Por aquí casi todas las tiendas mueren.

Hubo una que vendía papelería, tazas, velas, miscelánea así. En mi pueblo, que es grande y costero y demoledor, los comercios tienen una vida media de 0,3 segundos, sobre todo si no saben muy bien qué tipo de tienda son, (algo que me recuerda, por desgracia, a los escritores).

Era cuca y hacía esquina en pleno centro, pero cerró. Tuvo unos días de liquidación que dediqué, con cierto sabor culpable en la boca, a la rapiña.

No fui la única. A los pocos días, pillé a Patricia con material de la misma tienda. Nadie que escriba puede resistirse a los cuadernos de insectos y a los bolígrafos de gato.

Pero la mejor compra que hice en esa tienda fue un cuaderno de 100 días.

El reto de los 100 días

Yo ya había hecho retos de escritura, como sabéis. Mi récord está en 1095 días seguidos escribiendo. Desde entonces he mantenido cierta disciplina, pero me apetecía dedicar un cuaderno entero a proyectos concretos, para animarme a completarlos. El cuaderno se convirtió en un confidente y en un life coach de esos (bastante más barato y con mejores credenciales). Escribí, en efecto, 100 días seguidos, alternando trabajo de ficción y ensayo. Allí resolvería además uno de mis grandes problemas vitales: mi horario desastroso de sueño.

¿Problemas para dormir? ¡Me alegro de que me lo preguntes!

Sabía que la clave de todo estaba en mi hora de acostarme. Debía acostarme antes de medianoche. Todos los días, nada más levantarme a las ocho de la mañana en punto, me hacía un té y me sentaba a escribir (las primeras semanas en la cama con el portátil, porque mi cama y yo tenemos una relación especial; luego en el escritorio con el ordenador).

Sabía que los primeros 14 o 15 días serían los más difíciles, así que alisté a mi querido coautor para que me ayudara… y para que no me dejara inventarme excusas de ningún tipo.

—Es que se ha abierto una grieta en el cielo y ahora hay leviatanes gigantes con una cohorte de monstruos que…
—Que te vayas a dormir, Gabriella.

Acostarse a las doce y levantarse a las ocho puede parecer un horario facilón, pero no se trata tanto de la hora en sí, sino de una buena higiene de sueño: mantener siempre el mismo horario. Con la excepción de algunas rachas buenas con mucha, mucha fuerza de voluntad, mi horario de sueño siempre ha sido caótico.

Es posible que a muchos de vosotros, oh bienaventurados discípulos de Morfeo, esto os parezca un tanto ridículo, pero cualquiera ahí fuera que tenga trastornos de sueños entenderá lo difícil que puede ser mantener esta disciplina. Pero ahora una buena higiene de sueño iba asociada al hábito de escribir, que tengo ya bastante más asumido, lo que hizo que todo fuera un poquito más sencillo.

Enlazar hábitos asociados es una maniobra poderosa.

En busca de resultados

He de reconocer que los primeros dos tercios de toda esta experiencia no fueron nada buenos. Eso, por sí mismo, restaba motivación. Tal vez lo más complicado de un reto tan largo sea mantenerlo cuando tardan tanto en llegar los resultados.

Por eso es muy importante, antes de empezar, dejar por escrito qué razones te permitirán abandonar el reto y cuáles no. La falta de resultados en los primeros 30, 50 o incluso 80 días no debe ser una razón para el abandono.

Lista de posibles razones para abandonar mi reto de 100 días:
—Cuando considere que está haciendo más daño que beneficio: Sí.
—Si resulta dañino para mi familia, amigos, gato y seres queridos: Sí.
—Si han bajado los leviatanes desde los cielos y se están zampando, triscando y mosqueando en general a la población humana: No.

Pese a escribir todos los días, no era muy productiva. Siempre tenía sueño, siempre estaba agotada. Pero había leído que en trastornos de desfase del sueño es necesaria una disciplina de varios meses antes de empezar a ver resultados. Lidiaba también con otros problemas que desmotivaban bastante, pero, casi sin darme cuenta, empecé a implementar otros hábitos positivos asociados a los que ya tenía: empecé a meditar de nuevo, por ejemplo.

Los buenos hábitos y el efecto bola de nieve

La meditación siempre me ha ayudado a combatir la ansiedad y, por tanto, el insomnio. Entró de lleno el invierno y me vi invadida por el frío y por una energía nueva: por fin empezaba a dormir bien y a descansar en condiciones. Las palabras, antes tan poquitas, comenzaban a acumularse de verdad, y me vi con 40000 palabras de una novela nueva, y una pasión renovada por el trabajo que hago escribiendo en este blog y en Lo extraño y lo maravilloso. Fue como salir poco a poco de una niebla cegadora.

