» de satisfacción y descubrimiento que hace que el lector recuerde y aprecie el relato. Por esto no funciona el típico «todo fue un sueño», a no ser que hayas metido elementos sutilmente oníricos a lo largo del relato. Por eso el final del Sexto sentido (¿y debe decirse SPOILER cuando algo ya es un fenómeno cultural?) funciona: había pequeñas pistas que nos indicaban que el personaje de Bruce Willis estaba muerto, pero estábamos tan inmersos en la narrativa que no quisimos verlas.
A no ser que seáis como yo, narratóloga obcecada, y busquéis patrones y pistas en absolutamente todo lo que veáis y leáis, y cinco minutos antes de que se desvele el gran secreto estáis pegando botes frente a la tele y gritando: «Está mueeeeeeeerttooooooo». No seáis esa persona. Nadie querrá ir al cine ni hacer noche de palomitas con vosotros.
Snif.
Nabokov y las tres facetas del escritor
En un artículo de Brain Pickings, Maria Popova cita a Nabokov, hablando de las tres facetas que, según él, podían tener los escritores:
Hay tres puntos de vista desde los cuales podemos considerar a un escritor: podemos considerarlo un narrador, un profesor o un hechicero. Un gran escritor combina a los tres (narrador, profesor, hechicero), pero es el hechicero que lleva dentro el que predomina, y el que lo convierte en un gran escritor.
Todo es técnica y práctica y ganas, sí. Pero todos hemos sentido alguna vez la magia, esa magia que aparece con una frase algo especial, que aparece cuando llevas horas escribiendo sin parar, esa magia que también nos toca como lectores. Hay algo más, más allá de contar una historia, de enseñarle algo a alguien, algo que nos hace llorar, reír. Algo que encaja y funciona y hace que un libro nos deje resaca. Eso solo puede hacerlo alguien que hila magia entre las palabras. Es algo que resulta de la suma: un resultado que nos maravilla.
Chuck Wendig y la satisfacción de escribir
Wendig, para variar, escribió un artículo alucinantemente alucinante titulado Should You Quit Writing? (¿Deberías dejar de escribir?). Es un tema que seguramente trataré en el blog con más profundidad, porque tiene mucha tela y es importante, pero os dejo aquí la cita que, a mi juicio, resume gran parte de su texto:
Y merece la pena repetir aquí lo de la diferencia entre felicidad a corto plazo y felicidad a largo plazo. Todos los días de escritura no son un festival de risas para mí. No remato cada mil palabras con una pirueta sin pantalones. No son arcoíris que salen disparados de mis pezones en rayos prismáticos y gloriosos. Algunos días son días de mierda. Algunos días solo quiero esconderme bajo mi mesa y comerme un tazón de helado de chocolate y con helado de chocolate quiero decir helado de chocolate con una botella entera de whiskey. Pero la cosa en conjunto me resulta satisfactoria. Me satisface el oficio de escribir y el arte de contar historias. La satisfacción es importante. La felicidad es una diana impredecible. La satisfacción es como el clima, pero la felicidad es como el tiempo.
No puedo estar más de acuerdo. Tantas veces nos venden eso de «trabaja en algo que te gusta y no tendrás que trabajar un solo día de tu vida» y es caca de vaca absoluta. Claro que tendrás que trabajar. Entregarle todo a tu pasión no es un juego de niños por el que te llueven monedas del cielo simplemente por sentarte dos días seguidos a escribir. A veces es muy duro. Qué digo, casi todas las veces es muy duro. Y luego hay días de emoción intensa y felicidad pura. Pero lo importante es la sensación final, esa satisfacción de la que habla el sabio Wendig.
Como dice aquí, deja de hablar sobre escribir (para ya, Gabriella, en serio), deja de leer sobre escribir (excepto mi blog, ejem), deja de soñar sobre escribir. Lo que define a un escritor es que escribe.
Leo Babauta y un método infalible para que arraigue un hábito (incluso el de la escritura)
En zenhabits, Babauta habló de una técnica para coger nuevos hábitos que está inspirada en el lanzamiento de productos de software. Uno de los problemas principales de empezar un hábito nuevo es probarlo, que salga mal y rendirse; para ello Babauta propone mecanismos de adaptación sobre la marcha. Creo que puede aplicarse sin problema al hábito de escribir (sobre todo si ese hábito está enfocado a escribir todos los días):
- Redacta un método breve para tu hábito: por ejemplo “andar todos los días durante veinte minutos después de trabajar, a las cinco de la tarde, por el parque Washington”.
- Haz tu lanzamiento. Esto es, comienza el hábito. Empieza de la forma más fácil que puedas, para poder obtener información realista. Cumple con el hábito durante tres días (esta sería una repetición del método mencionado). No tengas el objetivo de hacer 30 días por ahora, solo tres.
- Fracasa más rápido. Después de cumplir con este hábito durante tres días, haz un análisis de dos minutos: ¿cómo fue tu plan? ¿Pudiste cumplir todos los días? ¿Qué funcionó? ¿Qué obstáculos encontraste?
