Todo esto de ser escritor 2.0 es muy cansado.

Blogs, redes sociales, edición (si eres indie), listas de correo, SEO, networking, podcasts, vídeo… Solo para eso de promocionarnos la lista es interminable (y por eso os hice un resumen de lo mejor aquí).

Ayuda mucho hacerse la pregunta del 80/20. ¿Qué tareas me proporcionan un rendimiento del 80%, un retorno importante, y cuáles no son más que tareas menores, que me ofrecen solo el 20% de resultados?

Tenemos claras las labores fundamentales, ¿verdad? Escribir, corregir, leer y todo lo que implica una buena edición si somos autopublicados.

¿Pero qué hay de todo lo demás? Todo aquello que nos aseguran que es INDISPENSABLE para nuestra labor. ¿Es absolutamente necesario tener (y mantener) un blog? ¿Es imprescindible tener una presencia activa en redes sociales? ¿Moriremos de manera horrible si no tenemos un canal de booktube?

Creo que la mejor respuesta que he leído hasta la fecha la dan Sean Platt y Johnny B. Truant en su libro Iterate and Optimize. La respuesta consiste, paradójicamente, en tres preguntas. Tres preguntas que has de hacerte, oh, escritor/a indeciso/a, cada vez que alguien te zarandee por los hombros y te pregunte que cómo diantres no estás en Periscope grabando vídeos de Snapchat con anuncios de Pinterest, OH, INSENSATO:

tareas estúpidasAlgunas personas tienen la llave para todo. Por desgracia, ese todo suele implicar armarios que nadie usa, candados de bicis robadas y consignas de estación de tren muy, muy sospechosas.

Hazte estas tres preguntas cada vez que te enfrentes a la posibilidad de una tarea nueva relacionada con tu escritura. O si necesitas analizar la utilidad de una tarea que ya realizas y que te trae de cabeza:

1. ¿Lo disfruto?

Ciertas actitudes pueden cambiar. Ya os hablé de cómo odiaba Facebook antes de empezar a usarlo como herramienta profesional en vez de vomitona personal. Pero si cada segundo que dedicas a algo es un segundo que odias y no hay resultados que merezcan la pena ni cambio de actitud que lo arregle, es posible que tengas que replanteártelo(1). Aunque seas masoquista. Si eres masoquista, ese dolor debería gustarte (en cuyo caso, sigue adelante. Quién soy yo para privarte de tu merecido y sexi placer).

Es por esto por lo que no suelo realizar entrevistas audiovisuales. Cualquiera que me conoce sabe lo que odio hablar por teléfono o aparecer en vídeo. Me lleva tanto tiempo mentalizarme de que lo voy a hacer, pelearme con el aspecto técnico, apartar un bloque de tiempo que necesitaría para otras cosas… que realmente no me merece la pena. Lo he hecho muchas veces y es posible que vuelva a hacerlo. He superado mis miedos, blablablá. Pero ¿por qué invertir tiempo en mejorar en algo que realmente no disfruto? Ese tiempo puedo dedicarlo a otros medios que se me dan mejor y me proporcionan mejores resultados. Y, ante todo, que me gustan.

2. ¿Se me da bien (o estoy dispuesto/a a invertir el tiempo necesario para que se me llegue a dar bien)?

Siempre es mejor aprovechar aquello que de por sí entra dentro de nuestros talentos y capacidades. Prefiero insistir y mejorar mis habilidades en los géneros en los que soy más fuerte. Eso no quita que haya que probar de todo, pero tiene lógica trabajar sobre todo en lo que se nos da bien o, por lo menos, que nos dé unos resultados que compensen.

A mí no me gusta Instagram y no creo que me vaya a hacer una cuenta. No es solo porque sacar fotos no sea lo mío (a no ser que hablemos de macros de bisutería, pero de esa oscura parte de mi pasado hablamos otro día), sino porque no veo que para un escritor sea una red social en la que merezca la pena invertir mucho tiempo. Puede que venga ahora un #bookstagrammer a enseñarme sus cifras de ventas y dejarme callada. Y en ese caso me lo plantearé.

Puede que a ti te ocurra lo mismo con otra red social, o tal vez se te dé fatal diseñar portadas o puede que seas el peor cantante del mundo. Pues no tiene mucho sentido meterte en esa red, diseñar tu propia portada ni montar un grupo de flamenco-rumba con versos de Panero(2).

3. ¿Es sostenible?

En el libro ya mencionado, los autores dan el ejemplo de su plan de redes sociales: se hicieron perfiles en todas las redes habidas y por haber, y descubrieron, con el tiempo, que mantenerlas activas implicaba un esfuerzo y tiempo constante del que no podían disponer. Ya tenían otros sistemas que les funcionaban mejor (su podcast, su impresionante acumulación de títulos y sus listas de correo). Es por esto por lo que siempre recomiendo analizar y desarrollar una sola red antes de meterte en otra.

Cuando empieces un proyecto nuevo, pregúntate siempre durante cuánto tiempo podrás mantenerlo.

Es una pregunta que no nos hacemos lo suficiente (yo incluida). Seamos realistas con nuestros recursos, ya sean tiempo, energía o dinero.

Recordemos que siempre está lo principal: escribir.

Yo estoy escribiendo ahora mismo. Vale, para un blog. Porque me encanta, porque no se me da horriblemente mal y porque, para mí, es sostenible.

¿Y para ti?


(1) Excepto si nos referimos a declaraciones de impuestos. Son horribles y los resultados son, francamente, decepcionantes, pero de eso no te libras por mucho que te lo replantees o que tengas amigos en Panamá.

(2) Aunque todos querríamos verlo.


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