Cuando terminé mi cuaderno de 100 días, quedé tan encantada con la experiencia y con los nuevos resultados que decidí probar otro. Elegí metas nuevas, relacionadas con horarios de trabajo y ejercicio.

Si a alguien le interesa qué cuaderno usé para estos primeros 100 días: la tienda original ya no existe, pero he podido encontrarlo en Aliexpress.

Nada supera la sensación de que puedes conseguir algo si lo haces a diario. Que cosas que antaño consideramos imposibles se pueden hacer si nos las tomamos paso a paso. Esto me proporciona una confianza renovada en mí misma y, si sois escritores, sabéis que debemos aprovechar cada migaja de confianza que tenemos, porque esta es una profesión donde tu trabajo es, demasiado a menudo, masticar mierda de baja calidad y decir además que te gusta.

¿Por qué 100 días?

Siempre he defendido los retos de 30 días y os habréis cansado de que os hable de ellos. Lo bueno de los 30 días es que es un periodo que no da miedo: por duro que sea algo, solo son 30 días. Para empezar a implementar hábitos o proyectos creo que es ideal. Si te va bien con los 30 días, puedes aumentarlos a 60. Es muy importante en estos casos implementar solo un hábito a la vez.

He intentado escribir todos los días mientras me cepillaba los dientes después de cada comida, leía a Kierkegaard antes de la siesta y alimentaba a mis ocas de competición cada mañana nada más levantarme, pero no termina de funcionar.

Pero si no tienes problema con cumplir retos de ese tipo, recomiendo mucho los de 100, que además permiten el efecto bola de nieve ya descrito.

Los hábitos no se hacen en un tiempo determinado: dependen mucho del tipo de hábito, de la persona, de si el hábito es positivo o negativo (dejar una adicción, por ejemplo, es un proceso larguísimo que, en muchos casos, nunca se llega a implementar del todo) y de si has tenido ese hábito antes (es mucho más sencillo recuperar un hábito viejo que implementar uno nuevo). La media de tiempo ronda los 66 días, pero no es algo preciso: el mismo hábito que a mí me lleva 90 días implementar a ti podría llevarte 21.

Los 100 días sirven para tener cierta seguridad de que, pasados los 100 días, ese hábito está para quedarse. No es un reto ideal para implementar rutinas o proyectos de los que no estés totalmente seguro: para probar cosas nuevas es mejor un desafío de 30, con una inversión de tiempo muy inferior.

Los 100 días no son solo para implementar hábitos

Los retos de 100 días también pueden servir para proyectos concretos que te llevarán ese espacio de tiempo. Una vez terminado el reto, puedes seguir con algo similar o decidirte por algo totalmente diferente. O dar por terminado el experimento y felicitarte por lo conseguido. ¡Felicidades, enhorabuena, congratulations!

Además, los cuadernos de 100 días son preciosos. No hay uno mejor o peor. Solo piensa en tus necesidades (¿necesitas algo ligero para llevar encima a diario, en el bolso o el bolsillo, o prefieres algo gordo en tapa dura para usar en casa?) y no te marees demasiado buscando la herramienta perfecta: incluso un cuaderno en blanco que contenga más de 100 páginas te vale.

Este es el cuaderno que estoy usando para mi segunda racha. Es genial, pero no es necesario que compréis algo así. Cualquier libreta lo bastante gorda vale, aunque venga en blanco.

Sí es importante que el cuaderno incluya (o que tú incluyas a mano) una revisión de progreso cada 10 días. Necesitas una hoja o apartado cada décimo día donde revisar cómo vas avanzando y donde decidas una meta pequeña para los siguientes 10 días. Esto ayuda muchísimo, ya que evita que te quedes atrapado en la sensación de no que no haces progreso, sobre todo las primeras semanas.

Yo ya escribo a diario, ¿qué otro hábito o proyecto puedo escoger?

Para decidir qué nuevos hábitos o proyectos implementaría en mi siguiente cuaderno de 100 días, tuve que hacerme una lista de posibilidades, muchas de ellos asociadas a la escritura, y pensé que a lo mejor para otras personas podrían ser, también, interesantes.