- Ajusta tu método. Aprende de la última repetición mejorando tu método. Si no fuiste a andar porque estabas cansado, ¿podrías probar a hacer ejercicio a una hora diferente? ¿Podrías hacerlo durante menos tiempo (solo diez minutos)? ¿Puedes hacerlo acompañado? Si tienes claros cuáles son tus obstáculos, prueba a buscarlos en Google para ver si otras personas han tenido los mismos problemas y han encontrado una buena solución.
- Lánzate de nuevo. Tras tres días más, analiza de nuevo y ajusta el ciclo; repite el ciclo. Y así, cada tres días. Cumple con el hábito, realiza un análisis de dos minutos, y ajusta tu método.
Con este sistema estás recibiendo feedback constante, y no tienes tiempo de pararte a buscar excusas y rendirte por completo. Babauta aquí utiliza el ejemplo de hacer ejercicio diario, pero si lo cambiamos por escritura sería algo así:
- Redacta un método breve para tu hábito: por ejemplo “escribir 200 palabras”.
- Haz tu lanzamiento. Esto es, comienza a cumplir con el hábito. Escribe tus 200 palabras a diario. Empieza de la forma más fácil que puedas, para poder obtener información realista. Cumple con el hábito durante tres días (esta sería una repetición del método mencionado). No tengas el objetivo de hacer 30 días por ahora, solo tres.
- Fracasa más rápido. Después de cumplir con este hábito durante tres días, haz un análisis de dos minutos: ¿cómo fue tu plan? ¿Pudiste cumplir todos los días? ¿Qué funcionó? ¿Qué obstáculos encontraste?
- Ajusta tu método. Aprende de la última repetición mejorando tu método. Si no escribiste porque te agobiaste, ¿podrías probar a hacer 100 palabras, o 50? Si el problema fue que te distrajo internet, ¿podrías probar a desconectar el wi-fi? Si no pudiste concentrarte porque tienes un niño de dos años que grita mucho o un basilisco enternecido que necesita una hembra*, ¿podrías escribir en un momento en que el niño está en la guardería o está durmiendo, o cuando el basilisco está distraído viendo porno en el portátil? Si tienes claros cuáles son tus obstáculos, prueba a buscarlos en Google para ver si otras personas han tenido los mismos problemas y han encontrado una buena solución (puede hasta que encuentres enlaces de porno para basiliscos).
- Lánzate de nuevo. Tras tres días más, analiza de nuevo y ajusta el ciclo; repite el ciclo. Y así, cada tres días. Cumple con el hábito, realiza un análisis de dos minutos, y ajusta tu método.
Y digo lo de siempre: 200 palabras al día no es mucho. Pero 200 palabras se van sumando y al cabo de un año tienes una novela.
Como extra, aquí os dejo un enlace a un artículo que publiqué justo hace un año; una traducción de un post de Babauta sobre las cosas que había aprendido como escritor. Todo el contenido de Babauta es libre (permite compartir y traducir a cualquiera), así que podéis leerlo sin culpa ni pena. Espero que os resulte interesante (¡y útil!).
*Eh, lo que cada uno tenga en su casa como mascota es asunto suyo.
Si te gusta el contenido del blog en general y quieres leer más cosas mías (o simplemente echarme una mano), prueba a hojear alguno de mis libros. Como, por ejemplo, este:
70 trucos para sacarle brillo a tu novela: Corrección básica para escritores. ¿Has escrito una novela o un relato y no sabes cómo enfrentarte a la revisión? ¡Yo te ayudo! Disponible en Amazon tanto en eBook como papel. Y si además te lo quieres llevar firmado y caligrafiado con tu nombre, escríbeme antes de realizar la compra, a gabriella(arroba)gabriellaliteraria.com:
- Puedes ver reseñas del libro en la propia Amazon y en Goodreads.
- Puedes ver más libros míos aquí. También puedes leer mis artículos ampliados por aquí. Y sí, también tengo una lista de correo.
Muy interesante el artículo, Gabriella! 🙂
¡Gracias!
Me apunto el artículo de Chuck Wendig para leerlo con calma, porque me siento muy identificada. Llevo unos meses revisando una novela que escribí el año pasado. Hasta el momento ha habido bastantes más días difíciles que fáciles, y momentos en los que he estado a punto de darme de cabezazos contra el escritorio. Sin embargo, abandonar nunca ha sido una opción. Sigo adelante porque sé que merecerá la pena (y porque debo de ser un poco masoca).
Creo que el masoquismo es parte del oficio de escribir, jaja. La fase de corrección puede ser terrible. Sé de autores que la disfrutan incluso más que la de escribir, pero para mí es infernal. De hecho, a veces me lleva más tiempo corregir un texto que escribirlo. Sigamos adelante.
‘… o cuando el basilisco está distraído viendo porno en el portátil?’
Jajajajajaja, ay, de verdad, mira que tenía el día serio hoy (aquí llueve y está el cielo negrísimo) pero claro, me imagino a un mini enternecido basilisco verde viendo porno en un portátil y claro… (en mi imaginación el basilisco es tamaño bolsillo, no sé por qué…)
Me ha gustado mucho este artículo. Esta sección de recortes de la semana es interesante porque siempre me entero de cosas chulas. Hoy particularmente me ha encantado el comentario de Le Guin. Primero porque es una escritora que me encanta y que me parece que hace unas novelas muy curradas (si alguna vez me diera por escribir sci-fi ya querría yo crear mundos tan consistentes como los suyos…) Y segundo porque eso de ‘escribe sobre lo que conoces’ es un arma de doble filo que me angustió mucho cuando era más joven (ahora ya no tanto). Especialmente recuerdo a mi yo infantil. Mi padre, que es escritor y ha viajado por todo el mundo, tiene ese misma máxima: ‘habla solo de lo que sabes o has experimentado’. Luego cogía mis historias y se mondaba de la risa… especialmente una bien larga que escribí, con diez años, que tenía tintes románticos. Mi padre me miró a los ojos y me dijo: ‘¿Qué haces escribiendo de amor si tú nunca te has enamorado?’
Y tenía razón… a medias.
Durante años ese comentario mató mi impulso creativo y empecé a obsesionarme con tener experiencias antes de escribir. De repente, me pareció que ya no podía contar nada, mi vida (de niña y adolescente) no era ni de lejos tan excitante como para escribir sobre ella…
Luego estudiando literatura (ya en la universidad) descrubrí escritores tipo Emily Dickinson, que no salió de su casa en años y años (dicen que pudo haber sido agorafóbica) pero en sus poemas (a mi me parece) vibra el mundo. La verdad es que eso me animó mucho.
Ahora trato de vivir todo lo que puedo, pero mi inspiración la encuentro sobre todo en los sueños. Que son ilógicos, intensos… y es como experimentar, porque a fin de cuentas, mientras estás ahí, en la realidad onírica, te parece que estás vivo…
En fin, que me han encantado las palabras de Le Guin y puede que me las imprima y todo, oye. A mi padre no hay quien le saque de su idea de ‘experimenta y luego escribe’ pero yo soy feliz tecleando en mi ordenador como si no hubiera un mañana.
Ala, me voy a mirar en eBay a ver si me puedo comprar un basilisco, que no estaría mal contar con un poco de compañía por aquí…
¡Gracias por el artículo!
Si no lo encuentras en eBay, mira en AliBaba, que ahí seguro que lo que no haya se puede fabricar 😉
Hay que ver lo que nos condicionan los primeros comentarios que recibimos a nuestros textos, sobre todo si son de gente cercana. Procuro tener mucho cuidado al hablarle a un escritor de su texto, sobre todo si está empezando, porque recuerdo lo cerca que estuve de abandonar yo misma cada vez que recibí una mala crítica. Ahora me he hecho un poquito más resistente, pero cada vez que a alguien se le ocurría sugerirme algo simplemente para mejorar un poco me enfadaba y abandonaba la escritura durante meses, jaja.
Al final lo importante es escribir, creo, sea de lo que sea. Creo que lo has dicho muy bien cuando pones «yo soy feliz tecleando en mi ordenador como si no hubiera un mañana».
A eso se reduce todo, supongo 😉
Muy interesantes estos «recortes», especialmente Bunting y Wendig. Nunca viene mal leer consejos de otros autores y me divierte mucho el humor con el que vas hilvanando consejo tras consejo. ¡Gracias!
¡A ti por leer y comentar! 🙂
Gracias por compartir estas cápsulas ^ ^
Mis favoritas han sido las de Le Guin (adoro a esta escritora, sus Historias de Terramar me marcaron) y Joe Bunting, creo que es muy importante otorgarle un final digno a nuestros escritos, ya que puede destrozar todo el trabajo previo.
Ahora es cuando yo confieso que Terramar me aburrió y todos me tiráis piedras.
¡Ouch!
Si a todos nos gustase lo mismo sería un aburrimiento 😉
¡Y que lo digas!
[…] este consejo hablamos hace poco, citando la opinión de Ursula K. Le Guin, quien afirmaba que sabía muy bien de lo que escribía al escribir fantasía: lo veía todo a la […]
Todos tienen razón, Bunting, Nabokov, Wendig, Babauta y Campbell. (Solo leí a Vladimir y a Gabriella.)
El escritor tiene que saber por dónde pisa para guiar al lector, o ambos acabarán resbalando.
Es el hechicero quien nos fascina, pero también es hechicero por saber narrar y enseñar.
No hay trabajos perfectos (no quisiera estar en las zapatillas de una bailarina de ballet).
El de escribir se presta al mito, como tantos, y nos encanta sublimar, por fantasiosos.
Son muchos los días grises o tan bochornosos que borran hasta la tinta.
Más tarde, escampa o refresca, y entonces nos sabemos afortunados.
Si no fuera por los días grises no apreciaríamos los buenos 😉
Simplemente: me ha encantado. Gracias.