Si tenéis más ideas, dejadlas en los comentarios y las añado a la lista. Ahí van las mías:

  1. Escribe diez ideas diarias: Esto es de James Altucher y el objetivo es mejorar tu capacidad creativa. Cada día haces una lista de diez ideas sobre cualquier tema (incluso puedes hacer una lista de diez ideas para hacer listas). Dice Altucher que las ideas realmente buenas empiezan a llegar a partir de los tres meses de hacer esta práctica a diario.
  2. Crea un mapa mental a diario. Si lo de la lista de ideas no te convence, prueba a desarrollar conexiones de manera intuitiva o prueba técnicas de braindumping.
  3. Estira o haz yoga: Tanto tiempo sentados delante del ordenador es atroz para nuestras delicadas espaldas de escritores. A mí posturas como el perro apaleado o el camello echao patrás me van de fábula.
  4. Pasea durante al menos 30 minutos al día: Ya no es solo por los beneficios del ejercicio, es que pasear puede ser tu fuente perfecta de enfoque disperso.
  5. Escribe tus prioridades para el día: Es muy fácil dejarnos llevar por la rutina y por el oleaje de lo cotidiano, y olvidar aquello que es prioritario para nosotros. Apúntalo en tu cuaderno y procura cumplir lo antes posible, ¡que el malvado día no te interrumpa con sus interrupciones inesperadas e interruptoras!
  6. Mira el correo solo una vez al día: Si te pasa como a mí, contestar emails es un gran agujero negro de tiempo y atención. Limítalo a un tiempo determinado, una sola vez al día.
  7. Mira las redes sociales solo una vez al día: Del mismo modo, limita el tiempo que dedicas a las redes a un espacio específico. Esto es muy importante si además usas las redes por trabajo.
  8. Deja de quejarte. Esto puede parecer una chorrada, pero es MUY MUY DIFÍSIL. Como actividad casi de broma, mi coautor y yo tenemos días de «no quejas» y todavía no hemos conseguido hacer 8 horas seguidas sin lamentarnos por algo. Es increíble la cantidad de tiempo y energía mental que se nos va en expresar todo lo que nos molesta y disgusta.
  9. Haz caligrafía: Pongo esto porque a mí me encanta la caligrafía con plumilla, pero podría ser cualquier actividad que te relaje y que además te permita mejorar una habilidad técnica. Cualquier afición que te permita ver rápidamente tu progreso es muy motivadora y sirve de contrapunto a lo lento y arduo que puede ser el progreso en la escritura.
  10. Medita: Todavía se está estudiando mucho todo este tema, pero los resultados científicos hasta la fecha parecen indicar que es una actividad efectiva para combatir la ansiedad, la depresión y el dolor (aunque, ojo, tampoco más que un tratamiento mediante medicación y terapia tradicional: una cosa no quita la otra). Y cualquiera que sufra de ansiedad, depresión o dolor crónico sabe lo difícil que es escribir y ser creativo en esas circunstancias.
  11. Lee 50 páginas al día: O 20. O 100. Pero lee. Leer es el mejor modo de llenar tu pozo creativo y, si además lees de una forma activa, analizando lo que encuentras, es una manera fantástica de avanzar en tu propia escritura.
  12. Ve series de televisión o películas… con bolígrafo al lado. Os prometo que esas series tipo telenovela que abundan en Netflix, sí, esas tan malas que ve mi madre, tienen giros narrativos y cliffhangers que ya nos gustaría tener a nosotros. Eso sí, es importante marcar un tiempo limitado para cada práctica, que no es cuestión de engancharse y verse 150 capítulos del tirón. Os reís, pero tendríais que ver a mi madre.
  13. Crea microrrelatos en Instagram: Una forma interesante de darte a conocer en la red social de moda. Una de mis cuentas favoritas para esto es la de @missiracunda, pero si no sois muy de fantasía oscura probad con la de @davidgeneroso.
  14. Experimenta con anuncios de Facebook: Manejarse en Facebook Ads es todo un arte. Si te lo puedes permitir, métele el mínimo de presupuesto que te permita Facebook y crea un anuncio diferente cada día. Fíjate en a qué responde la gente y a qué no. Te aseguro que es fascinante, pero solo sirve si tienes algunos conocimientos previos en esta plataforma (recuerda que la segmentación lo es todo).
  15. Empieza a trabajar inmediatamente después de comer. Un hábito de apariencia trivial que me está dando resultados estupendos. Si el peligro de «voy a echarme una siesta de veinte minutos que luego se convertirá en dos horas» a ti también te acecha, este hábito podría ser para ti.
  16. Actualiza tus métricas a diario. ¿Cuáles son tus objetivos? ¿Y cómo los mides? Algunas métricas útiles para los que escribimos pueden ser: número de palabras escritas, palabras corregidas, libros vendidos, cantidades ingresadas, descargas de lectura, etc. Si no apuntas las métricas básicas para tus objetivos, ¿cómo sabrás si estás consiguiendo algo?
  17. Lee un artículo relevante al día. Tal vez el blog ya no sea el rey del mambo en internet, pero sigue siendo el sitio donde acabamos cuando necesitamos información un poquito más elaborada sobre temas especializados. También valen vídeos y podcasts, pero creo que un artículo te permite con mayor rapidez leer en diagonal y ver si merece la pena o no. También te permite seleccionar fácilmente y añadir contenidos de interés a Evernote o similares.
  18. Apúntate a un curso especializado online y dedícale un tiempo fijo a diario. Hay muchísimos recursos ahí fuera para escritores: aprende a escribir mejor, a promocionarte mejor, ¡incluso a autopublicarte! Si no sabes por dónde empezar, prueba con los cursos de Ana González Duque o pide recomendaciones en el grupo de Facebook de El escritor emprendedor.
  19. Publica en tu blog a diario. No importa si son artículos cortitos: la idea es desarrollar una disciplina, hacerte un público fiel y aprender con rapidez qué temas y estilos funcionan y cuáles no.
  20. Nada. No sé qué tiene la natación, pero tengo una lista cada vez más larga de escritores profesionales a quienes se les ocurren las mejores ideas en la piscina de su polideportivo local.
  21. En realidad, haz cualquier ejercicio. El cardio sirve, el anaeróbico sirve, todo lo que te limpie la mente y haga que te salgan las endorfinas por las orejas es buenísimo para tu disciplina y creatividad.
  22. Comenta y comparte el trabajo de otra persona, por lo menos una vez al día. Nada como compartir lo bueno para que los dioses de internet te bendigan: te querrán los compartidos y también el público al que le interesa todos los contenidos tan chulos que compartes. Me encanta buscar cosas geniales para compartir en el boletín de Lo extraño y lo maravilloso, por ejemplo, y también en nuestro grupo de Facebook.
  23. Búscate un compi de escritura y compartid vuestros resultados a diario. ¿Por qué sufrir a solas? Si quieres asegurarte de dar lo mejor cada día, encuentra a alguien con el mismo objetivo. Basta con enviaros dos mensajes diarios: uno, por la mañana, con tu gran objetivo para el día y otro, por la noche, diciendo que los has cumplido. Págale 20 euros cada vez que no cumplas, ¡verás qué pronto se te olvidan las excusas! Y si no encuentras a nadie, siempre puedes probar Beeminder.
  24. Hazte un reto Bradbury y consigue escribir un cuento a la semana. Puedes publicar tus relatos en línea o utilizarlos para participar en todo tipo de concursos, convocatorias y antologías.
  25. Practica aquello que no se te da bien. ¿Tienes muchas faltas de ortografía? Cómprate un cuadernillo, ¡aunque sea de segundo de ESO! ¿Escribes fatal escenas de acción? ¡Practica la acción hasta que tus personajes caigan desmayados del agotamiento! ¿Tus obras pierden el norte y no enganchan? ¡Estudia patrones narrativos que funcionan y aplícalos!

Y… por último.

Tú sabes muy bien qué parte de tu rutina te está deteniendo.

A lo mejor tomas demasiado café por la mañana y eso te da sueño por las tardes. Puede que tu relación con HBO, con Amazon Prime o con Los Sims sea demasiado intensa. Tal vez bebes por la noche y por eso tu calidad de sueño se ve reducida. Igual comes fatal. Tal vez tienes situaciones de estrés y no buscas herramientas para lidiar con ello. A lo mejor tu vida social es de lo más… melodramática. O dedicas tu escaso tiempo libre a fantasear con modos de asesinar a tu jefe.

Cierro con esta observación, que ignoré demasiados años por conveniencia pura y dura: puedes intentar implementar todos los buenos hábitos que quieras; hasta que no te enfrentes a los malos no sirve de nada.

Notas:

Cómo sobrevivir a la escritura
Si lo quieres con tu nombre dedicado con plumilla (o con el nombre de otra persona, si lo quieres para regalar), puedes adquirir el libro en nuestra tienda de Lo extraño y lo maravilloso.

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Créditos

  • Imagen de mujer que intenta usar el apocalipsis como excusa para quedarse hasta tarde, por Cata en Unsplash
  • Foto de chica escribiendo razones que sí valen para abandonar un reto de 100 días y otras que no, de Hannah Olinger en Unsplash
  • Imagen de mujer agobiada que intenta implementar cinco hábitos a la vez mientras a sus espaldas hay algo muy sospechoso y sanguinolento sobre la cama, de Claudia Wolff en Unsplash
  • Imagen de cabecera del artículo de Tim Gouw en Unsplash